Boda Rubén y Sandra / Capilla Santo Niño de Praga / 15 de abril del 2018
Hermanas y hermanos, amigos, familiares de los novios que en esta celebración cambiarán sus vidas. Desde hoy serán uno solo, desde hoy ellos harán presente el amor de Dios a la humanidad, el amor de Cristo a la Iglesia.
Rubén hará presente a Jesús, Sandra hará presente a la Iglesia, que se aman hasta dar la vida. Este es el Misterio que estamos celebrando, un Misterio que no se comprende solo con la luz de la razón.
No basta pensarlo, no basta razonarlo, es necesario siempre que haya una intervención divina. Oímos en el Evangelio, en el encuentro de Jesús con sus apóstoles, dice al final, “y se les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras”.
Se nos tiene que abrir el entendimiento para entender. Dice santo Tomás de Aquino hablando de la Eucaristía, “los sentidos nos pueden traicionar”.
La vista, el oído, el tacto, pueden fallar, pero a la luz de Dios podemos penetrar esas realidades que nos superan y creer que los esposos son presencia de Cristo, son Cristo y la Iglesia presentes en la humanidad. Se necesitan tener fe.
Hoy muchas parejas, muchos jóvenes, deciden no casarse por la Iglesia, y tienen razón porque no lo entienden, porque no han recibido de Dios el regalo de la fe, porque estas cosas solo se entienden desde Dios. Si no es así pareciera que estamos fuera de sentido.
Pero el Señor quiere obrar primero en ustedes para que lo crean, y si lo creen lo van a vivir. Y lo mismo para esta comunidad de amigos y familiares. Creer que el matrimonio es un sacramento, es un Misterio de Dios.
Cuando Jesús predica, lo hace de manera muy sencilla. Hay dos ocasiones en que Jesús predica el Kerigma, la noticia fundamental: cuando inicia su ministerio y después de la Resurrección. Él decía a la gente, “el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en el Evangelio”.
A los discípulos, al final de su paso por este mundo, también les predica, les recuerda el Misterio Pascual. Las Escrituras predijeron que el Mesías tenía que padecer, pero que al tercer día debía resucitar, que mandaría predicar el Evangelio para la conversión de los pueblos. Y ustedes son testigos de esto, les dice el Señor.
Fíjense bien, hermanas y hermanos, el Misterio de Dios, el Misterio Pascual vivido en el matrimonio. Cristo ha muerto, ha resucitado. Pero también algo que siempre nos pide el Señor: conviértanse, vuelvan a mí.
La vida matrimonial debe ser una historia de conversión. Y no me refiero solo la conversión moral o ética. Sino convertirse significa estar volteando siempre a mirar a Jesús.
Eso es convertirse, mirar a Dios, tener puesta la mirada en Él, no voltear a otra parte sino mirar a Jesús. Porque Él nos guía, Él inicia y termina el periodo de nuestra fe.
Por eso ustedes, Sandra y Rubén, hagan de su vida matrimonial una historia de conversión, es decir, una historia de cercanía de Dios. Miren siempre a Jesús, contemplen al Crucificado, así entenderán lo que significa amar.
Si no lo miran a Él, si miran solo lo que hay a su alrededor, van a tener otra lección. Porque ¿qué aprendemos en el mundo? Que el amor es miel, que el amor es un acuerdo, que el amor es proporcional, es decir, tú me amas y yo te amo.
Pero cuando contemplamos a Jesús crucificado descubrimos otra dimensión del amor, la más importante, la más bella, la más desafiante. Amar significa dar la vida, perder la propia vida para que la otra persona tenga vida. Y eso que el eso Señor les pide a lo largo de su vida matrimonial, que ambos den la vida por el otro.
Eso es amar, no hay otro camino, el amor siempre es así. Por eso Jesús tuvo que convencer a sus discípulos de qué significaba su presencia, qué significaba su amor.
Por eso la historia de la vida matrimonial tiene que ser una historia de conversión, una historia de mirar a Jesús, de aprender de Él.
Hoy el Señor llega ante los apóstoles y les dice, “la paz esté con ustedes” y les mostró las manos y los pies ¿Por qué las manos y los pies? Porque tenían las señales de los clavos, de la entrega, de la crucifixión.
Fíjense qué interesante. Les dice primero, “la paz esté con ustedes”, les saluda, les dice: ustedes son mis amigos, aunque me abandonaron en la cruz yo les sigo queriendo, los sigo estimado, y este amor es tan real que aquí me ven; ven mis manos y ven mis pies. Y no solo eso, como con ustedes.
Porque, hermanas y hermanos, comer con alguien significa intimidad, perdón, afecto, amor. Yo creo que el divorcio comienza cuando no se come juntos. Porque en la comida tenemos que dialogar, tenemos que nos amarnos, tenemos que decirnos, aunque sea tácitamente, que nos amamos.
Por eso el Señor, en su vida matrimonial, les pone siempre cosas muy sencillas. Dios no hace las cosas complicadas. ¿Cómo se mantiene el amor en los esposos? Primero, viendo a Jesús. Segundo, saludándose, deseándose la paz. Pero también comiendo juntos, es decir, compartiendo la vida.
Por eso el Señor Jesús instituyó la Eucaristía, una comida. En una comida Él une a toda su Iglesia. Él se convierte en la comida y en va bebida para que nosotros tengamos mucha vida en Dios.
Queremos muchos bienes para ustedes. Que el Señor siempre les acompañe. No se olviden de esas cosas tan sencillas, miren siempre a Jesús. Porque a su alrededor los maestros del amor no son los mejores.
Siempre miren a Cristo. En la cruz está la lección, la cátedra de Dios. Pero también vivan las cosas sencillas se la vida y del matrimonio, salúdense, desearse la paz, pedonarse.
Pero también siempre coman juntos en su casa y en la Eucaristía, porque nosotros creemos que la Eucaristía refuerza lo que ocurre en la casa.
Aquella comida de casa es signo de esta comida. La comida eucarística siempre será la plenitud del amor, porque aquí Dios los enlaza, los hace por siempre una sola cosa.
Que Dios los bendiga y también pido a sus amigos y familiares a que recen por ellos. Hoy el Señor a todos el Señor nos invita a convertirnos, conviértanse a Dios, miren a Jesús, aprendan de Él lo que significa amar y perdonar.
Que Dios los bendiga y a caminar juntos, a pedir uno por otro, porque el Señor no los llamó a vivir solos, sino a vivir juntos en medio de una gran comunidad que les ama, que les desea muchos bienes y que los alienta a caminar con gozo y esperanza.