Por Juan Pablo Vázquez Rodríguez
Monterrey, N.L. (www.pastoralsiglo21.org).- 1 de octubre 2020
Una tradición se vivió el día en ayer en la ordenación del nuevo presbítero para la Iglesia de Monterrey Hugo Eduardo Lara Cruz, para reconocer el papel que la madre tiene en la vida de un sacerdote, en este caso la Señora Sandra Mirella Cruz Cardenas.
Cuando un sacerdote es ordenado, sus manos son ungidas con óleo por su obispo. Después, sus manos son limpiadas con una toalla de lino blanca llamada maniturgium.
El óleo usado sobre las manos del sacerdote es sagrado, bendecido previamente por el obispo, de modo que el maniturgium, o manutergio, no puede desecharse en la basura. Aunque sí podría terminar en un cesto de lavandería para ser limpiado, los sacerdotes de la historia tomaron la costumbre de conservar estos paños de lino para presentarlos a sus madres durante su primera misa.
Según una antigua tradición, la madre conserva la toalla en lugar seguro hasta el día de su muerte. Luego, cuando su cuerpo es preparado para el funeral, el manutergio se deposita entre las manos de la madre. Entonces, la tradición piadosa cuenta lo que sucede cuando la madre del sacerdote llega a las puertas del Cielo.
Es acompañada directamente hasta nuestro Señor. Nuestro Señor le dirá: “Te he dado vida. ¿Qué me has dado tú?”. Ella entregará el manutergio para luego responder: “Te he dado a mi hijo como sacerdote”. Y con ello Jesús le concede la entrada en el paraíso.
Es una tradición hermosa y reconfortante que siempre conmueve a quien la presencia. También corren las lágrimas cuando un joven sacerdote presenta el lienzo a su madre, lágrimas de alegría.
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