Consagración del Templo María Siempre Virgen, Juárez, N.L. / 10 de septiembre del 2017
Agradezco la presencia de todos ustedes, hermanas y hermanos, tanto los que viven en este territorio y los que nos acompañan de otras partes. Gracias a las hermanas de la comunidad apostólica por colaborar en esta obra evangelizadora. Agradezco la presencia de los diáconos, sacerdotes y de mi hermano Obispo. Gracias a los caballeros de san Miguel, a la esposa del señor gobernador. Muchas gracias a todos.
Oímos hoy unas palabras que se convierten en una tarea para todos. El Señor ha querido que todos nos preocupemos por los demás, ser centinelas (cfr. Ez 33, 7-9). Qué difícil aceptar esta responsabilidad. Recuerdan la historia de Caín y Abel. Cuando Caín mató a Abel, el Señor le dice, “¿dónde está tu hermano?”, y Caín le responde, “¿acaso soy el guardián de mi hermano?” (cfr. Gn 4,9). Efectivamente, tú eres guardián de tu hermano, eres centinela de la ciudad. Con esta conciencia y responsabilidad es como nuestra Iglesia de Monterrey quiere servir a todos los que viven en nuestro territorio.
En esta ocasión el Señor nos ha pedido ser centinelas, es decir, corregirnos mutuamente. La corrección fraterna parte de una Persona y su mandato de amarnos. Siempre, dice san Pablo, “el ama nunca hace daño” (cfr. Rm 13, 10), siempre manifiesta su cariño a sus hermanos. Toda Iglesia Católica tiene esta misión, promover la caridad, amarnos unos a otros. Pero esto pasa a través de la corrección. Tenemos que corregirnos unos a otros. Hoy lo ha pedido el Señor en el Evangelio, “si tu hermano ha cometido un error, corrígelo” (cfr. Mt 18, 15).
Qué hijo quiere ser corregido por sus papás, un alumno por su maestro, un ciudadano por su autoridad, los fieles por su pastor. No la podemos dejar a un lado, no podemos hacernos sordos ante lo que pasa. Es nuestro deber anunciar a Cristo y sus mandatos. Al profeta Ezequiel Dios le dijo: “Te constituyo centinela del pueblo. Si ves venir al enemigo, suenas el cuerno. Él morirá por su propia responsabilidad”. Ese es el deber nuestro, de los pastores de la Iglesia, sonar el cuerno, sonar la alarma cuando algo no se hace bien. Ese es nuestro deber y queremos hacerlo con responsabilidad, pero, sobretodo, con amor, porque el que ama no hace daño a ninguno. Hay que dejarnos corregir por el Señor, por la Iglesia, porque está de por medio nuestra salvación. Esta Iglesia, el espacio comunitario, tiene que servir para fortalecer la comunidad, la comunión. Hay que mirar, hay que escuchar, hay que actuar.
Que Dios bendiga a todos los que colaboraron en esta obra de María Siempre Virgen. Ahora viene lo más difícil, evangelizar, acercar a las personas a Cristo, dirigir el mandamiento de la caridad. Todo esto es posible si lo hacemos juntos los sacerdotes, las hermanas consagradas, los fieles laicos y sus Obispos. Queremos cumplir con esta grave responsabilidad. Que Dios los bendiga.