Visita parroquial San Lucas Evangelista en Apodaca – 7 de mayo de 2017
Hace cuatro semanas iniciamos la gran fiesta de la Pascua que la Iglesia la celebra en el mes de la primavera, el mes de abib, como le llaman los judíos, el catorce de nisán, cuando la naturaleza comienza a revivir. La fiesta de la Pascua es también fiesta de la naturaleza, como lo es fiesta de la naturaleza humana. Durante estos días, abril, mayo y parte de junio, nos toca disfrutar la belleza de la naturaleza, todo reverdece, donde quiera vemos flores, todo se renueva. Con toda razón en los catecismos antiguos se le llamaba a la Pascua de Resurrección Pascua florida, como lo manda la Iglesia, decía: hay que comulgar en la Pascua florida. En el tiempo de la Pascua, tiempo bellísimo de la naturaleza, tiene que ser un tiempo grande para nosotros mismos, estamos llamados a renovarnos, estamos llamados a resucitar como dice hoy el apóstol san Pedro “estén a salvo del mundo corrupto”. Hemos proclamado que Cristo está vivo, que ha resucitado”. La naturaleza se engalana, se embellece, es increíble, atiendan, miren lo que sucede a su alrededor. Si esto ocurre en la naturaleza ¿por qué no va a ocurrir en nuestro corazón? Dice el apóstol san Pedro “estén salvos de este mundo corrupto”, de todo aquello que nos destruye, de todo aquello que nos pervierte y hace daño; y el Señor no nos deja solos en esta tarea, ha querido Cristo ser nuestro Pastor, pasando nosotros a ser sus ovejas que escuchan su voz y lo siguen, que salen con Él al campo a reconocer los nuevos pastos y alimentarse de lo que Dios nos da.
Hay que renacer, hay que volver a empezar. Hay que darnos la oportunidad de ser personas buenas, de asumir con gozo este llamado y compañía, renovarnos. Oyendo a Jesús, su Palabra, el Evangelio, que quiere decir una nueva noticia, algo nuevo, siempre nos renovamos cuando oímos a Jesús. Hoy decía el Señor “mis ovejas escuchan mi voz y ellas conocen mi voz”, conocemos la voz de quien nos ama.
En este mes celebramos a las flores de nuestro hogar, a nuestra mamá, es muy bonito que se celebre a las mamás en el mes de mayo y de manera muy especial a la Virgen María, la flor de Israel. Providencialmente la Virgen María se apareció en Fátima en el mes de mayo, el día trece, estamos celebrando ahora los cien años de su aparición, de aquel bello mayo en Portugal cuando la Virgen se dirige a tres niños y les revela su amor, su preocupación, el deseo que el mundo sea un mejor lugar para las personas. Mayo mes de la vida, de las flores, y sobre todo mes Pascual: Cristo ha resucitado.
Hoy Jesús en el Evangelio nos decía que así como hay pastores buenos hay también asesinos, bandidos, saqueadores; Él dice “yo soy la puerta”, ¿para qué nos sirven las puertas? para entrar y para salir, para protegernos; pero también para poder salir a visitar a las personas que amamos, a las actividades de escuela y trabajo. No podemos permanecer encerrados, solamente los que están en la cárcel tienen la puerta cerrada, nosotros podemos entrar y salir de la casa, abrir y cerrar puertas; cuando las cerramos es por seguridad e intimidad familiar, ahora ya no tanto porque hay muchos ladrones. Podemos decir que Jesús es como una puerta que se cierra para dar seguridad, una puerta que se abre para salir a buscar de comer; el Señor es seguridad, el Señor es alimento, lo dijo hoy san Pedro: Él es Pastor y Guardián de nuestras almas.
Esto es lo que hace el Señor con nosotros, hay un salmo dedicado a Cristo Buen Pastor en el que se canta todo ese amor, la seguridad que nos da Jesucristo. En este mes de mayo aliméntense del cuerpo de Cristo, renueven su corazón, que todo aquello que corrompe sea desechado. Hay un ritual en la pascua judía muy bello, cuando comienza la celebración pascual el señor de la casa va recorriendo todos los rincones de su casa y tira lo que ya no sirve para indicar que con la pascua llega una novedad, sobre todo tener cuidado de que no haya pan viejo, alimento que ya no sirve, para empezar de nuevo. Esta es la oportunidad que nos da el Señor, que cada año nos da Jesús, si la naturaleza se renueva, o como decimos, si los cerros que son viejos reverdecen ¿cómo no va a ocurrir en el ser humano? siempre la oportunidad, la ocasión de vivir la alegría de Cristo Resucitado.
Quiero pedirles que hoy y siempre recen por las vocaciones sacerdotales. Vivimos tiempos críticos en todas partes, en nuestras familias, en la sociedad, donde quiera, por eso también hoy escasean las vocaciones. No es fácil permanecer en un proceso formativo, en el Seminario hacemos todo lo posible por darle a los seminaristas la mejor formación; hoy está un grupo de sesenta jóvenes que decidirán si entran o no al Seminario, ellos también están en su discernimiento para pensarle si siguen o no siguen, y está difícil, porque algunos seminaristas nos dicen adiós cada año, libremente deciden regresar a su casa. Es una situación muy difícil y crítica: ustedes necesitan sacerdotes, mejores, más santos, hay que pedirle a Dios para que los sacerdotes se cultiven, con muchos problemas y con muchos dificultades hay que pedirle a Dios. Nuestra Arquidiócesis consta de cinco millones de habitantes, somos sólo cerca de cuatrocientos sacerdotes diocesanos, no alcanzamos. Hay que pedirle a Dios, y a la Virgen María que broten vocaciones en sus casas y hogares para que ésta Iglesia de Monterrey pueda recibir de parte de Cristo los servicios espirituales, las gracias del Señor.
Así pues, en este mes florido, en este mes mariano, en este mes de las flores, en este mes de las mamás, en este mes del Resucitado vamos a pedirle al Señor por todos nosotros, para que ustedes y yo nos renovemos, tenemos que reverdecer, tenemos que sacar de nosotros lo mejor. Dice hoy san Pedro “estén a salvo de este mundo corrupto”. Vamos a vivir en la virtud, nadie es bueno solo, hay ambientes agradables o nocivos, cuando empieza a cundir el pecado, cuando comienza a contagiarse lo malo: atentos, vivimos momentos de mucha inmoralidad, hay que pedirle a Dios y no pensemos en los demás, en nosotros los que estamos en esta Misa vamos a pedirle al Señor la gracia de ser buenos, de obedecer a a Dios, de oír las palabras del Buen Pastor. Que Dios los bendiga y no dejen de rezar por nosotros los sacerdotes.