El pasado martes 12 de agosto, fieles laicos, sacerdotes y personas consagradas de diversas parroquias y comunidades de la Arquidiócesis de Monterrey realizaron una peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en el Cerro del Tepeyac, Ciudad de México.
La jornada de fe estuvo marcada por un ambiente de oración, gratitud y fraternidad. Encabezada por el Arzobispo de Monterrey, quien presidió la Santa Misa en la Basílica, la peregrinación reunió a cientos de devotos que viajaron desde la capital nuevoleonesa y otras regiones para encomendar sus intenciones a la Virgen de Guadalupe.
En su homilía, el Arzobispo agradeció la presencia y compromiso de los fieles, reconociendo su cariño, valentía y decisión para participar en este encuentro mariano. Subrayó que la Basílica es “la casa de todos, la casa de María y la casa de Dios, donde nadie es excluido por ningún motivo”.
Recordó que el verdadero valor de las personas no se mide por el poder, el dinero o los títulos académicos, sino por la mirada de Dios, quien llama a sus hijos a ser humildes como niños. “El más grande en el Reino de los cielos es siempre el más pequeño”, afirmó, destacando que Jesús y María son modelos de sencillez y entrega.
Asimismo, invitó a los asistentes a ser “fuertes y valientes” para amar, perdonar y ayudar a los demás, señalando que la fuerza del cristiano proviene de Dios y no de sí mismo. Inspirado en el ejemplo de los mártires y santos, exhortó a la comunidad a mantener siempre la mirada en Jesús y a seguir el camino de la fe con la ternura de María.
La peregrinación concluyó con un momento de oración frente a la imagen de la Virgen de Guadalupe, donde los representantes de Monterrey presentaron las intenciones de los cerca de cinco millones de habitantes de la zona metropolitana que, por diversas circunstancias, no pudieron asistir.
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