La Iglesia nos pide que en los domingos de Cuaresma no tengamos otra celebración de algún santo para que nos concentremos en la mirada de Cristo. Los más grandes de edad recordarán que todas las imágenes se cubrían, los pueblos del centro y sur del país lo siguen haciendo, como la medida pedagógica para que centremos la mirada en Jesús. Esta parroquia está dedicada a san José y por eso es obligado que este domingo, aunque es tercer domingo de Cuaresma, hagamos alusión al santo patrono san José, pero siempre mirándolo como a contra luz, desde la luz de Cristo, tal como él quiso siempre ser y actuar: en el silencio, allá en el último lugar con humildad, así permanece siempre san José. Poquísimas alusiones de él hay en el Evangelio, pero esas nos bastan para comprender la grandeza de su persona.
Quiero hoy referirme a san José, desde el Evangelio. Jesús le dice a la samaritana “si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría agua viva”. Fíjense bien, la vida comienza siempre con un don, con un regalo de Dios. El que no mira así la vida se hace engreído y exigente, y jamás va a poder compartir con otros la vida. “Si conocieras el don de Dios”. Hoy, la Palabra nos habla de dos dones importantes: el agua amor. El agua, pensémoslo desde el punto de vista físico y material, ¿qué sería de nosotros sin agua? es una necesidad vital para todo ser vivo, y Cristo, verdadero Dios y también verdadero hombre, también tuvo sed, “era el medio día cuando Jesús pasó cerca del pozo, estaba cansado y tenía sed”, y le dijo a la mujer “dame de beber”. Cristo comparte con nosotros esta necesidad. Qué importante es reconocer el don de Dios, en ocasiones hasta que uno tiene problema para conseguir agua reconoce su necesidad. El agua nadie la crea, es un regalo dado por el Señor, es el primer don natural, sin agua nadie vive.
Un segundo don del que habla el Evangelio es el amor. Decía san Juan Pablo II que sólo el ser humano ha sido creado por amor y para amar, es el don de Dios, es el regalo más grande que tienes tú, que Dios te enseñe a amar y que sientas amor de otros pero también que puedas amar tu.
Dos regalos igualmente importantes, el agua y el amor. Sin esas dos realidades no podemos vivir, podríamos tener agua, pero si no tenemos amor sigue habiendo ahí un vacío que nada puede llenar, o que tengas mucho amor pero no tengas agua, hay muerte. “Si conocieras el amor de Dios”. Qué importante entender la vida como un regalo, todo lo que está a su alrededor es un don de Dios; cuando un joven o niño no entiende así las cosas se echa a perder porque comienza a ser exigente y nunca sabrá decir gracias, sólo el que conoce el amor de Dios dice “muchas gracias”. El que no conoce el don de Dios no puede compartir, se hace egoísta, cree que todo le hace falta, que todo le deben a él; pero el que conoce el don de Dios es gratificante, comparte. Decía san Pablo: “gratis lo recibiste, gratis lo tienes que competir”.
Vean a san José, él conoció el don de Dios, y Dios le hizo dos regalos increíbles: a su hijo, Jesús, y a su esposa la Virgen María. Dos regalos inmensos. A muchos de ustedes el Señor les ha regalado su esposo, esposa, sus hijos, son regalos que hay que reconocerlos y valorarlos, es lo que hizo san José. Un regalo, un don, se cuida como un tesoro. Por eso el Papa san Juan Pablo II, hablando acerca de san José, decía “es el custodio del Redentor”, él nos enseña a cuidar los regalos. El Papa Francisco hace cuatro años en un día como éste asumió la responsabilidad de guiar a la Iglesia Universal, y en esa ocasión hablando de san José nos decía que “nos enseña a cuidar la creación, a cada persona”. Recuerdan aquellas palabras insolentes de Caín cuando el Señor le dice “¿dónde está tu hermano?” y Caín le dice “¿a caso soy guardián de mi hermano?”. Hermanas y hermanos, Dios nos hizo guardianes uno del otro, todos tenemos que cuidarnos, cuidar nuestras vidas y cuidar el don de amar. Todo regalo se cuida, se aprecia y se comparte. El que no aprecia el don de Dios no lo va a compartir. Tenemos esta gran responsabilidad.
Que Dios los bendiga y vamos todos a pedirle a san José que nos enseñe a cuidar los regalos de Dios, a que seamos uno de otro guardianes y cuidadosos de cada persona. Hay que compartir los dones de la naturaleza y por eso un cristiano no maltrata a la naturaleza, porque sabe que es un regalo de Dios.