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María es Señora de los Dolores, pero, sobretodo, Madre del Consuelo

Unción de enfermos / Capilla nuestra Señora del Consuelo, Parroquia san Pedro apóstol, centro / 13 de septiembre del 2017

Hermanas y hermanos, vengo con gusto a celebrar con ustedes y a prepararnos a la fiesta de nuestra Señora del Consuelo. Ya saben que a la Virgen se le da el nombre de nuestra Señora de los Dolores, de la Soledad o del Consuelo. En la época de la independencia, el cura Hidalgo, cuando estaban celebrando las fiestas en Dolores, Hidalgo, dio el grito de dolores porque era la fiesta de nuestra Señora de los Dolores. Así, pues, nos unimos a esta fiesta que expresa mucho nuestros sentimientos.

Hoy en el Evangelio Jesús nos habla de la pobreza, del llanto, de la persecución (cfr. Lc 6, 20-26). Nos habla porque Él y María pasaron por esos problemas. Que alguien le vaya siempre bien, hable de estas cosas, no es muy creíble. Nuestro Señor Jesús, enfrentó tantos problemas, inclusive lo más grave, la muerte en la cruz, y la Virgen María acompañó a su Hijo en lo que fue la pasión. Ellos nos hablan con la experiencia vivida, con la experiencia bien dolorosa. Y por eso también vemos el otro ángulo que lo dice el título de “Consuelo”. La que sufre, la dolorosa es la Madre del consuelo porque ella sabe lo que es sufrir, sabe lo que es el dolor que pasan muchos seres humanos en la vida.

Hoy nos dice el apóstol san Pablo, “aspiren a las cosas del cielo, no a las de la tierra” (Col 3, 1-11). Hay algo muy bonito, cuando caminamos hacia el cielo vamos viendo hacia adelante y hacia abajo, porque si no te fijas hacia abajo, tropiezas y caes. Dios nos dio esa capacidad de mirar lejos y mirar cerca, y se complementan esas dos formas de mirar. Dios nos dio esa cualidad desde el punto de vista humano de nuestra mirada. Pero también tenemos que aplicarlo a la vida espiritual, miramos lejos y miramos cerca. Miramos cerca para comprender lo que nos pasa todos los días. Decía el apóstol, “las cosas de la tierra son un encanto que cautivan”. Él dice que pueden provocar la idolatría, es decir, que pienses que eso es lo más importante.

El Señor nos pide mirar más lejos, más allá hacia del Cielo, y para eso tenemos que pedirle a Él su gracia, porque nadie puede con los problemas, a todos nos duelen los problemas de todos los días. Hay que pedirle a Él que supo sobreponerse. A Ella que supo dar consuelo y esperanza. Cuando oímos estas lecturas no queda otra cosa que pedirle a Dios, que nos ayude mucho con nuestras enfermedades, con los achaques, deudas, con la falta de trabajo, con la falta de tantas cosas que podemos tener.

Duele mucho tener un enfermo, y uno se siente impotente porque no sabe qué hacer, no puede arreglar el problema, lo único que tenemos siempre es el consuelo de la oración, pedirle a Dios por los que sufren. En esta gran diócesis mucha gente la pasa mal y a lo mejor alguno de ustedes también. Vamos a pedirle a Cristo que apoye, que ayude y a la Virgen María que los consuele, que los fortaleza. A veces, podemos echar la mano, a veces no podemos. Vamos a orar, vamos a pedir, a ponernos siempre en la voluntad de Dios sabiendo que nadie tienen nada seguro, que nadie controla su propia vida, que todos, cualquiera que sea nuestra edad, a veces no se encuentra una respuesta. Lo único que puede hacer uno es compartir el dolor y pedirle a Dios, porque a veces nada podemos hacer. Solo Dios puede actuar.

Que Dios los bendiga y ya que tienen su capilla de nuestra señora del Consuelo, oren para que tengan el consuelo Divino y el consuelo maternal. Dijo Jesús algo que no alcanzamos a entender: “los que lloran después serán consolados”. Vamos a pedirle a Dios que es siempre grande y nos ayudará.

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