Fiesta patronal Parroquia san José del Uro / 19 de marzo del 2018
Estimadas hermanas, estimados hermanos, muy contento de compartir con ustedes esta fiesta del santo patrono de esta parroquia de San José, el esposo de María, el padre de nuestro Señor Jesucristo. Gracias también, a los sacerdotes que conmigo concelebran en esta fiesta.
Muchas cosas podríamos decir en esta fiesta de San José. Yo voy a fijarme solamente en dos. Primero, en la reacción de José y María cuando ven a su hijo Jesús en medio de los doctores, “se quedaron atónitos”, así lo dice el Evangelio.
Esta reacción, es siempre la reacción de los hombres y mujeres de fe, se quedan atónitos ante la obra de Dios, que no siempre puede explicarse y comprenderse.
Por eso, san Pablo nos habla acerca de la fe. Abraham es el padre de la fe, José es también patriarca y padre de la fe.¿Qué hicieron estos dos grandes hombres? Abraham y José, creyeron contra toda esperanza, siempre estuvieron atentos a las indicaciones de Dios, siempre reaccionaron ante la obra divina con la admiración de los hombres de fe, se quedaron atónitos.
Esa expresión que refleja, no un proceso mental discursivo, sino de quien se admira y no encuentra palabras para explicarlo. Porque la fe, aunque siempre es aliada de la razón, no siempre la fe va a tener todas las razones que lo explica.
El hombre de fe, alcanza a leer tras bambalinas lo que ocurre, sabe entrar en el ocultamiento de Dios, puede pasar la barrera de lo que le señalan sus sentidos, puede ir más allá, puede penetrar en el misterio.
Porque a los ojos de todos, hay siempre como un tope, como una mampara que no permite ver más allá. Siempre las cosas de Dios ocurren en ese misterio que solo en la fe se puede descubrir, y que a veces, humanamente no tendría explicación.
Se dice, por ejemplo, leyendo la primera lectura, que José es del linaje de David, por lo tanto, que era de sangre real. Sin embargo, era un carpintero, un hombre sencillo que se gana el pan con el sudor de su frente en Nazaret.
¿Cómo alcanzar a mirar más allá de eso que se percibe de modo natural? ¿La gente que encontró a Jesús no decían, acaso, “ese es el hijo de José, el carpintero” ?, “¿De dónde le viene la sabiduría que sale de sus labios?” Y algunos se quedaban admirados, otros quedaban atónitos.
Porque así son las cosas de Dios, son como una gran pregunta que el Señor te hace ¿crees o no crees? Por ejemplo, el misterio más grande de nuestra fe ocurre en este altar.
¿No son dos cosas muy sencillas un poco de pan y un poco de vino? Que, para nosotros en la fe, creemos que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo después de las palabras de la consagración.
¿No hay aquí un ocultamiento de lo divino en una realidad muy cercana y muy humana? ¿Cómo poder franquear lo que nuestros ojos nos dicen, lo que nuestros sentidos reflejan? solamente en la fe, solamente el que cree puede ir más allá.
Y no digamos del crucificado. Hemos oído en estos días de cuaresma, el domingo antepasado, cuando san Pablo nos decía que para los griegos ésta es una locura, para los judíos es una vergüenza.
¿Cómo decimos nosotros que éste es el Rey de la Gloria crucificado y derrotado? Pero para los hombres de fe, que alcanzan a ver más allá, descubren aquí al más sabio y poderoso de todos los hombres.
Lo dice san Pablo, “lo que para el mundo es debilidad, para Dios es fortaleza”, “lo que para el mundo es tontería, para Dios es sabiduría”. Y aquí está la sabiduría y la fortaleza de Dios, así son las cosas de la fe.
Y por eso estamos aquí en esta celebración, donde todo ocurre tan sencillamente, una palabra proclamada, un poco de pan y de vino convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, unos hombres, como ustedes, que presiden la liturgia.
Si no pasamos más allá, esto no tendría sentido. Si entrara uno aquí que no cree, diría que somos unos tontos, que qué estamos haciendo aquí. Pero para los hombres y mujeres de fe, se puede ir más allá. ¿ustedes creen que lo que se proclamó es Palabra de Dios?
Creemos que la hostia y el vino, una vez consagrados, son el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Y ustedes creen y yo también lo creo, que por el ministerio sacerdotal ya no soy solamente Rogelio, sino soy el representante de Cristo en la asamblea.
Así son las cosas de la fe. Y San José como Abraham, tuvieron que caminar en esa oscuridad de la vida e ir descubriendo en ese ocultamiento de Dios, la verdad y la grandeza.
Eso es creer contra toda esperanza, Abraham salió de su tierra, que seguramente pensaron que se le había soltado un tornillo, pero llevaba en su corazón una certeza, de que Dios le pedía salir para encontrarse con Él.
También san José, tuvo que ir más allá de lo que humanamente alguien puede superar, de repente su prometida está embarazada ¿Qué es lo que dice el sentido común? “Ella no es mi mujer más”. Pensaba repudiarla en secreto porque era hombre justo, es decir, era un hombre bueno. Pero el Señor le habló en sueños.
Fíjense bien, le habló en sueños, no le habló de día y con toda claridad. Le habló en un sueño donde el Señor le dijo, “toma a María, tu esposa, y recíbela en tu casa, porque lo que está en su seno es obra del Espíritu Santo”.
Solo en la fe se puede dar ese salto cualitativo, si no, es imposible. Por eso la fe es creer contra toda esperanza, y así, san José se convierte en modelo de fe para ustedes y para mí.
La vida no es tan sencilla, las cosas de Dios no son tan evidentes, sólo aquel que abre bien los ojos y el corazón, puede descubrir la grandeza de Dios. Solo el que alcanza a ver más allá se queda atónito, porque no sabe qué decir, pero al mismo tiempo se queda admirado del misterio que está contemplando.
Así José y María, en eso que parece un incidente familiar, que se pierde un hijo y luego se le encuentra, está el evangelista contándonos este misterio de la fe.
Los que conocen las tradiciones judías, saben que también ahí está esa tradición de fondo, cuando un adolescente es introducido al pueblo de Israel, el Bar Mitzvá, escucha la Palabra de Dios, a los doce años ocurrió este acontecimiento.
Pero a lo que quiero invitarlos, hermanos y hermanas, es a tener siempre abierto los ojos de la fe, para estar atónitos, para leer más allá, para entender todo lo que nos pasa con la fórmula de la fe, como lo hizo Abraham, como lo hizo san José, y de modo excepcional y grandioso, la santísima Virgen María, que dice san Lucas, “todo lo escuchaba y lo guardaba en su corazón”, siempre estaba a la expectativa, siempre en contemplación.
Porque eso es el hombre que cree: contempla, no trata a fuerzas entender, simplemente mira, contempla, queda estupefacto, queda encantado de lo que ve, y eso es la fe, quedar encantado de Dios.
Hermanas y hermanos, vamos a pedir porque a todos nos hace mucha falta la fe, la fe es un regalo gratuito. Dice hoy san Pablo, “la fe se pide”, no nos viene de modo natural. Lo natural es que no creamos, lo extraordinario es creer, porque ahí interviene Dios.
Así con mucho gusto y con alegría nos admiramos de la fe tan grande de san José. Por eso es patriarca, patriarca de la fe.