Fiesta patronal Seminario Mayor de Monterrey, cd. Benito Juárez, N.L. / 5 de noviembre del 2017
Estimados hermanos y hermanas: con el gusto de cada año venimos a celebrar a nuestro santo patrono, San Teófimo. En esta ocasión, nos toca hacerlo en un domingo. Este día en que muchos hermanos nuestros también celebran la Eucaristía y escucharán la Palabra que acabamos de oír, Palabra que, sin duda, es cumplida en San Teófimo.
El llamado de Jesús a la humildad ha sido una realidad en nuestro Patrono. Fíjense bien, estimados seminaristas, el martirio es la máxima expresión de humildad. Porque la humildad es dar la vida, la humildad es dejarle al otro un espacio, es brindarle a otro un lugar en su dignidad. Lo dijo San Pablo en la carta a los Tesalonicenses (29,7b-9.13), “los he tratado con la ternura de una mamá y quisiera darles Evangelio y mi propia vida”.
Este es el martirio, vivir la humildad hasta el extremo, decirle al mundo que Dios es el único Señor, que un discípulo de Jesús no pretende gloria sino gloria del Señor. En palabras del profeta Malaquías (cfr. 1,14–2,2b.8-10), “Dios es el único poderoso”. Los mártires le dijeron al mundo que el emperador es Dios.
Por eso dice Jesús, “no quieran que los llamen maestros, no quieran que los llamen conductores o guías, no quieran que los llamen padres” (cfr. Mt 23, 1-12). Es decir, no pretendan ocupar el lugar que solo corresponde a Dios. Porque solo Él, manifestado en Cristo, ha sabido manifestar el poder para salvar y para amar, nosotros no lo hacemos así.
Apenas tenemos un cargo y ya miramos a todos hacia abajo, perdemos la conciencia de que somos hermanos. Que el obispo, que el sacerdote, aunque es un hermano mayor, sigue siendo hermano, y debe dirigirse a los fieles laicos como hermanos, nunca pretender otra grandeza sino la del servicio. Así es como Cristo se hizo el último de todos. Jesús bellamente resume esta enseñanza en un dicho sapiencial. Dijo, “el que se enaltece será humillado y el que se humille será enaltecido”.
Todos los que han seguido el camino de la soberbia y el autoritarismo han caído, y muy bajo. Solo el que sirve a la sociedad con humildad podrá ser reconocido. Aunque, en primera instancia, el que es humilde parece perder. Ser hermano no te quita nada, ser hermano te fortalece en el amor a Dios.
En nuestro primer artículo de la fe, profesamos que Dios es Padre Todopoderoso. Solo Él es el Padre, nosotros somos hijos y hermanos. Toda autoridad viene de Dios. Así le dijo Jesús a Piloto (cfr. Jn 19,11).
Aunque en la cátedra de Moisés se sentaron escribas y fariseos, no debieron utilizarla para imponer cargas. La única cátedra válida es la Cruz. Solo el que habla desde la Cruz puede enseñar con verdad y amor.
Cristo sí que es rabbí, maestro. Exige lo que Él se exige. Debemos entrar en esta escuela de humildad. Nuestro Seminario tiene que ser escuela de humildad, donde se aprende a reconocer a Dios como Señor y hermanos entre nosotros. El Seminario tiene enseñar a mirarnos con respeto, con cariño y ternura. San Pablo dice, “yo los traté con la ternura de una mamá”.
Así debemos aprender en el Seminario, a mirar con respeto a toda persona. Cuando vamos al apostolado a compartir con las personas, tiene que ser de esa forma humilde, de participar con ellos lo que nosotros hemos recibido. El papa Pablo VI dijo, “el Señor no quiere maestros, quiere testigos”. Y no porque no cumplamos con nuestro papel de guías de la comunidad, pero tenemos que hacerlo detrás de Jesús, siguiendo a Jesús. No lo podemos hacer de modo autónomo todo, porque terminaremos siendo autoritarios. El autoritario cree que tiene él autoridad y no delegada.
Pidamos al Señor, con el ejemplo de San Teófimo, que ustedes y yo seamos testigos de Cristo. Y todos vamos a caminar en esta pendiente tan difícil: ser humildes. Solo quien es humilde gana amigos y hermanos. El soberbio se queda solo, nadie se acerca a él porque está desconectado de Dios y de los demás. Por eso, la mejor conexión la han tenido los mártires, siempre conectados con Dios y siempre conectados con la Iglesia. Pidamos esta gracia al Señor porque hoy el mundo y la Iglesia piden que los sacerdotes tengamos la virtud de la humildad.