Bendición Capilla de adoración perpetua, María Reina de la Paz – 9 de febrero de 2017
“El Señor también quiso regalarnos su presencia, para que ninguno estuviera solo, Él quiso quedarse de modo permanente, lo hace primero a través de su Palabra, de su Evangelio; pero también lo hace estando presente en la Eucaristía, para que nadie este solo, Él quiere ser nuestro compañero de viaje, Él quiere ser nuestro compañero en la vida y por eso está presente siempre en el mundo. Él mismo hizo esa promesa “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”.
Estimadas hermanas, estimados hermanos, me invitaron esta tarde a bendecir la capilla del Santísimo para enviar una señal a la comunidad de la importancia y la centralidad que tiene la Eucaristía en la Iglesia.
La Palabra de Dios que acabamos de oír, ilumina esto que estamos haciendo en esta celebración, dijo el Señor “no es bueno que el hombre esté solo”. En el deseo original de Dios está el que ninguna persona esté sola, por eso el Señor desde el principio quiso darnos la ayuda que nos conviene, y lo hizo primero a través de la familia, para que nadie esté solo; pero luego la familia humana, por diversas circunstancias, en ocasiones por la muerte o los problemas, no alcanzan a satisfacer en nosotros esa necesidad, por eso el Señor también quiso formar una familia más grande, la Iglesia. De este modo Dios lleva adelante su deseo, “no es bueno que el hombre esté solo”, no es bueno que ustedes y yo estemos solos, y el Señor primero nos ha dado una familia. Gracias a Dios aquellos que gozan del respaldo de una familia, de papá o de mamá, de hermanos, pero cuando a veces eso no puede suceder también el Señor le ha encargado a su Iglesia asistir a todo aquél que está solo y eso lo hace la comunidad Cristiana.
Por eso el Señor también quiso regalarnos su presencia, para que ninguno estuviera solo, Él quiso quedarse de modo permanente, lo hace primero a través de su Palabra, de su Evangelio; pero también lo hace estando presente en la Eucaristía, para que nadie este solo, Él quiere ser nuestro compañero de viaje, Él quiere ser nuestro compañero en la vida y por eso está presente siempre en el mundo. Él mismo hizo esa promesa “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”, y queremos por eso nosotros agradecerle al Señor su presencia en medio de nosotros, esta presencia que no solamente responde a la necesidad personal de cada uno, sino también su presencia que alimenta a la gran familia de la Iglesia. Por eso la santa Misa es siempre comunitaria, porque en ella se hace presente el Señor por medio del pan y el vino Eucarístico pero al mismo tiempo su presencia crea comunión eclesial, nosotros entramos en comunión con el Señor. Por eso cuando comemos su sangre decimos que comulgamos, es decir, nos unimos al Señor. También cuando cada uno participa de la Eucaristía se crea la comunidad y se dan entonces la comunión eclesial. Fíjense bien, como la Iglesia cuida siempre que no se olvide la comunión, en cada Misa pedimos por el Papa, por el obispo y los obispos del mundo, por los sacerdotes y diáconos, por los fieles y el mundo entero, porque quien comulga no solamente entra en comunión con el Señor, sino también entra en comunión con el pueblo de Dios y con el mundo.
El Señor ha querido bendecir a la humanidad a través de su Iglesia y sobre todo a través de su presencia, por eso el mensaje del Evangelio es siempre universal, lo escucharon en el santo Evangelio, en ese dialogo del Señor con la mujer cirofenicia, pagana, que no pertenecía al pueblo de Israel y que ella, con esa fuerza interior de fe, también reclama un lugar en la mesa del Señor, ella dice que no puede estar en esa mesa, pero como un perrito comerá las migajas que los niños tiren en la comida. Ahí aparece este sentido universal, porque Cristo no solo vino por los suyos, sino vino por el mundo entero. Quien participe de la Eucaristía crece en amor, crece en comunión, sale de sí mismo, deja su egoísmo y entra en comunión, porque quien ama a Cristo, quien siente su presencia también va a amar y a respetar a todos los demás que viven con Él. Por eso sería una contradicción comulgar y no estar en comunión con los demás, Cristo mismo les dijo a sus discípulos “si vas a ofrecer, a llevar tu ofrenda y tienes algo en contra de un hermano vete, ponte en paz con Él y luego regresa”, nosotros en la Misa siempre hacemos el rito de paz para indicar que queremos vivir en comunión; puede ser que haya personas que tienen algo en contra de nosotros, o nosotros en contra de ellas y a veces no podemos entrar en comunión, pero quien vive la Eucaristía sabe que ella le une a Cristo, le une al misterio de Dios y a la Iglesia; y por supuesto también a la Virgen María, porque comulgamos la Carne y Sangre de Cristo que estuvo en el Vientre de María, por eso quien ama la Eucaristía ama a la Iglesia y ama a la Santísima Virgen María. Nunca olviden esas palabras del Genesis: “no es bueno que el hombre este solo”, no es bueno que estemos solos, siempre Dios esta con nosotros y está presente simpre en medio de nosotros para crear la comunión eclesial y la comunidad con el mundo.
Mons. Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Monterrey.