Visita Pastoral parroquia San Agustín, San Pedro – 14 de marzo de 2017
Hermanas y hermanos, el miércoles de ceniza iniciamos el tiempo de conversión escuchando palabras muy ciertas: eres polvo y al polvo tienes que regresar; y también conviértete y cree en el Evangelio. El tiempo de Cuaresma es un tiempo de humildad frente a Dios y frente a nuestros hermanos. Dice el apóstol san Pablo “siempre considera superior de ti mismo a tu prójimo”. Ese camino de humildad es siempre muy complejo porque muy dentro de nosotros está la soberbia, está el sentirse superior a los demás, y caminar en la pedagogía de la humildad es siempre muy difícil.
Por eso el profeta Isaías le dice a Israel “vengan y discutamos, Palabra del Señor”, porque no es fácil creerle a Dios y vaya que el profeta les hablo con dureza, les dice “Príncipes de Sodoma y pueblo de Gomorra”. Ya saben ustedes a qué suenan esos dos nombres en la historia de Abraham: los pueblos que simbolizaban el pecado, la perversión; y el profeta les dice para recalcar, donde más duele, porque uno no es humilde por voluntad, si no pasa por la humillación. Hay algunos que dicen “soy humilde pero no me gusta que me humillen”, ahí está el problema, nadie es humilde por voluntad propia sino la humillación te hace humilde, y es lo que hizo el Señor con Israel, tiene que ser así para que se baje, para que aprenda que no está tan alto, que está al nivel que le toca: el de la tierra, es el nivel que nos corresponde y este camino de humildad lo tenemos uno junto al otro. ¿A quién le gusta que lo humillen? A nadie, pero siempre habrá quien se encargue de humillarnos, a todos nos toca pasar por ello.
Uno tiene que aprender la humildad, en ocasiones recibir injustamente la humillación, pero no hay otro camino, siempre es así y el Señor a través de los profetas les habla de manera dura porque no entienden, piensan que el lenguaje de Dios sólo es metafórico y no real. Si tú confiesas en la Misa que has pecado tienes que creerlo, los santos lo creyeron, se sintieron pequeños frente a Dios y frente a los demás; por eso dice el Señor a Israel “ven y discutamos”, pero el Señor les da esperanza de que las cosas cambiarán, les dice “aunque tus pecados sean más rojos que la grana yo los haré más blancos que la nieve”, aunque tus pecados dicen que eres un asesino, yo te haré más blanco que la nieve. El tiempo de Cuaresma es tiempo de aceptar la humillación, en la casa, en el trabajo, en la calle, donde quiera alguien nos dice algo que nos duele. El único camino que existe para llegar a la humildad es el de aceptar la humillación.
Esto es lo que sufrió Cristo, la humillación, que le escupan en la cara, por eso los Evangelios dirán “se burlaron de Él y lo golpearon”. Cuando alguien te escupe en el rostro, duele. Es un tiempo de gracia, es un tiempo de salvación. Les decía a uno de los grupos parroquiales que el apostolado no es caminar en alfombra roja, detrás de un servicio hay un sufrimiento, el apostolado exige humillarse. Ahí está el único camino que conoce la fe: la humillación.
Quiero invitarlos a vivir en el gozo de la salvación y hacer el camino de la Cruz en las cosas sencillas, en las cosas pequeñas que para ti se convierten en muy grandes. Ahí comienza el camino de conversión, de la humildad que pasa por la humillación. Que el Señor nos de siempre ánimos de servir y que la Cuaresma nos permita hacerlo con honestidad y sinceridad frente a Dios. Que el Señor nos bendiga.