Homilía en Catedral. Miércoles de Ceniza 2017 – 1 de marzo 2017
Estimadas hermanas, hermanos, con espíritu agradecido esta mañana nos ponemos en las manos de Dios para iniciar este tiempo de Cuaresma, este tiempo de preparación para vivir el misterio pascual, para crecer un poco en el conocimiento de Dios, para apreciar el misterio de Cristo crucificado y resucitado. Para eso la Iglesia nos pide hacer un ejercicio muy sencillo: volver hacia nosotros, recuperar la verdad de nuestras vidas, porque el quehacer cotidiano puede descomponer nuestra persona, hacer que perdamos la claridad en nuestra vista, perder la esencia de nuestro corazón, que Dios nos lo dio para amar, perder el animo y la fortaleza en nuestro caminar.
Durante estos días de Cuaresma hacemos una especie de movimiento, una dinámica, que va desde lo interior al exterior. Hoy nos decían las lecturas de cómo Dios quiere llegar al corazón, nos dice “enluten su corazón y no sus vestidos”, Jesús dice no lo hagan por aparecer entren en ustedes mismos, en su silencio, “allá en lo escondido, en lo secreto”, porque Dios mira lo que los demás no pueden mirar. Es ese el ejercicio de la Cuaresma, descubrir tres verdades: la verdad de que Dios nos ama, que tiene misericordia; la verdad de nuestras vidas puesto que somos polvo, nuestro nivel es la tierra, no tenemos razón de presumir, no podemos construir nuestro futuro en base a nosotros mismos; además, si entramos en nuestro interior descubrimos la verdad de los hermanos que están con nosotros.
Es tiempo de salud, el Señor cura nuestros ojos, corazón y nuestras manos. Cura nuestros ojos, como dice el libro del Apocalipsis, “poniéndonos un poco de colirio” para aclarar la vista y mirar a Cristo, a nosotros y al prójimo; cura el corazón porque nos quita los rencores, odios, desilusiones, y recrea en nosotros un espíritu nuevo; fortalece las manos para vivir la caridad. Las lecturas nos hablan de tres actitudes: orar ayunar y dar limosna. La oración nos permite volver a Dios, el ayuno volver a nosotros y la caridad nos permite ir a los hermanos.
El Papa Francisco en el mensaje para este día nos dice especialmente una cosa, comentando el relato del evangelio del pobre Lazaro: escuchen la Palabra de Dios, cuando aquél rico le pide a Dios que haga que se le aparezca un muerto a sus hermanos para que se espanten y se conviertan, le contesta “ahí tienen a Moisés y los profetas, que los escuchen”. Les recomiendo que asistan a Misa en esta Cuaresma para escuchar las lecturas, y dediquen en su casa un tiempo a la lectura orante de la Palabra. Dios los va a fortalecer y animar, les aclarará su mirada y los hará a todos más caritativos.