Parroquia Santísima Trinidad, cd. Benito Juárez, N.L. / 08 de octubre del 2017
Estimadas hermanas y hermanos: El Señor nos ha dicho algo en su Palabra. Vamos a fijarnos en dos cosas: La primera, las uvas. ¿Quién ha comido una uva agria? Si ustedes comen dos o tres, sienten que los dientes se les van a acabar. Hay uvas dulces y hay agrias. El agricultor, el que produce las uvas, tiene que hacer un trabajo bien cuidadoso pues la uva es muy difícil de trabajar.
Por eso, el profeta Ezequiel, hablando de los cuidados que Dios tiene con nosotros, compara lo que hace alguien que produce uvas. Dice el pasaje, “le puso una cerca, hizo un lagar, puso una torre para el vigilante” (cfr. Is 5, 1-7). Hice todo lo posible para que dieran uvas dulces.
Pero, ¡qué sorpresa! Salieron uvas agrias. Si hay uvas buenas, se produce vino bueno. En la Misa usamos vino de uva y ahí hay un gran milagro, se convierte en la Sangre de Cristo. El agricultor hizo todo lo posible para que diera uvas dulces y salieron agrias. ¿Qué más pudo hacer? Hizo todo lo que tenía que hacer.
Segunda cosa, un agricultor sembró un viñedo (cfr. Mt 21, 33-43). Todas las uvas eran buenas. Pero tuvo que irse y les rentó a algunos su tierra con la condición de que le dieran su parte cuando regresara. Pero, ¿qué pasó? Con esa viña era muy buena y los que la rentaban se quedaron con ella. Cuando les mandaron a pedirles su parte, ya no volvieron. Mataron a uno, y al final, llegó a el hijo y lo mataron.
Todo nos habla de Cristo. Lo que hace Dios, el Padre que nos ama. Él hace lo mejor por nosotros. Él espera que seamos uvas dulces, Él sigue haciendo para que seamos uvas dulces, no agrias. A lo largo de nuestra vida Dios los ha ido cultivando. Nos compartió a su Hijo, pero, ¿qué hicieron? Hicieron de las suyas, lo mataron. Y ¿qué hará ese propietario con esos trabajadores homicidas? Los que escucharon, dijeron, “dará muerte a esos desarmados” (cfr. Mt 21, 40-41). Jesús no dice nada porque tiene paciencia. Nos da oportunidad. Termina diciendo Jesús, “la piedra que desecharon los constructores se convirtió en la piedra angular; fue un milagro patente” (v. 42).
Hermanos, quiero recomendarles dos cosas: primero, vamos a dejar que Jesús nos cultive con su Palabra para que demos frutos buenos. Vamos a reconocer la grandeza de Jesús, el Hijo de Dios. Gracias por estar en esta Eucaristía. Estoy contento de verlos en la Misa. ¡Ánimo! Aquí tiene que ser un buen viñedo. Los padres le ayudan a Jesús a cultivar buenas viñas para que salgan puras uvas dulces. Vamos a dejarnos cultivar por Dios nos quiere mucho y no hagamos el mal.