Experiencia jubilar de renovación sacerdotal / 25 de octubre del 2017
Me da mucho gusto venir esta tarde a saludarlos. La Palabra de Dios que acabamos de escuchar toca un asunto que siempre fue tomado en cuenta en la espiritualidad cristiana, en la tradición espiritual de la Iglesia. El asunto de la vigilancia que, especialmente, tratamos en Adviento y en Cuaresma. Hoy el Señor nos invita a vigilar.
Vigilar significa estar atentos; vigilar significa ser prudentes. Estamos siempre llamados todos y, sobretodo, nosotros los sacerdotes, a ser vigilantes. No solamente cuidar a los demás, que es parte de nuestro ministerio, sino, también, vigilar sobre nosotros mismos. Hoy el Señor nos ha pedido vigilar y vamos a tomar, en este sentido, las palabras del apóstol san Pablo cuando habla de los miembros de nuestro cuerpo (Rm 6, 12-18), que nos recuerda algo importante en nuestra espiritualidad: la castidad. Nuestro cuerpo debe estar al servicio de la castidad y no podemos ser esclavos del pecado, sino de aquello que hace libre a toda persona. Dios, nuestro Señor, nos llama a ser prudentes, a estar atentos a ese futuro mediato y a ese futuro de eternidad.
La Palabra del Señor habla de este premio y castigo (cfr. Lc 12, 39-48). Ni ustedes ni yo queremos ser castigados. Porque saben ustedes que cuando cometemos un pecado nos laceramos a nosotros mismos, nos hacemos daño, nos flagelamos, recibimos esos latigazos que nos duelen profundamente. Por eso, dice el Señor, “si aquel que los llamó, que nos hizo el encargo, no nos encuentra haciendo lo que tenemos que hacer, recibiremos latigazos”. Y termina con una frase sapiencial, “al que mucho se le da, mucho se le exigirá”.
A ustedes y a mí, el Señor nos ha confiado nuestra vida, nuestro ministerio, al pueblo de Dios. El Señor, de acuerdo a esta gran confianza, nos exige mucho más. Por eso, un sacerdote es consciente de que su vida tiene muchas exigencias, que las aceptamos y que, con la gracia de Dios y con la fuerza del Espíritu Santo, podemos salir adelante. Quiero animarlos a que le pidamos al Señor que nos conceda esta vigilancia y prudencia que requerimos en la vida. Porque si Dios nos ha confiado el ministerio, tenemos que darle buenas cuentas de lo que somos y de lo que hacemos.
Estas tres semanas espero que les esté sirviendo, que estén haciendo ese discernimiento para hacer un balance sincero, para no salir con propósitos pasajeros, sino con decisiones que marquen este futuro inmediato. Esta experiencia sacerdotal esperamos que sea de mucho provecho. Les agradezco esta obediencia pastoral, que hacen el esfuerzo por venir esta semana. Creo que la vigilancia entre nosotros mismos es siempre una prioridad que debemos atender si queremos tener este entrenamiento espiritual, porque la carrera es siempre complicada. Que Dios los bendiga y que, el tiempo que falta, cierren con un spring, con broche de oro esta experiencia.