Misa en Convento de las Religiosas de la Cruz – 11 de abril de 2017
Me da mucho gusto estar con ustedes en esta mañana, y que bueno que tengo la oportunidad de hacerlo en esta Semana Santa, en la que la Iglesia mira atenta al crucificado. Los más grandes de edad, recuerdan que durante estos días las imágenes se cubrían en las iglesias para indicar que nuestra mirada estuviera puesta en el crucificado, solo en Él es posible entender la Palabra del Señor, el misterio de Cristo y de la Iglesia, y también nuestra vocación.
Durante esta semana escuchamos los famosos cuarto cánticos del siervo del Señor, recuerdan que cuando Felipe se encuentra con aquel etíope que iba leyendo un pasaje, el cuarto cántico, le pregunta el etíope “¿el profeta habla de sí mismo o de otro?”, y Felipe comienza a explicarle el sentido de esos pasajes, y le habló de Jesús. Con esa clave del libro de los hechos, que estos cuatro cánticos hablan de Jesús, pero hablan de Jesús del modo como Dios habla: habla de Jesús pero también de nosotros. Por eso, esos cánticos han sido interpretados de modo personal, pero también de modo comunitario. La Iglesia ha leído ahí la historia del pueblo Israel, pero también ha leído la historia de nuestra Iglesia.
En este segundo cántico sale el tema vocacional. Saben ustedes como es difícil explicar nuestra vocación, frecuentemente nos preguntan ¿cómo fue su vocación?, ¿cuándo supo que tenía vocación? Cuando me pongo a repasar cómo fue mi proceso vocacional sólo me quedo ante el misterio de por qué sí continué, ya que tuve compañeros con grandes cualidades, sin embargo, el Señor al que llamó al ministerio fue a mi; esto me deja preocupado. Hoy el profeta Isaías, hablando de Jesús y de nosotros, recuerda algo muy importante: la vocación está antes de nuestras decisiones. Los profetas así lo entendieron, “antes de nacer Tú ya me habías escogido”, ya tenías pensado una misión. Sigue siempre ese misterio de por qué el Señor nos puso en este camino; a veces alguno puede pensar que los que nos quedamos no tuvimos el valor de decir que no, o los que quedamos seguimos por una inercia, pero no es así; Dios está antes de nuestras decisiones y cuesta mucho trabajo comprenderlo, porque no deja de aparecer en nosotros la idea protagónica de la vocación, pensar que uno fue el del “Fiat” total, y no es así.
Este es el misterio de nuestra vocación, y hoy en el Evangelio nos presenta un contra punto: Judas y Pedro, los dos pecadores, los dos limitados; por eso cuando Pedro, muy atrevido le dice “yo voy a dar la vida por ti”, el Señor le recuerda su fragilidad, “antes de que cante el gallo tres veces, me habrás negado”. ¿Cuál es la diferencia entre lo que le pasó a Judas y lo que le pasó a Pedro? Sin duda ahí está el misterio también, pero podemos decir que a Judas le ganó la codicia, el gusto por el dinero; y a Pedro, aunque era pecador, era capaz de poner en primer lugar a su amigo; en cambio, Judas traiciona a su amigo, a aquel que le ha dado confianza, aquel al que lo llamó; y ahí está el misterio de la fidelidad humana, ¿por qué uno sí y por qué otro no? No deja de ser cuestionante esta historia que a mí me parece dramática, pero que la Iglesia la escucha con atención para pedir la fidelidad a Jesús, que Cristo sea siempre nuestro amigo y que no haya otros intereses aparte de ese. El Papa Francisco nos recuerda que debemos de tener atención con la mundanidad, lo ha repetido una y otra vez, qué difícil ponernos en la voluntad de Dios, qué difícil mirarnos en esa vocación del siervo de Dios que no pretendió otra cosa sino servir, todos tenemos la tentación de querer ser más unos que otros, a ustedes también les pasa, me pasa a mí también, pero hay una cosa muy a todo dar: que Dios viene en nuestra ayuda y su Palabra nos recuerda siempre nuestra vocación, la razón de ser de nuestra vida y eso nos da la oportunidad de convertirnos cada día.
Hermanas, que el Señor las siga acompañando, denle gracias por su vocación, las más jóvenes con la alerta que siempre tiene que estar ahí, porque es fácil desanimarse, es fácil voltear a mirar a otro lado; miren, a veces no le encontramos el derecho a nuestra vocación, pero ahí están ustedes, el Señor las llamó de modo increíble, a veces parece circunstancial, pero ese es el proyecto del Señor, y como aquel apóstol que aparece aquí en la escena el discípulo amado cercano a Jesús, se acerca al corazón de Cristo, es lo único que nos puede hacer acercarnos al Señor. Pidamos por las vocaciones religiosas, vamos a pedir para que Dios, en su voluntad, en su proyecto que tenga para esta Iglesia, provea para más vocaciones a la vida consagrada, porque nos hacen mucha falta a la Iglesia, las necesita también el mundo. Pidámosle al Señor para que haya siempre más vocaciones y que las jóvenes que están en los conventos perseveren.