Graduación de la Escuela Bíblica de la Arquidiócesis de Monterrey – 12 de mayo de 2017
Me da mucho gusto celebrar esta Eucaristía precisamente en esta Catedral para agradecerle Dios este año escolar. Agradezco a ustedes, a mis hermanos sacerdotes, a todos los que de alguna manera colaboran en este proyecto formativo de la Escuela Bíblica.
Ustedes, a lo largo del tiempo que participan en esta Escuela, Dios les ha ido abriendo sus ojos, su corazón, y su voluntad para comprender que toda la Escritura habla acerca de Cristo, Él es el tema de la Escritura, Él es la clave para entenderla. En una ocasión decía Jesús a los fariseos “las Escrituras hablan de mí”, toda la Escritura desde el Génesis hasta el Apocalipsis todo habla acerca de Cristo, Él es la clave, Él es el punto focal que nunca puede dejarse de mirar, porque acercarse a las Escrituras tiene también sus riesgos: el riesgo de reducirlo a una doctrina, es decir, a ideas bonitas que hay que saber; el riesgo de reducirlo a un sistema simplemente moral, esto va más allá.
Hoy bellamente lo dice Jesús “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, pero antes de decir estas palabras primero les dice a los discípulos “no pierdan la paz”, sólo en la paz, sólo en un ambiente de cordialidad con el Señor se puede conocerlo. Siempre que hay una vocación, que el Señor llama a alguien, le dice “no tengas miedo”, no teman; los profetas escucharon esta palabra, también la escucha la Virgen María, san José y los apóstoles,”no tengan miedo”, no pierdan la paz, porque la comunicación, el entrar en cordialidad y afecto siempre puede producir un temor. Todas las relaciones humanas tienen siempre un preámbulo de temor e inquietud, por eso lo primero que les dice a ustedes cuando se acercan a las Escrituras es “no tengan miedo”, no pierdan la paz, quítense la idea de que las Escrituras no se entienden, Dios no habló para que no le entendiéramos, sino para entender. Es cierto, tenemos que ir conociendo su lenguaje, adaptándonos al modo de pensar de Dios, como se lo pidió a Nicodemo o a la samaritana y a los discípulos que se encontraban con con Él. No tengan miedo, Dios los ama y quiere que su Palabra sea recibida, comprendida guardada y vivida. Por eso Él dice no pierdan la paz, en la casa de mi Padre hay mucho lugar, nadie está excluido.
Por eso dice estas palabras de aliento “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, tres palabras clave en todo el Evangelio y en toda la Escritura. Cada una evoca acontecimientos pascuales, de modo especial el hecho paradigmático de la revelación: el camino de Egipto a la tierra prometida, “Yo soy el camino”, evoca el Éxodo, Israel no hubiera podido cruzar el desierto si no fuera por la protección divina. “Soy la verdad”, opuesto a esto es la mentira, lo que no existe, lo que no es, lo que es vano, lo que no tiene sentido, es decir: los ídolos, siempre que se refieren a los ídolos dicen son mentira, son soplo, no tienen consistencia, no existen, no son, el único que existe, que tiene consistencia, que es, solamente Dios, y por ello reveló su nombre “Yo Soy”, “Adonai”, el Apocalipsis lo dirá “el que Era, el que Es y el que Será”, el que existe siempre, Él es la verdad, la verdad tiene que ver con la realidad, lo que existe, no es una cuestión creada; cuando Jesús se encuentra con Pilato, él pregunta “¿y qué es la verdad?” queda respondida ahí: Jesús es la verdad, por eso dirán los cánticos “Él merece la gloria”, y ustedes en su clase de Biblia aprendieron que “gloria” quiere decir “lo que pesa”, “lo que tiene consistencia”, cabot en hebreo. Lo más bello es que “es la Vida”, es la Resurrección, le dijo en Betania a Marta y a María, “Yo soy la Resurrección y la Vida”, y ¿qué cosa repetimos cada domingo en el prólogo de san Juan? “Él es la vida, la luz de los hombres”, esto es lo que ustedes encuentran al explorar la Palabra de Dios y cada vez que leen se quedan más maravillados de esa armonía que hay en toda la Escritura.
Vean su estancia en la Escuela como un camino de santidad porque, si sólo es para saber sería muy limitado, tienen que adquirir la ciencia, pero sobretodo la sabiduría divina, y cuando nosotros leemos las Escrituras lo hacemos en un ambiente de oración y de reconocimiento de que sólo con el Espíritu Santo podemos sintonizar, podemos tener empatía con lo que dice el Señor. Dios los bendiga, felicidades, esto nunca acaba hasta que Dios nos llame y en su bondad nos regale el cielo, ahí entenderemos plenamente lo que el Señor nos dice en las Escrituras. Ustedes se preparan para extender el mensaje, la preparación espiritual y el conocimiento que Dios les regala en las Escrituras es para comunicarlo y compartirlo.