Catedral Metropolitana de Monterrey – 9 de junio de 2017
Estimadas hermanas y hermanos, señora Elva, esposa de Don Humberto, estimados hijos, hermanos todos de Caritas de Monterrey, gracias también al coro de los Caballeros de san Miguel.
Nos reunimos esta mañana en la Iglesia de Catedral con dos motivos. El primero, darle gracias a Dios, es deber de un buen corazón agradecerle a Dios el don de la vida, cualquiera que haya sido el momento, el tiempo, siempre hay que agradecerle a Dios; pero también de manera solidaria, pedimos a Dios por nuestro hermano Humberto, para que Dios le perdone sus pecados. Todos nosotros, aún aquellos que más se distinguen por la virtud, tienen siempre que pedirle a Dios perdón. Y hoy, esta Iglesia de Monterrey se une en acción de gracias, pero también con un corazón contrito. Quiero subrayar el hecho de que estemos celebrando en esta Catedral de Monterrey, porque lo que hizo Don Humberto, todo su caminar en la pastoral de la caridad, sin duda que tuvo dos puntos de apoyo.
El primero, una expresión de la fe en Dios. La caridad cristiana siempre tiene su fundamento en la fe en Dios, la fe en Cristo Nuestro Señor, pero tiene también otra fortaleza, la caridad es siempre obra de la comunidad, cada persona que está motivada, que tiene la fuerza interior para vivir la caridad sabe hacerlo con la Iglesia. Y la Catedral, que es la sede del obispo de Monterrey, tiene este significado eclesial: toda obra de caridad sale de esta Iglesia, porque esta Iglesia es la madre de todas las Iglesias de Monterrey. Por eso, considero que la obra caritativa de Don Humberto tuvo siempre esas dos fortalezas: la fe en Dios y el cariño a la Iglesia.
Dice san Agustín que la caridad cristiana es amor a Dios y amor al prójimo. Él dijo una expresión que nos ayuda mucho a entender la diferencia entre la caridad cristiana y cualquier otra obra de beneficencia, igualmente grande e importante. Siempre valoramos toda filantropía porque es siempre una obra buena, pero de Don Humberto no estamos hablando sólo como un filántropo, estamos hablando de un cristiano que vive la caridad. Dice san Agustín el amor a Dios es lo primero en la intención, y lo segundo en la acción, el amor al prójimo es lo primero en la acción y lo segundo en la intención. Un creyente hace una obra de caridad pero tiene siempre una intención, una intención trascendente, lo hace porque cree en Dios, lo hace porque sabe que Dios así lo quiere; pero también un cristiano, siguiendo la instrucción de los apóstoles siempre entiende que la obra de caridad es siempre algo concreto, es algo que se toca, que se siente y que se ve.
Es cierto, la caridad, como amor a Dios, es lo primero en la intención, pero lo segundo en la acción, y el amor al prójimo es lo primero en la acción. Así lo entendió Don Humberto y Caritas Monterrey, a él le tocó iniciar esta obra de la Iglesia inspirado primero por el Papa Pablo VI y acompañado por el Papa Juan Pablo II. ¿Qué había dicho Pablo VI? Que ante una pobreza progresiva una caridad organizada, que era necesario que no solamente cada uno por su cuenta viviera el mandamiento de la caridad, sino que también la caridad debería de tener esa expresión comunitaria y eclesial. Así lo entendió Don Humberto, y así respondió a esta inquietud de la Iglesia que sigue siempre vigente, y gracias a Dios Cáritas es el emblema de la caridad de Monterrey, en esta obra concurren todas las obras de la caridad, allí se pueden vivir todas las obras de misericordia.
Le damos gracias a Dios por todas las iniciativas y respuestas de fe que tuvo Don Humberto, porque fue un hombre que amó a Dios y a la Iglesia. Hoy la Palabra de Dios, que está en continuación con lo que hemos escuchado estos días en la Misa, nos presenta una figura de la caridad: a Tobit, el papá de Tobías, una caridad que siempre es heroica, una caridad que siempre es renuncia a sí mismo. Recuerdan la historia, Tobit enseñó a Tobías la caridad, un día estaba comiendo Tobit y le avisan que acaban de matar a un judío en la plaza publica, Tobit inmediatamente sale a atender a aquel difunto, porque había mandado a Tobías a dar la caridad a los pobres. Tobías aprendió de Tobit el amor a Dios viendo la obra caritativa de su papá, la fe en Dios se aprende en la caridad porque un papá, una mamá, por mucho que le digan a su hijo “cree en Dios”, si no ve en ellos la caridad es muy difícil que se fortalezca la fe en Dios; la fe pasa por la caridad, la fe es el pórtico para acceder al amor de Dios.
Estimados hermanos, familiares de Don Humberto, todos los miembros de Caritas de Monterrey, su presidente y los ex presidentes, vamos a darle gracias a Dios, dice la Escritura “dichosos los que mueren en el Señor, porque sus obras los acompañan”. Vamos a darle gracias a Dios que le dio un gran corazón a Don Humberto, corazón de fe y de caridad, y también porque supo ver en cada pobre al mismo Jesucristo, porque no hay caridad donde no se valore a la persona por ella misma, y donde no se descubre la presencia misma del Señor. Que Dios bendiga a esta Iglesia de Monterrey, que el Señor reciba en el cielo a nuestro hermano Humberto, y que sirva para nosotros como un ejemplo de lo que tiene que ser la caridad cristiana.