Confirmaciones en parroquia Natividad del Señor, Monterrey – 27 de mayo de 2017
Estimadas niñas, estimados niños, jóvenes que hoy se confirman, estimados padrinos, papás, y fieles de esta comunidad parroquial.
Hoy la Palabra de Dios nos invita a admirar la naturaleza. Cuantas cosas bonitas hay en la naturaleza, que uno queda admirado, por ejemplo, plantas una ramita de un sauce y pronto echa raíces y crece; también eso que es maravilloso de los olivos, son tan viejos y siguen reverdeciendo, de un tronco viejo de repente nace un retoño, de eso habló el profeta Isaías: “brotara un renuevo del tronco de Jesé”. Es una maravilla la naturaleza y ya no digamos el milagro de nuestra vida, es maravilloso cómo el Señor nos regala la existencia, la naturaleza es un regalo de Dios, una maravilla; pero luego nos acostumbramos tanto a verlo que ya no nos admira o nos llama la atención. Y si eso lo pasamos a la vida de las personas hay también muchas maravillas que parecen tan naturales que no podemos pensar que vienen de Dios. Hoy hablaba la Palabra de Dios de los regalos que da el Señor, a veces parece tan natural que seas amable, parece muy natural que seas inteligente, que seas sabio y prudente; parece como muy fácil tener el don de la piedad, el don de saber aconsejar. Es cierto, todo parece tan nuestro que podemos pensar que es una conquista propia, que Dios no interviene. Decía san Pablo “todo lo que somos es un regalo y un don de Dios”, pero también hay algo bien importante: que aún no teniendo de modo natural esos regalos y cualidades Dios las puede regalar, Dios puede cambiar a la gente. Humanamente puedes pensar ¿y cuál será el futuro de este niño o niña que parece que no quieren crecer, que no quieren madurar? Siempre hay un milagro, el día de hoy le pediremos al Señor que les regale lo que Dios sabe regalar. Dios regala a todo el que se confirma siete dones, todos apuntan a tu madurez, a tu crecimiento, a tu desarrollo humano y cristiano. Quiero fijarme solamente en tres de esos siete dones: la fortaleza, la piedad y el temor de Dios, tres cosas que regala el Señor.
La fortaleza. Pareciera una conquista humana que nosotros podamos sobreponernos a los problemas de la vida, que nuestra debilidad sea superada, pero es un regalo mantener la fortaleza, poder sobrevivir cuando tenemos una desilusión, cuando algo que habíamos proyectado se viene abajo, se requiere frecuentemente este don de la fortaleza, si no, uno se desanima y ya no quiere luchar. El Espíritu Santo regala la fortaleza, la fuerza para luchar y para superarse, para ir más allá de lo que las fuerzas humanas permiten resistir.
La piedad, es decir, mantener el sentimiento religioso que puede ser quitado por el ambiente, por los amigos, por las distracciones y las ocupaciones diarias. Siempre hay que pedirle al Señor mantener el sentido espiritual en la vida, entender que no todo es material ni que la vida se pasa en pura diversión. Necesitamos el contacto con el Señor, sentir el gusto por las cosas de Dios. El temor de Dios, que no significa miedo, sino saber que Dios está presente, que Dios vigila nuestros pasos. Cuando una persona pierde el temor de Dios se hace negativa y mala. Qué difícil es convivir con una persona que no tiene temor de Dios, que piensa que puede hacer lo que quiera. El temor de Dios es conservar en nuestro corazón el respeto a Dios y a su ley que nos lleva a respetar a cada persona.
Vamos a pedirle al Señor este regalo para cada uno de ustedes: que sean buenos, que siempre crean que Dios lo puede todo, si lo puede hacer en la naturaleza y lo ha hecho en el regalo de nuestra vida también puede hacerlo en nuestro comportamiento, pero hay que creerlo. Ustedes padrinos tienen el deber de rezar por sus ahijados y en la medida de lo posible, les den buen ejemplo, pero háganlo posible, para eso son los padrinos, y los que hemos llegado a tener padrinos sabemos cómo fue su personalidad. Yo siempre recuerdo con mucho afecto a mis padrinos. Ahora tienen una cercanía con sus ahijados, pídanle a Dios que siempre puedan influir sanamente en ellos. No dejen nunca de rezar para que estos niños que muy pronto serán jóvenes, para que puedan llevar una vida como la que queremos para todos. Hay que sembrar semilla nueva y hay que pedírselo al Señor, Dios escucha la oración de los papás, tarde o temprano Dios interviene, pero hay que orar y desde luego dar buen ejemplo. Que Dios los bendiga y estamos muy contentos de compartir con ustedes el regalo que sabe dar el Señor: el Espíritu Santo.