Fiesta patronal, Santa Elena de la Cruz, Zuazua.
Sábado 18 de agosto de 2018
Queridas hermanas, hermanos fieles laicos, querido señor presidente municipal, hermanos sacerdotes, hermano diácono.
Con gusto me uno a ustedes para festejar a su santa patrona, Santa Elena de la Cruz, ayer celebrábamos a otra santa, santa Beatriz de Silva, yo les decía a los fieles de la parroquia, que complicado ser noble y ser cristiano, santa Beatriz de Silva sufrió mucho en la corte real, las habladurías los celos, las mentiras y en ese ambiente ella logra alcanzar la santidad.
Hoy que celebramos a Santa Elena, no creen que la vida le era fácil como cristiana, NO. Ella vivía en un mundo pagano, violento, de guerra. Ella, en esas circunstancias logra encontrarse con el amor de Cristo en la cruz, dice la tradición que ella fue la promotora de las incursiones que hicieron en tierra santa para buscarla la cruz de Cristo.
Si lo hizo fue por el gran amor a Cristo, la oración con la cual iniciamos la misa, además de festejarla por su amor a la cruz, también debemos fijarnos en su vida santa, porque, no solo por haber buscado la cruz es que la Iglesia la reconoce como santa sino, porque vivió conforme al Evangelio.
Quiero pensar un momento con ustedes en la Palabra de Dios que acabamos de escuchar, al oír el Evangelio uno se queda desconcertado, recuerdo de cuando niño, en el catecismo nos explicaron este Evangelio y quedé muy sorprendido, me pareció malo el rey, primero se enoja porque no llegan los invitados y trae al resto del pueblo que no fue invitado, después, al hombre sin vestido de fiesta, que fue invitado, lo manda atar y mandar afuera.
Jesús explica esta parábola para explicar cómo es Dios, pero ilumina esta parábola al final lo que dice Jesús, “muchos son los llamados y pocos los escogidos”, se dice de que muchos creyentes, que piensan que en el cristianismo es permitido todo.
El Dios de nuestra fe, es un Dios de amor, Dios misericordioso y sacas una conclusión al revés, porque justificamos nuestro actuar, como el hijo malcriado que sus papás le pasan todo y sigue portándose mal.
Eso no es el cristianismo, el cristianismo es un camino difícil, el camino es angosto, difícil, de subida, no es cómodo. El cristianismo nunca ha sido un modo de comodidad.
El cristianismo tiene esta clave de interpretación que es la cruz, la cruz que tiene en sus manos Santa Elena, no como un adorno, sino como un anuncio kerigmático, anuncio de que todos tenemos que seguir el camino de la Cruz, Dios te exige, te ama, es un Padre bueno pero también te exige.
Porque sabe que si te vas por el camino amplio te vas a destruir, te va a ir mal, vas a perderte, un papá que quiere a sus hijos les pone límites, no los deja hacer lo que quieran, les dice: “te vas por aquí, no te puedes salir de este límite”; porque eso es educar, mostrar límites.
Nos hace mucha falta reconocer límites, los que han oído acerca del escándalo en Estados Unidos de los sacerdotes que se portaron mal, es porque se les olvido qué hay un límite, es necesario tener la ropa de fiesta, es necesario mantenerse fieles a Jesús, muchos son los llamados, pocos lo escogidos.
Esa es nuestra Iglesia, el cristianismo de bondad, misericordia, perdón pero también de exigencia. El que ama exige, el que no ama, le da lo mismo.
El papá que ama a su hijo le va a exigir, el Señor también te exige pero, también te da, es lo que dijo el profeta Ezequiel: “les daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo”. Hay que pedirlo, solicitarlo o como dijo el apóstol Santiago, la fe sin obras está muerta, no basta decir creo, es necesario que la vida demuestre nuestra fe.
Es cierto que la versión católica del cristianismo es la más comprensiva, la más sensible, pero no hay que olvidar, el que ama exige. Si Dios te ama, te propone el camino de la Cruz camino muy exigente, que supo muy bien Santa Elena. Les dice a todos que no hay otro camino para ser Felices que cargar con la cruz de cada día.
Qué bueno que el Señor nos ha llamado a su Iglesia, a esta Iglesia católica, tan buena y comprensiva pero, no olvidemos que Dios es exigente, no juguemos a los hijos consentidos y malcriados, el Señor quiere que nos portemos bien, esto es posible no porque hagamos la lucha solos, sino porque Dios nos ayuda.
Por eso le vamos a pedir con todo la Iglesia, que nos dé un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
Dios los bendiga.