100 Aniversario nacimiento sr. Humberto Lobo / Parroquia María Reina de los Ángeles
Estimadas hermanas y hermanos, familiares del sr. Humberto Lobo, niños del coro que nos ayudan a vivir con mejor devoción la santa misa, hermanos sacerdotes. Aprendí una verdad, leyendo un escrito de san Juan Pablo II, acerca de cómo hay que mirar la historia. Él decía: el pasado hay que mirarlo con gratitud, el presente con mucha pasión y el futuro con esperanza.
Quiero invitarles a ponernos en esta manera de ver la historia de nuestro hermano Humberto y también la historia de cada uno de nosotros. Qué importante es voltear hacia atrás y que salga de nosotros una palabra de agradecimiento, decirle a Dios “muchas gracias”. Qué importante es, también, descubrir la belleza del presente que el Señor nos concede vivir y que Él nos pide siempre que lo hagamos con mucho entusiasmo.
La vida que el Señor nos regala es digna de apreciarse. De esa manera coincidimos con el proyecto de Dios para nosotros. El Señor así nos permite mirar más allá, muy lejos, con la esperanza del Cielo. Han querido los familiares recordar estos cien años del nacimiento de don Humberto con esta Eucaristía, como el momento más bonito de todo lo que significa mantener la memoria de una persona que se le estima, se le valora, se le agradece.
Hoy la Palabra del Señor también nos ha invitado a mirar siempre la historia de nuestras vidas de manera muy positiva. El libro de la Sabiduría (Sab 3, 1-6ss) nos dice que hay que mirar la vida como una prueba, semejante a la prueba del oro que pasa por el crisol. ¿A quién le gusta sufrir? A nadie. ¿A quién le gusta luchar? Ojalá y no fuera necesario. Pero la vida es una gran prueba que, gracias a Dios, don Humberto la pudo superar, y la superó con creces. ¿Por qué razón? Porque se dejó acompañar por Dios.
Porque solo con Él es posible mantenerse con el ánimo de seguir adelante, de superar cada prueba, cada obstáculo, aprender en la vida a purificarnos, a retirar de nosotros lo que no sirve, lo que es excedente y quedarnos siempre con lo esencial. Eso es lo que hace el crisol con el oro. Va retirando la ganga y va quedando puro material.
Así es lo que hace Dios con nosotros. Pero hay que ponerse en esa disposición de saber que la vida es una lucha continua, que las cosas nunca se dan de modo fácil y sencillo, que hay que superar, que hay que dejarse ayudar por Dios y por tanta gente buena que Dios va poniendo en nuestro camino. A don Humberto le acompañó un sacerdote, para nuestra Arquidiócesis muy importante: el venerable padre Raymundo Jardón.
Qué importante es tener buenos compañeros en la vida que nos animen, que nos ayuden a vivir siempre con la expectativa del siguiente paso, a no conformarnos con lo que ocurre cada día sino levantarse cada mañana con el deseo de seguir adelante. Esto es posible cuando llevamos la esperanza de Dios en el corazón. Por eso, el libro de la Sabiduría dice algo real: los que confían en el Señor conocerán la verdad, conocerán a Dios, conocerán a Cristo.
Es cierto, la vida es una lucha con muchos problemas y dificultades. Pero, qué importante es confiar. Esa es la fe, confiar en Dios. Como dice el apóstol san Pablo a los Romanos, “es creer contra toda esperanza” (cfr. Rm 4, 18-21). Cuando todo delante de ti pudiera parecer oscuro, la fe te hace caminar e ir descubriendo cómo, en cada paso, se abre un foco de luz. Pero hay que hacerlo con confianza. Los que confían en Dios encontrarán la verdad.
Jesús en el Evangelio nos dijo otra claridad, “hay que construir sobre roca” (cfr. Lc 6, 48ss), sobre la verdad. Hay que ser como aquel hombre prudente que construyó sobre roca, y no como el otro imprudente que, por la prisa de hacer algo, construyó sobre arena. Construir sobre roca, en esa paciencia histórica que nos obliga a ir pensando, reflexionando, decidiendo, pero poniéndose siempre de parte de Dios. Hay que construir la vida sobre roca, no sobre cosas que, fácilmente, se desvanecen. Nosotros no queremos atrapar vientos.
Llevamos siempre, en medio de las dificultades, muchas certezas: la certeza de que Dios nos quiere mucho, la certeza que Cristo ha dado la vida para salvarnos, la certeza de que la Virgen María siempre nos cubre con su manto, la seguridad de que no estamos solos, de que Dios ha provisto una Iglesia, una comunidad cristiana que nos cuida, que nos orienta, que nos permite siempre mirar el futuro con esperanza.
Hermanas y hermanos, el pasado lo miramos con gratitud. Démosle gracias a Dios porque siempre hay hombres y mujeres ejemplares a lo largo de nuestra vida. Porque don Humberto es un ejemplo para todos. Para ustedes, un hombre que sabe luchar, que pone su vida en el crisol para que Dios lo purifique, un hombre que confía y mira el futuro con esperanza en la lucha cotidiana por ser fiel a Dios, de alguien que sabe construir, no en quimeras, sino en realidades, construye sobre roca, es prudente.
¿Qué es la prudencia? Medir lo que viene, saber que hay un mañana, que el presente bien vivido y en plenitud nos prepara para el mañana. El prudente es el que sabe ubicarse en el tiempo y en el lugar. Esto nos ayuda siempre a ponernos en las manos de Dios. El hombre prudente sabe que es frágil, que vienen tormentas, pero que está construyendo sobre roca, que está agarrado de la mano de Dios y, venga lo que venga, Dios proveerá.
Hermanas y hermanos, animados por el buen ejemplo de don Humberto, fortalecidos con la Palabra de Dios que acabamos de escuchar, que nos llama a mirar el pasado con gratitud, el presente con pasión y el futuro con esperanza, les invito para que, con esta Eucaristía, el Señor nos llene con su gracia y nos permita vivir en plenitud la vida que Él nos ha regalado. No se puede ser mediocre, no se puede ser imprudente en la vida. Siempre confiarnos en Dios, en el cariño a la Virgen y el cariño a la Iglesia.
Que Dios bendiga a todos hoy que recordamos los cien años de vida de don Humberto, también nosotros nos animamos a seguir el trayecto que Dios ha trazado para nosotros con confianza en Dios y con el ánimo que nos da la fe.