Visita Pastoral Mater Admirabilis – 4 de abril de 2017
Estoy muy contento de venir a visitar esta parroquia que está bajo el título de Mater Admirabilis. Desde que vine por primera vez me fijé en la imagen de la Virgen María, y me llamó la atención que está hilando, que está trabajando; y su título, que también es como un eco de los libros sapienciales, donde se elogia a la mujer que trabaja, que trabaja hilando. Esto me recordó algo que también siempre me ha gustado, los artistas cuando pintan la Anunciación, lo hacen de dos modos: en algunas ocasiones dibujan a la Virgen rezando; otros la dibujan trabajando. Esas son las dos tareas que resumen la fe. San Benito, por eso, en dos palabras resumió el catecismo, ora et labora, ese binomio inseparable, orando y trabajando.
Quiero hablarles también de lo que escuchamos de la Palabra del Señor. Hoy, la Palabra nos habla de homeopatía, víboras se curan con víboras, veneno con veneno. Es lo que relató el libro de los Números, “el pueblo murmuró contra Moisés, y el Señor les mandó víboras”, y para para curarse les dijo “vamos a poner en un mástil una víbora, para que todo el que la vea quede curado”. Me parece que el símbolo de los médicos es ese, una víbora, porque la única manera de curar las enfermedades graves es poner precisamente lo que hace falta. Es el camino más complejo y más difícil, por eso el Señor a ese pueblo que se portó como víbora, murmuró, le mandó levantar una víbora para que se curaran. Me impresiona mucho cuando Jesús, hablando con Nicodemo, compara al Cristo crucificado con aquel acontecimiento del libro de Números, me daba pena decirlo, pero Él quiso decirlo del mismo modo: como ocurrió en el desierto, “cuando hayan levantado al Hijo del Hombre entonces conocerán que Yo Soy”.
En la cruz de Cristo es como conocemos al Hijo de Dios. La gente quería conocerlo triunfante, poderoso, glorioso, y la manera como Dios se reveló fue en la cruz. Y sólo aquel que lo ve queda curado. Qué importante es la mirada, la mirada que cambia, la mirada que reconcilia, la mirada de quién ama; los Evangelios contarán muchas veces acerca de las miradas de Jesús: cuando miró a Mateo, a Pedro, a la multitud, a la ciudad de Jerusalén; y Él quiere que devolvamos la mirada, aquel que le vea, aquel que se siente atraído por mí se salvará. Lo dirá posteriormente en el Evangelio, “cuando el Hijo del Hombre sea levantado atraerá a todos hacia Él”. “El que en un árbol venció, fue en un árbol vencido”. Se refiere al demonio, en un árbol venció, cuando venció a Adán y Eva; pero en un árbol fue vencido, en el árbol de la cruz. Dios ha querido así sanarnos, y nos sana con lo que no nos gusta: ser dañados, la muerte la vence con la muerte. Yo les invito en estos días de Semana Santa a mirar a Jesús, solo mirarlo, y Dios hará un milagro porque Dios te devuelve la mirada compasiva, de perdón, de amor.
Vamos a pedir la intercesión de la que se sintió mirada, ella dirá “el Señor miró la humildad de su esclava”. Ella que fue vista y mirada por Dios, y que también ella la devolvió la mirada en ese cruce de amor. Esperemos que nosotros también podamos vivir nuestra fe que consiste en mirar en Jesús, nada más. El que mira va más allá de ideas, va más allá de raciocinios, de ciencias; simplemente el que mira queda extasiado, por eso los grandes santos, los grandes místicos, fueron personas en extasis, en la mirada profunda de quién ama. Hoy Jesús nos invita a mirarlo en la cruz y eso nos hará mucho bien, porque el Señor quiere curarnos con esa vacuna que es su propia cruz.