Domingo de Ramos, CERESO Topochico / 25 de marzo del 2018
Hermanos y hermanas, con gusto he venido a celebrar con ustedes. Este es mi sexto año que vengo a celebrar con motivo de la Semana Santa, siempre con mucho gusto de celebrar con ustedes.
¿Qué aprendemos de Jesús, nuestro Señor? Tres cosas: Cristo sufre, Cristo calla y Cristo ora. En el relato del Evangelio presenta a Jesús como aquél cordero que es llevado al matadero. Jesús sufre el abandono, y la injusticia, pero sabe callar.
Cristo tiene esa palabra experta que dice Isaías. Puede consolar al abatido, con pocas palabras, porque escucha y atiende. ¿Cuál es la palabra de un hombre experto? Sabe decir “te amo”. Ahí está la más grande que puede tener un ser humano.
Jesús también ora, y ora asumiendo su propio dolor, pero también se hace portador de nuestra voz. Él dice, citando un salmo, “Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?” Esta es la experiencia de todo hombre y de toda mujer que se siente solo. Por eso Jesús se una a la voz de nosotros. Es muy interesante que un pagano, cuando vio cómo había muerto Jesús, dijo, “en verdad este es el Hijo de Dios”.
Ahí está la respuesta a la pregunta, “¿por qué me has abandonado?”. Jesús, aunque sufre, es el Hijo de Dios. Dice el apóstol san Pablo, “Él aprendió a obedecer sufriendo”. Los invito a seguir la enseñanza de Jesús. Él es un anuncio de nuestras vidas. Mirando a Jesús entendemos lo que nos pasa.
Cuánto bien nos hace el hacer oración. Una oración sincera, realista, verdadera. Cristo fue abandonado por sus discípulos. Él muestra que los aplausos duran un solo segundo, que no valen la pena. Jesús ora con los salmos porque su dolor no es individual, sino que su voz es nuestra voz, su oración es nuestra oración.
Hermanos y hermanas, recen mucho. Únanse en oración con Jesús. El que reza entiende lo que le pasa. Lean el Evangelio, ahí están las respuestas, y solo las entiende el que ora. Saben que siempre cuentan con mi cariño y respeto. Que Dios los bendiga.