
Circular
A toda la Iglesia que peregrina en Monterrey, ¡la paz esté con ustedes!
Con un corazón agradecido a Dios y lleno de esperanza, me dirijo a ustedes para invitarlos a participar en la celebración de cierre del Año Jubilar, que viviremos como Iglesia Diocesana el próximo domingo 28 de diciembre, culminando este tiempo de gracia que el Santo Padre ha regalado a toda la Iglesia.
El Papa Francisco al convocarnos al Jubileo, nos recordó con firmeza que la esperanza cristiana no es un optimismo superficial, sino una fuerza que nace del amor de Dios derramado en nuestros corazones. (cf. Spes non confundit, 24) A lo largo de este año jubilar hemos sido invitados a volver a poner nuestra mirada en Cristo, a dejarnos sostener por su misericordia y a caminar como peregrinos de esperanza en medio de las realidades que vive nuestro pueblo.
Por ello, los convoco fraternalmente a que nos reunamos como una sola Iglesia para agradecer, celebrar y renovar nuestro compromiso pastoral. Iniciaremos a las 10:00 de la mañana, saliendo en peregrinación desde el Santuario Sacerdotal del Sagrado Corazón de Jesús hacia la Catedral Metropolitana Nuestra Señora de Monterrey, donde celebraremos solemnemente la Eucaristía, fuente y culmen de nuestra esperanza.
Esta peregrinación quiere ser un signo visible de nuestra fe, de nuestra comunión y de nuestro deseo de seguir caminando juntos con la mirada puesta en Jesús, como lo expresa el lema de nuestro Plan de Pastoral Diocesano, que nos anima a ser una Iglesia, discípula, unida, misericordiosa y misionera, convencidos de que caminar juntos es ya un signo profético de esperanza para nuestro tiempo.
Los invito también a que cada familia, comunidad y agente de pastoral lleve consigo una imagen del Niño Dios, la cual será bendecida durante la celebración. Este gesto sencillo y profundo nos recuerda que la esperanza cristiana tiene un rostro, el rostro de Dios que se hace pequeño, cercano y frágil, para enseñarnos que el futuro se construye desde el amor, la confianza y la entrega.
En una de mis cartas pastorales les he compartido que la esperanza no nos evade de la realidad, sino que nos impulsa a transformarla desde el Evangelio, sosteniéndonos mutuamente y confiando en que Dios sigue obrando en su Iglesia. Hoy renuevo esta convicción: una Iglesia que camina unida nunca pierde la esperanza, porque sabe que el Señor va delante de ella.
Que María, Madre de la Esperanza, en la advocación de Nuestra Madre Santísima del Roble, acompañe nuestro caminar y nos ayude a custodiar en el corazón todo lo que el Señor ha sembrado durante este Año Jubilar.
Con afecto de pastor, los espero para caminar juntos y celebrar la fe.