Por Juan Pablo Vázquez Rodríguez
Monterrey, N.L. (www.pastoralsiglo21.org).- 03 de septiembre 2020
La madrugada de este jueves fue llamado a la Casa del Padre su hijo sacerdote el padre Alfonso Figueroa Ochoa. Nuestra oración por su eterno descanso.
Originario de Cotija, Michoacán, es el Padre Alfonso Figueroa, nació el 12 de Octubre de 1929, hijo de José Guadalupe Figueroa y Doña María Ochoa. El Padre Figueroa realizó sus estudios en el Seminario de Monterrey, posteriormente recibió el Don del Sacerdocio el día 29 de Junio de 1963, en la Catedral de Monterrey.
Durante la juventud fue un sacerdote muy seguido por los jóvenes, atraídos muchos de ellos por su testimonio, manifestado en su alegría, jovialidad y amor por la música que mantiene hasta la actualidad. Otra de sus grandes virtudes fue su habilidad para el canto gregoriano y el dominio del latín, en la actualidad sigue rezando sus oraciones en está lengua. Su vocación ha inspirado a muchos a seguir a Jesús Nuestro Señor, en las distintas vocaciones, uno de ellos su sobrino-nieto, el Pbro. Roberto Figueroa Méndez.
El Papá del Padre Roberto Figueroa, primo del Padre Alfonso, nos cuenta que desde hace muchos años, cuando el ahora Padre Roberto era un niño, le gustaba ir a pasar el fin de semana con su tío, el Padre Alfonso, y cuando el pensaba que nadie le veía se ponía una sotana blanca y se ponía la estola de su tío, tomaba el breviario (libro de oraciones) en sus manos y se ponía a caminar de un lado para otro, tal y como lo hacía su tío Sacerdote.
Con entrega y generosidad el Padre Alfonso desempeñó distintos responsabilidades, entre los que se encuentran: Vicario Cooperador de Cristo Rey, Párroco en Santa Ana, en Santa María Reina y en Ntra. Sra. Del Rosario; Vicario Parroquial en Corpus Crist,i en la Parroquia del Sagrado Corazón y Vicario Adscrito en el Templo de San Joaquín.
Junto con la comunidad tuvo la oportunidad de trabajar en la construcción siete hermosos templos, pero más haya del templo material, se ha ocupado de construir el templo donde habita el Espíritu Santo, en cada uno de sus fieles, distinguiéndose por ser un Apóstol de la confesión, dedicándole muchas horas y amor a la impartición de este sacramento.
A lo largo de su vida a tenido que llevar, en distintos momentos, la cruz de la enfermedad, lo cual lo ha hecho con alegría, descubriendo en ello una oportunidad de santificación y de oración por su Iglesia.