Misa Unión Social de Dirigentes Empresarios (USDE) / Casa de la Iglesia / 13 de enero del 2018
Primero los felicito, pero también los aliento a seguir con su iniciativa, tan necesaria en este momento para nuestra Iglesia, para nuestra sociedad. En este momento histórico de cambio, de nuevas prioridades, es importante no perderse, mantener siempre la identidad.
¿Cuál es la identidad? Somos discípulos de Cristo. Él nos ha hecho parte suya, somos cristianos, somos católicos, y tratamos de descubrir cuál es la tarea que nos corresponde en este momento. ¿Cuál es la misión? Somos misioneros, es decir, apóstoles de Jesucristo.
Cuando el arzobispo, Monseñor Espino, construye este seminario quiso, a través del arte, darles una enseñanza a los seminaristas. Si ustedes visitan la capilla del Seminario Menor verán que las imágenes son de muchos santos, de diversas vocaciones. Como los discípulos de Jesús tienen siempre un camino igual: la santidad. Ahí verán las pinturas de algunos santos y santas de nuestra Iglesia.
Quiso reservar este lugar para las figuras de los apóstoles, los doce junto con san Pablo. En este edificio tenemos esas dos partes de la vida cristiana: discípulos, llamados a vivir santamente, y apóstoles para difundir la verdad del Evangelio, vocación común al pueblo de Dios.
Ustedes han sido llamados a ser discípulos de Cristo a vivir santamente, pero también el Señor les quiere compartir la tarea de, en el modo de vida que ustedes llevan, difundir el Evangelio. Este Evangelio que se hace realidad en todas partes y en todas las situaciones.
Hoy oímos estos dos relatos, dos vocaciones, la vocación de Saúl (1 Sm 9,1-4.17-19; 10, 1a), la vocación de Leví (Mc 2,13-17), llamado después Mateo. Hay muchas cosas en común en ambos relatos, pero también diferencias y desenlaces distintos.
Se fijaron en Saúl que será el primer rey de Israel. Tenía todas las condiciones para ser un buen dirigente de su pueblo. Léanlo y verán cómo fallaron las cosas. Saúl tuvo los trastornos del poder, porque eso es lo grave de nuestra vida personal. Detrás del pecado hay un trastorno. Saúl se hizo neurótico, o bipolar o esquizofrénico.
Relata el mismo libro cómo tenía momentos de mucha ira, de mucho coraje. David, que será su sucesor, fue llamado a trabajar en la corte, y cuando estaba él furioso le asignaban a David que le tocara un poco de música para que le bajara la ira. Cuenta la historia que, incluso, un día que estaba furioso le avienta la lanza a David que estaba tocando el arpa.
Es la historia de una vocación fallida por olvidar que todo procede de Dios y que toda actividad humana, cualquiera que sea, debe estar encaminada a servir a Dios en la comunidad y para la comunidad.
Dice que Saúl era el más alto que todos sus compañeros, además, era bien parecido. El Señor lo llama, lo unge, pero él después tomará caminos equivocados, sufre una ruptura ética y moral, y viene después un despeñadero.
También tenemos la historia de Leví. Él era recogía impuestos y era despreciado por el pueblo. Pues, ¿a quién le gusta que le cobren impuestos? El Señor lo llama y en él se genera un cambio. Él, en medio de ese rechazo comunitario, rescatará su sentido de pertenencia a la comunidad, a la Iglesia. Por eso en este proyecto que ustedes están ideando y concretando yo les pido conservar esos elementos que providencialmente hemos escuchado. No olviden su vocación de discípulos de Cristo llamados a ser santos.
Segundo, no olvidar que pertenecen a una comunidad humana y eclesial, que es la que nos mantiene siempre en la disposición de servir. Y tercero, cuidado con una ruptura moral. Tenemos siempre las ayudas para mantenernos en el rumbo correcto.
Primero, la Palabra de Dios, el Evangelio; también, la doctrina de la Iglesia, la enseñanza de la Iglesia en todos los campos, en lo que es teológicamente al misterio de la Santísima Trinidad, pero también a lo que se refiere a la doctrina sobre la moral concreta que debemos de vivir.
Tenemos esas tres cosas siempre en nuestro auxilio, en nuestra ayuda. No hay que olvidarnos, hay que tenerlas siempre presentes. El que se desvía como Saúl le va mal. Romper la Ley de Dios no solamente marca un fracaso humano en los negocios, en el ejercicio del poder, sino también daña la consistencia personal.
Saúl fracasa como gobernante, fracasa por su egoísmo, por su celo, por las envidias, y termina solitario y prácticamente fuera de sí. Un mal gobernante termina mal de la cabeza. Alguien que no se mantiene mirando a Cristo y mirando a su pueblo, cuando piensa que todo es para él, y solo para él, también termina mal.
El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in veritate, dice que una cuestión moral equivocada termina siendo un mal negocio. Dios bendice lo que se hace bien y bendice a quien lo hace bien.
Y por eso vamos a pedir por nuestro pueblo, por nuestro país. Dios los llama a vivir la santidad en las tareas que humanamente desempeñan. Vamos a pedir por ustedes, por esta misión de ser dirigentes de asuntos económicos, dirigentes de pequeñas o grandes empresas, que todo sea para mayor gloria de Dios y para el bien de su pueblo.
Sepan que cuentan siempre con mi apoyo, con mi bendición y también que mantengan el entusiasmo. Las cosas se hacen con alegría para que haya siempre decisión y entusiasmo. Que Dios los bendiga.