Decreto de Santuario Schoenstatt, Camino al Cielo – 21 de mayo de 2017
Agradezco a los Padres que me hayan invitado a honrar a Jesucristo y a María en este Santuario de Schoenstatt. Me da gusto darle la bienvenida al padre Guillermo que será el Rector de este Santuario y que se incorpora al servicio en esta Iglesia de Monterrey.
Cuando iba a la sacristía le comenté a los Padres que un Santuario en la montaña tiene su belleza y su dificultad, como todas las cosas de Dios. Por eso dice el salmo “levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio? el auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra”. Recuerdan ustedes la historia de la salvación, toda está señalada por montes donde Dios ha manifestado su gracia: en el monte Moria Abraham ofrecía a su hijo Isaac en sacrificio y Dios lo detuvo; en el Sinaí el Señor nos regala su Palabra, las Diez Palabras, su Ley; en le monte Carmelo el profeta Elías defenderá a Dios como único Señor; en un monte Jesús predicará las bienaventuranzas; en el monte Tabor se transfigurará y en el monte Sion acontecen los misterios de nuestra salvación, la muerte y la resurrección del Señor. Y en todo vemos estos dos lados de una misma medalla: lo bello y lo difícil. ¿No es acaso bello lo que Jesús nos enseña en el Evangelio? claro, pero qué difícil es llevarlo a la vida; ¿no es bella la revelación de los mandamientos? sí, pero qué difícil llevarlos a la práctica. Los montes nos recuerdan la belleza y dificultad. Ustedes vivirán esos dos lados, y esperamos siempre que el primero sea el más importante, como toda vida cristiana siempre llena de gracias de Dios pero también dificultada por nuestros pecados y negligencias.
En este domingo la Palabra de Dios nos habla de este doble aspecto que tiene la vida cristiana: nos habla de la belleza de la abogacía. Dice Jesús “yo les enviaré otro abogado, otro consolador”. Esta promesa que se cumple en Pentecostés es la cosa más bella que ha recibido la Iglesia: la abogacía, saber que alguien nos ha juzgado, pero en ese juicio aunque somos culpables nos declaran inocentes. Es esta misma experiencia la más bella de san Pablo, cuando descubre que siendo culpables nos ha declarado inocentes, es el mejor abogado, el Espíritu Santo en nuestro corazón; defienden la experiencia más grande que puede tener el ser humano: sentirse hijo de Dios. El Espíritu le habla a nuestro espíritu, de tal manera que nosotros podamos decirle a Dios “Papá” y, ¿qué papá no se compadece de su hijo? Dios nos ha declarado inocentes, porque aun siendo juez es también papá, Él es nuestro abogado, Él es nuestro consolador; pero fíjense cómo ese amor y esa abogacía se extiende a la Iglesia en María. A ella, le decimos “abogada nuestra”, porque es nuestra mamá, y no hay mejor defensora de un hijo que la mamá. Nunca he escuchado a una mamá que no le perdone algo a su hijo, siempre tendrá la esperanza de que su hijo, si está equivocado, pueda cambiar y ser una buena persona.
Esa es la tarea y misión de este Santuario: que brille la Abogada, la Madre de Dios y Madre nuestra, la que siempre intercede por nosotros y que la Iglesia le llama “la llena de gracia”, la llena de amor que nunca se agota, que siempre está lleno porque el amor de la Virgen María es muy grande en consuelo y en protección. Hoy decía el apóstol san Pedro “que sepamos dar razón de nuestra esperanza”, siempre que te pregunten sepas dar razón de la esperanza, y ésta es nuestra esperanza: el amor de Dios nuestro Padre, que en Cristo somos salvados y que el Espíritu Santo es nuestro consolador, el que ruega e intercede por nosotros, el que siempre trata de mover nuestro corazón para vivir la fe, la esperanza y la caridad.
Que Dios permita que este Santuario continúe así, que ustedes recurran aquí para encontrarse con la gracia de Dios manifestada en la Virgen María que siempre cuida de sus hijos; nadie que recurra a ella se sentirá defraudado, el amor siempre llena el corazón, llena de ilusión y de esperanza. Que Dios les bendiga y que aunque sea difícil llegar hasta acá no dejen de venir, porque aquí hay belleza, aquí se encuentra la mujer más bella de la historia. Así pues, este Santuario, aunque tenga esas dos características, bello y difícil de subir, puedan ustedes remontarse a las cosas más importantes de nuestra fe, porque las cosas bellas siempre son difíciles y nosotros, apoyados siempre en el amor de Dios manifestado en Cristo y fortalecido por el Espíritu Santo, seguimos en la búsqueda de la belleza a pesar de cualquier dificultad.