Consagración del templo Parroquia San Judas Tadeo, Guadalupe / 19 de noviembre del 2017
Estimados hermanos y hermanas, con motivo de los 30 años de vida parroquial, me han pedido bendecir este templo y consagrar el altar. Hacerlo ayuda mucho a la comunidad a entender qué es la Iglesia. En la fe cristiana-católica nosotros, no sólo nos relacionamos con Dios en la fe, sino que también Cristo ha querido que formemos una comunidad, un pueblo. Dios no quiso salvarnos de modo individual, sino que quiso salvarnos como un pueblo.
Cuando fundamos una parroquia es para facilitar la vida comunitaria. Cuando una parroquia es extensa no es fácil de que los fieles se comuniquen entre sí y profundicen los lazos de amistad y fraternidad.
Providencialmente, este domingo coincide con la jornada mundial de los pobres. El Papa Francisco ha invitado a la Iglesia a que siempre y, de modo especial este domingo, busquemos caminos de ayuda mutua. Quien se siente parte de una comunidad, tendrá sentimientos de solidaridad para los necesitados. Nosotros hemos recibido el encargo de velar por los más pobres. Una comunidad cristiana no puede olvidar este deber cristiano de cuidar a los más pobres.
Fíjense qué oportuno ha sido el mensaje de la Palabra de Dios. El libro de Proverbios (31, 10-13.19-20.30-31) dibuja el papel de una esposa, la mujer en quien confía en su marido, la mujer que se preocupa en tener la iniciativa de colaborar con su esposo, compra lana y se pone a tejer. No solo lo apoyar para salir adelante de las necesidades, sino que también es caritativa y cuida de los pobres.
En los Evangelios, sobretodo en San Juan, se nos enseña que la Iglesia es la esposa de Cristo. Él es el esposo, la Iglesia es la esposa y, como la mujer de la Escritura, la Iglesia tiene que distinguirse por esas dos notas: por ser una mujer trabajadora, con iniciativa, y por ser caritativa. Así tiene que ser nuestra Iglesia, así tenemos que ser nosotros, que, como comunidad, somos la esposa de Cristo.
Esta Iglesia, que debe trabajar incansablemente, debe trabajar por la evangelización, debe estar escuchando la Palabra de Dios, meditándola y, sobretodo, viviéndola, para difundirla en el mundo. Esta es la Iglesia de Jesucristo, su esposa que oye, celebra y sirve. Esta Iglesia siempre corresponsable con Dios.
Es cierto, Cristo podía hacerlo solo el sólo, haber llevado adelante él sólo la evangelización. Pero llamó a los apóstoles a colaborar con Él. Él llama a todos a colaborar en la obra de la evangelización. Tenemos que ser una comunidad que, con buen ánimo, colaboremos para que Cristo sea conocido, amado y servido.
Esta parroquia está dedicada a uno de los apóstoles, a san Judas. Uno de los doce que colaboró con Jesús, uno de los doce que formaron la Iglesia, esposa de Cristo. Él y sus compañeros salieron al mundo a predicar el Evangelio incansablemente.
Por eso, a san Judas se presenta con un medallón en el pecho, donde está Cristo, y en su cabeza, la lengua de fuego que recuerda Pentecostés. Porque un discípulo de Cristo lleva a Jesús como tatuado en su corazón, un discípulo que tiene la gracia del Espíritu Santo.
Esta parroquia de san Judas tiene que distinguirse por esas cualidades: una comunidad que trabaja, que se esfuerza creativamente. Dios no quiere la pereza. Se fijaron en el Evangelio (Mt 25, 14-30) que, de los tres que recibieron un encargo, el tercero recibió un calificativo, “siervo malo y perezoso; inútil, no hiciste nada”. Prefirió enterrar en un pozo el dinero de su amo.
Pero eso Dios no quiere para nosotros. Esta Iglesia tiene que ser trabajadora, entusiasta, animosa, llevar el mensaje a Cristo, primero a sus casas, pero también a las casas de sus vecinos. Ese es el trabajo de la evangelización, para que, cuando vengan a celebrar a Cristo, también vengan agradecidos de cómo Dios es eficaz. En el corazón de nosotros está el poder de Dios.
Así pues, hermanos, esta mujer de la Escritura, del libro de Proverbios, es imagen de la Iglesia que debe trabajar, que debe ser solidaria con su marido, Cristo, pero debe tener el espíritu caritativo que siempre han tenido sus apóstoles.
A san Judas lo conocemos porque intercede por nosotros en las causas difíciles y desesperadas. Ahí donde las enfermedades, los problemas económicos, afectivos, los tiene destrozados, interviene san Judas. Esta es la Iglesia que, como san Judas, hace suyo el dolor de la gente. Cuántas personas, sin duda, pueden traer dolores profundos, preocupaciones grandísimas.
Vamos a orar juntos, uniéndonos a san Judas, intercediendo ante el Esposo de la Iglesia, Cristo, para que los pobres reciban el ánimo, el consuelo, la decisión para ponerse al servicio de la Iglesia de Cristo. El tercer empleado, cuando recibió el encargo, pensó, “mi patrón es muy exigente y tuvo miedo”.
Cristo no quiere que le tengamos miedo, sino que nos sintamos amados por su misericordia. Él nos tiene confianza, pero vamos a servir con ese amor, con entusiasmo. El Señor conceda que esta parroquia, que está dedicada a san Judas Tadeo, sea una parroquia muy trabajadora y sensible al dolor y sufrimiento de los más necesitados. Dios los bendiga