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Para que Cristo sea conocido, amado y servido

Encuentro Nacional de Pastoral de la Comunicación / Catedral de Monterrey / 10 de octubre del 2017

Hermanos sacerdotes, hermanas y hermanos fieles laicos: quiero invitarles a oír esta Palabra de Dios en el contexto de la misión que ustedes comparten. Anunciar el Evangelio en los nuevos modos como la historia nos obliga. Cristo les dijo a sus apóstoles: “proclámenlo desde las azoteas” (cfr. Mt 10, 27). Hoy, las redes sociales, los medios de Comunicación, son las nuevas azoteas, los nuevos púlpitos y micrófonos.

Nos toca anunciar el Evangelio y, en estos días, se nos propone la figura de Jonás, el profeta fugitivo el que no está de acuerdo, el que no comprende el proyecto de Dios, pero que, a regañadientes, tiene que ir confirmando su misión que Dios le llamó (cfr. Jon 3,1-10).

Tenemos grandes desafíos. Primero, llegar a cada persona. Que cada persona se convierta en un oyente del Señor, como lo oímos en el Evangelio, en la historia de estas hermanas, Martha y María (cfr. Lc10, 38-42). María se sienta a los pies de Jesús y recibe la mejor parte. Primer objetivo de la Comunicación: que la gente se ponga a los pies de Jesús y lo escuche atentamente.

Esa escucha que requiere simpatía y empatía con Jesús. Es lo que hace María. Le importa Quién habla y qué habla. La voz de la Iglesia no es anónima. Para nosotros cuenta que predica y lo que predica, como a María le interesa Quién está hablando y le interesa lo que dice. Qué difícil lograr estos dos elementos juntos: que te interese la persona y te interese lo que dice. Es el primer desafío de la Comunicación.

El segundo es mirar la gran comunidad humana. Jonás fue enviado a predicar en la gran ciudad de Nínive. El desafío que tenemos ahora es que el Evangelio debe ser anunciado a las grandes metrópolis. Se dice que, en medio de 10 años, el 80% de las personas estará en las ciudades, esa tendencia de los pueblos a desaparecer. Anunciar el Evangelio en las grandes ciudades es un desafío muy complejo, problema muy grande.

El comunicador de las grandes ciudades debe tener una opinión positiva de la ciudad porque en ella camina el Señor. Jonás atraviesa la ciudad e invita a la conversión. Eso es lo que nos toca a nosotros, recorrer la ciudadanía a través de los medios de Comunicación con este espíritu afectivo con el pueblo. No estamos solo para demostrar las cosas negativas que ocurren, estamos para desafiar en el buen camino. Jonás llamaba al cambio de conducta, pero en el fondo, dice, “hay que volver a Dios”. Ese es el desafío de la Comunicación, que la gran ciudad vuelva su mirada al Señor.

Ustedes y yo servimos a Cristo. Los “likes” no deben ser pensados para nosotros, sino para Cristo. Esa es nuestra preocupación. Pasar, en cierta medida, en un perfil bajo, empeñoso para que las grandes ciudades volteen a Cristo, se conviertan. Eso es convertirse, cambiar la mirada, contemplar a Cristo. Es así como podemos servir a la Iglesia, porque hay siempre la tentación de la idolatría, de la imagen. Hoy muchos comunicadores están más preocupados por sí mismos, de ganar simpatía. Ustedes y yo no podemos pretender otra cosa sino que Cristo sea conocido, amado y servido.

Ahí está nuestra tarea: hacer que las grandes ciudades sean espacios para la convivencia, para la virtud. Que estos días se renueven los mejores sentimientos de Comunicación. Estamos al servicio de su Palabra y de su Iglesia. Nos gusta que haya “likes”. Tenemos que reconocer a Jesús, nuestro Señor.

Les animo que seamos como Jonás, que nos preocupemos por la ciudad y caminemos a través de ella. Quiero agradecerles todo lo que hacen. Que regresen con más ánimo de poder jalar la atención para que la gente, en este océano, puedan ser atraídos por el Evangelio, por Jesús, para que la gente, como María, sea capaz de sentarse a los pies de Jesús, amarlo y escucharlo.

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