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Hay que caminar con Jesús

Visita a parroquia Santo Niño de Atocha, Misa en capilla Santa Teresita – 30 de abril de 2017

Estimadas hermanas y hermanos, me da mucho gusto estar con ustedes este domingo, primero porque hoy es el día de los niños y su parroquia está dedicada a un niño, el Niño de Atocha, ustedes conocen la historia de ese niño de doce años, el niño Jesús; pero también es necesario volver nuestra mirada a santa Teresita, la que, leyendo el Evangelio descubrió que lo más bello que pude ser es hacerse como niños, ella enseñaba que es necesario que la vida, que consta de pequeñas y sencillas cosas, nos asemeje siempre a los niños, como Jesús lo expresó en el Evangelio “sean como niños”. Queremos felicitar a todos los niños de nuestra arquidiócesis, y también a todos los niños donde se encuentren.

Este domingo que visito su comunidad me uno al agradecimiento por los treinta y nueve años de vida sacerdotal que el Padre Marcelino ha regalado por ustedes. No vengo a despedirlo, ya en su momento y hablando con él veremos cuál es el tiempo del relevo, por lo pronto le agradecemos los treinta y nueve años de servicio a esta parroquia. Muchas gracias Padre Marcelino, sabemos lo que significan estos treinta y nueve años.

En este domingo hemos abierto los oídos para escuchar al Señor. Hoy, hay una enseñanza muy importante que resumo así: hay que caminar con Jesús, hay que hacer camino con el Señor. El Evangelio que oímos nos presenta ese momento para todos los discípulos, camino de Emaús, camino de los discípulos: tenemos que caminar con Jesús. Jesús toma la iniciativa de acompañar a los discípulos. Dice el Evangelio que iban tristes, no tenían ilusión, porque lo que ellos habían imaginado acerca de Jesús les falló; ellos pensaban que Jesús vendría como líder político, como rey que restauraría el poderío de Israel, les daría la libertad frente a los romanos y serían un pueblo libre. ¿Qué pasó? Jesús muere en la cruz, los sueños quedan crucificados y ya no entienden qué pasó. Pero Jesús decide caminar con ellos incognitamente, no lo reconocen, y en ese camino, más o menos de una jornada, Jesús les explica poco a poco el sentido de su muerte, y cómo había sido ya anunciado por los profetas; ellos le escuchan pero todavía no comprenden, hasta que llegan a casa donde se reúnen para cenar, y ahí ocurre algo extraordinario, cuando empiezan a cenar Jesús parte el pan y algo notaron, cuando Jesús parte el pan lo reconocen: este es Jesús, el resucitado, “lo reconocieron al partir el pan”. ¿Por qué?, ¿qué ocurre de extraordinario en la fracción del pan? Primero que el pan siempre se parte para repartirse, pero sobre todo que Jesús antes de compartir el pan eleva los ojos al cielo y bendice a Dios, su Padre. Ellos ya lo habían visto hacer esto mismo pero no se acordaban, en dos ocasiones Jesús había partido el pan y lo había multiplicado, traían la mente tan confusa que no se acordaban de nada, pero cuando Jesús vuelve a partir el pan se acuerdan y dirán “lo conocimos al partir el pan”.

Tenemos que caminar con Jesús, el que no camina con Él no entiende su propia vida, y mucho menos va a entender el misterio de la presencia de Dios. Caminar con Jesús oyéndolo. Cómo nos hace falta oír a Jesús para poder entender nuestras tristezas, nuestros problemas, nuestra vida. Nadie entenderá ni se entenderá a sí mismo si no se deja ayudar por la Palabra de Dios. Cada domingo asistimos a la Eucaristía y lo primero que hacemos es oír su Palabra, esa Palabra poderosa, ese kerygma que nos hace ir siempre a lo fundamental: Cristo nos ha amado tanto que murió y resucitó por nosotros. Él nos explica las Escrituras, decían los discípulos “cuando hablaba nuestro corazón ardía”, porque la Palabra del Señor tiene que llegar a nuestro corazón, no es una enseñanza simple, toca el corazón.

La convivencia, comer juntos el pan, primero en la casa y luego en la Eucaristía. Qué importante es comer el pan juntos en casa. Yo creo que los divorcios comienzan cuando los esposos ya no comen juntos. Cuando comemos juntos pasa algo tan bello, animo a los papás a que coman junto con sus hijos. Dice un dicho que a la gente la conoces en la mesa y en el juego; en la mesa todos somos educados, en casa nos enseñan primero a agradecer el esfuerzo de nuestros padres para darnos de comer, y junto con este agradecimiento también se agradece a Dios. ¿Qué más aprendemos cuando comemos juntos? Que todos somos hermanos, somos una familia en la que vamos limando nuestras asperezas, porque en ocasiones en la mesa podemos pelear y discutir, pero también ahí ocurre el perdón y el encuentro. Por eso Jesús se hizo conocer en la cena, al partir el pan, y la mesa encuentra su lugar más sublime en la mesa del altar, mesa del banquete, aquí Cristo mismo, a través del pan y el vino consagrados, se da como alimento a todos nosotros. Al rededor de esta mesa la asamblea se reúne, y aquí hacemos un aprendizaje: agradecer, ¿cómo se llama la Misa? Eucaristía, y ésta es una palabra griega que significa agradecimiento. La Iglesia Católica por eso le llama a la Misa “Eucaristía”, porque es la primera enseñanza, el ofertorio y el prefacio son siempre palabras de agradecimiento a Dios, cuando venimos a Misa siempre le decimos “muchas gracias”, antes de pedirle por nuestros intenciones, por nuestras preocupaciones, nuestros corajes en la vida, le agradecemos, le decimos que somos amigos, muchas gracias; pero también en la Misa aprendemos que en la vida hay sacrificio, que en la vida tenemos que ayudarnos, que el amor significa sufrir por otro y lo saben bien las mamás y papás, su vida es una entrega a sus hijos, es un sacrificio. Cuando nos reunimos en la misma mesa hay algo que ocurre en el corazón, se alegra, es una fiesta, la Misa es una fiesta, el comer juntos, el comer con Jesús es agradecer, unirse al sacrificio de Cristo y hacer la fiesta.

Les invito a dejarnos acompañar por Jesús, escúchenlo, no siempre entendemos muchas cosas, pero hay que oírlo. Los oídos bien abiertos pero también no dejen la Eucaristía, la Misa es la mejor escuela de la vida. Aquí aprenden ustedes a agradecer, a entregar su vida por los demás; pero también aprenden a ser felices, a estar contentos, por eso hay que agradecerle siempre al coro que nos recuerda la alegría en la fiesta. Que Dios los bendiga, gracias Padre Marcelino por los treinta y nueve años de vida ministerial en esta comunidad.

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