Misa 75 aniversario Agrupación de esposas cristianas / Basílica de Guadalupe / 17 de marzo del 2018
Muy estimadas hermanas esposas cristianas, estimados familiares y amigos de esta agrupación que goza de tanta estima entre nosotros, esta asociación de esposas cristianas. Gracias a mis hermanos sacerdotes por acompañarnos en estos 75 años de vida apostólica. Gracias al Padre Javier, al Padre Lorenzo y a los demás hermanos sacerdotes.
Primero quiero reconocer la gran capacidad de la asociación de esposas cristianas para ir viviendo esta historia tan interesante de los 75 años. Fíjense, nace en plena guerra mundial, nace en un momento tan delicado de nuestra patria. Pero, al mismo tiempo, el caminar de esposas cristianas ha ido al ritmo de nuestra Iglesia.
Insignes Pontífices la han acompañado: el Papa Pio XII, san Juan XXIII, el beato Pablo VI, san Juan Pablo II, Juan Pablo I, Benedicto XVI y hoy el Papa Francisco.
Que historia tan bella de nuestra Iglesia. Esta historia tiene un epicentro: el Concilio Vaticano II, del 62 al 65, que viene siendo el punto intermedio entre el pasado y presente de esposas cristianas.
Nace con aquel sueño, aquella inquietud de los fieles católicos que desean que la Iglesia responda a las nuevas situaciones del mundo. Y aparece el Concilio Vaticano II como una brújula para la Iglesia, para saber a dónde ir.
Pero también los grandes Arzobispos que me han precedido y que han acompañado también a la asociación. Recordamos a Monseñor Tritschler que, seguramente, era el Arzobispo en ese momento. Un hombre santo cuya causa de canonización la tenemos siempre en el tintero y que, les prometo, la activaré. Y, desde luego, los demás Arzobispos, que los conocen a todos.
Creo que esta es la primera bendición, han caminado al ritmo de la Iglesia. La asociación debe tener esta bella plasticidad, ir adecuándose al caminar de la Iglesia.
Los fundadores marcan el inicio. Pero luego los que van recibiendo la estafeta tienen que darle la continuidad de acuerdo a cada momento y a cada exigencia. Ahora les toca a ustedes, las esposas cristianas de este momento, entender este cambio cultural que ha afectado, sobre todo, a la familia.
Las familias de hoy ya no son las familias de hace 75 años. Hace 75 años se respiraba un ambiente cristiano en monterrey, todos coincidían que, en el matrimonio, la fidelidad y la permanencia del matrimonio era un valor incontestable.
Hoy vivimos otro momento, y no por eso menos interesante y bonito. Pero ahora vivimos otro momento, las familias están en crisis, el papel de la mujer es cuestionado, o exige ponerse de acuerdo a este momento. Las mujeres de hoy tienen otra mentalidad.
Hoy vivimos, y gracia a Dios así es, vivimos un momento de mayor horizontalidad, ya la jerarquía propia de la familia ha cambiado. Ahora, con toda razón, la mujer, la esposa, exige ser tratada de modo igual al marido. Eso no lo podemos quitarlo, es una de las tomas de conciencia actual que tenemos que valorar.
Pero, ¿qué es lo más importante? que las esposas sigan siendo cristianas, que vivan su fe cristiana en este momento, en estas condiciones. Y nunca fácil, oímos el santo Evangelio, cómo la Persona de Jesús provoca división.
Unos opinan una cosa, otros la contraria. Algunos convencidos dicen, “Él es profeta, Él es Mesías”; pero otros dicen, “no es así”, y se provoca la división. Pero uno de entre tantos de los que hablan dice una cosa bellísima, “nunca nadie ha hablado como Él”. Y esa es una verdad. Nunca nadie ha hablado como Jesús.
Y por eso ser cristiano, ser esposa cristiana, es oír a Jesús. Eso no cambia en los más de 2,000 años del cristianismo, eso no cambia con las épocas que vive la historia humana.
En esta época nueva sigue siendo válida la afirmación, nunca nadie ha hablado como Jesús. Y ustedes, esposas cristianas, lo primero que tiene que distinguirlas es oír a Jesús, a la escucha de Jesús, como María, la hermana de Martha escuchando a Jesús.
El que oye a Jesús no se equivoca, de sus palabras brota verdad y sabiduría. Jesús nunca las va a poner a pelear en su familia, nunca les hará tomar otra actitud más que la suya.
¿De qué nos habla Jesús? Del amor, del amor hasta dar la vida. Esa es la segunda señal de ser esposa cristiana. Primero, la que oye a Jesús, que se deja convencer por su palabra. La segunda, imita a Jesús, es decir, entiende que la vida, regalo preciosísimo de Dios, está para compartirla, que el cristiano, la cristiana, no busca su propio interés y su propia comodidad.
Una mujer cristiana, una esposa cristiana, tiene en el Crucificado el ejemplo para su vida, dar la vida. Y ¿no es, acaso, dar la vida dejarse acompañar con amor a su esposo? ¿no es dar la vida entregarse fielmente en la educación y la formación de los hijos y de las hijas? ¿no es, acaso, dar la vida compartir con otras hermanas, esposas cristianas, el proyecto de vida? ¿no es acaso dar la vida, también, compartir con la Iglesia todas sus inquietudes?
Eso es ser esposa cristiana, oír a Jesús e imitar a Jesús. Eso es lo que basta para decir quién es y quién no es cristiano. Por eso, el día del bautismo todo comenzó con la señal de la cruz en nuestra frente, porque la identidad de una mujer cristiana, de una esposa cristiana, es llevar la cruz de cada día, con alegría y sin resentimiento.
Por eso, hermanas esposas cristianas, que les toca ahora recibir la estafeta que inició hace 75 años y que, seguramente, esto será hasta que Dios diga, manténganse fieles al carisma recibido, a la inquietud primera, a la inquietud de la fundadora y de las fundadoras.
Pero también nunca olviden que deben tener la plasticidad apostólica, de estar leyendo los acontecimientos de la historia y de la Iglesia para acompañar a las jóvenes esposas cristianas que viven esta nueva cultura, distinta a la de hace 75 años, pero no menos exigente y desafiante.
Creo que muchas jóvenes esposas encontrarán en ustedes un acompañamiento y encontrarán también un oasis para poder enfrentar los desafíos que ellas tienen en este momento.
Vamos pedirle al Señor tres cosas. Primero, que la asociación de esposas cristianas viva en la oración; segunda, que la asociación de esposa cristianas siga en su camino formativo, no se puede hacer caso omiso de la importancia de la formación esposas cristianas.
La asociación no es un club de amigas, hay que formarse, hay que recibir y hay que compartir la riqueza formativa de la asociación; tercero, la asociación de esposas cristianas tiene que vivir este momento misionero. Me da gusto que siempre han estado muy cerca de la pastoral familiar de nuestra arquidiócesis y que, ahora, también coinciden con que el Padre Oscar les acompañará, después de muchos años que lo ha hecho muy atinadamente el Padre Lorenzo.
Tienen un futuro por delante muy desafiante pero muy bonito. No se desanimen, siempre hay dificultades. Hoy el Papa Francisco visitó en la mañana el Santuario de San Pío de Pietrelcina. Lean un poco de su vida, cuánto sufrimiento, cuánta incomprensión, cuántas calumnias, pero quien está con Jesús persevera a pesar de todo.
Ser parte de una organización, de un movimiento, de una asociación, tiene también muchas exigencias. No siempre se anda sobre alfombra roja. Se tiene que soportar porque los hermanos nos soportan a nosotros. También tenemos que soportar, pero esto es lo que hace bello el vivir comunitario de esposas cristianas.
Sigan adelante, sigan convocando a las nuevas jóvenes de esposas cristianas. Hace unos cuatro días platiqué un ratito con una jovencita, esposa cristiana. Me dio gusto de que está feliz en su asociación. Ella no tiene más de tres años de casada y está muy contenta. Creo yo que tienen mucho que ofrecer y compartir.
Muchas señoras jóvenes de Monterrey, de México y del Mundo necesitan de su experiencia de fe, compártanla, no se callen. Si Jesús dijo cosas bellas, ustedes también pueden replicarlas, no olviden lo que oímos hoy en el Evangelio de aquella voz anónima, “nunca nadie ha hablado como Jesús. Ustedes imiten sus palabras, imiten sus ejemplos.