Casa Hogar padre Severiano Martínez / 8 de marzo del 2018
Hermanas y hermanos, muy contento de celebrar estos 70 años de vida de esta casa hogar. Agradecidos con Dios por todo lo que ha hecho por medio de tantos hijos e hijas suyos. Agradecemos la iniciativa del padre Severiano, esa iniciativa que ha sido secundada por muchos y ahora por ustedes.
Agradezco la presencia de los niños y niñas de esta casa hogar, ellos son la razón de todo este esfuerzo, agradezco la presencia de ustedes, los benefactores, los que trabajan aquí en el diario caminar de la casa hogar, los maestros, los colaboradores, agradezco la dirección que llevan los padres de la Natividad de María. Hoy nos honra con su presencia el superior general y otros sacerdotes de la misma congregación también para reiterar el apoyo a la dirección que lleva el padre Rayas. Gracias a todos.
Hoy la Palabra del Señor nos ayuda a comprender esta obra de caridad, porque eso es la casa hogar, una obra de caridad, una obra de misericordia, una obra de amor. Es respuesta al amor que nosotros recibimos de parte de Dios.
Y la Palabra de Dios que acabamos de oír ilumina muy bien este acontecimiento de caridad. Se fijaron la oración tan bella que hizo Salomón, como es siempre la mirada que debemos tener de la historia. ¿Qué hizo Salomón? Miró hacia a atrás, agradeció a Dios todo lo hecho anteriormente a él, a sus padres, a los patriarcas.
Porque así tiene que ser nuestra mirada hacia atrás, mucho agradecimiento. Como nosotros volteamos a ver los 70 años. Pero algo muy importante en la oración de Salomón es mirar el presente. ¿Qué es lo que Dios nos pide hoy?
Los anteriores a nosotros nos han entregado la estafeta, ahora nosotros debemos corresponder. Y ¿qué dijo Salomón? ¿qué le toca al pueblo de Dios en el presente? Obedecer la ley de Dios, entender lo maravilloso, lo sabio, que son los mandatos de Dios, sus Diez Palabras, sus Diez Mandamientos. Que, como aprendimos en el catecismo, todo se resume en dos mandatos: amar a Dios y amar al prójimo.
Esa es nuestra respuesta, ese es nuestro presente, continuar como Iglesia, como comunidad, como casa hogar, continuar amando a Dios sobretodo y amar a nuestro prójimo como Cristo lo ha enseñado.
Ese es nuestro presente, ese es nuestro desafío actual corresponderle a Dios amando. El amor se traduce en hechos, en realidad. El sentimiento pasa a ser una acción. Así es el amor, nace en el corazón, ahí se genera el buen sentimiento de la Palabra del Señor y luego se traduce en una acción.
Por eso decimos en México, “obras son amores y no buenas razones”. Es decir, el amor se hace. Por eso la casa hogar es un hecho de amor y tiene que continuar siendo así. La expresión del amor de una comunidad y de aquellos que se sienten llamados a expresarlos de este modo.
En el Evangelio tenemos también una oración. Salomón hizo la suya maravillado por lo que Dios hacía por él. En el Evangelio tenemos la oración de Jesús, que es superior, es más grande. Porque las oraciones de Cristo no tienen ninguna similitud, superan en todo.
¿Qué nos enseña Jesús en su oración? Primero, agradecer. “Gracias, Padre”. Los cristianos por eso celebramos la misa porque la misa es agradecer. Fíjense bien, agradecer.
En segundo lugar, pedir, pero sobretodo agradecer. Porque es el sentimiento más noble del ser humano, saber agradecer. El que no agradece no tiene sentimiento humano, no tiene sentimiento del corazón. Cristo dice, “gracias, Padre, porque has revelado estas cosas a la gente sencilla, este ha sido tu gusto, revelar estas cosas a la gente sencilla”.
Y ¿qué nos ha revelado el Padre? ¿qué nos ha revelado Jesús? Nos ha revelado el amor de Dios, “mi yugo es suave y mi carga ligera, aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán paz en sus almas”.
Eso es lo que ha revelado Dios en Jesús, que tengamos un corazón amable, manso, humilde. Porque la caridad solamente es posible donde hay corazones mansos, humildes.
¿Qué significa un corazón manso? ¿qué es la mansedumbre? Tener la paciencia, dejarse ayudar, colaborar, dejar de ser violento y agresivo. Para que una obra de caridad siga adelante se requiere el consenso, la concordia de todos los que colaboramos, se requieren corazones humildes y mansos.
Donde hay conflictos y luchas entre las personas se dañan las mejores cosas que puede haber en la sociedad. Por eso hemos venido a celebrar la Eucaristía, porque sabemos que esta casa hogar no solo es una acción filantrópica, es decir, una mera acción humana, valiosa en sí misma, sino que también es obra de fe, obra amor y de esperanza.
Y venimos a pedirle al Señor que mantenga este propósito, que no desmayen, que vean siempre con esperanza, que sepan que lo que hacen por esta casa lo hacen por México, lo hacen por la Iglesia. Que cada niño y cada niña es una riqueza para todos nosotros.
Bien vale la pena, si uno solo fuera bastaría para justificar el esfuerzo. Pero si el Señor confía muchos niños y niñas a esta institución, con mayor razón debemos ver agradecidos a dios esta obra de caridad.
Quiero invitarles, hermanos, a que cada uno colabore según su propio carisma, según sus posibilidades de su corazón, y que pongamos siempre en las manos de Dios esta obra.
Recen mucho para que siga adelante. Decía Jesús, “a los pobres siempre los tendrán con ustedes”. La caridad nunca se acaba, siempre es una tarea interminable, pero sí esperanzadora y grande.
Hay que poner cada uno lo que le corresponde y pidan mucho la luz del Espíritu Santo para quienes conducen esta casa, que no se desanimen, que tengan un atino educativo. Es muy difícil educar, se requiere mucha sabiduría, es todo un arte educar. Pero con la gracia de Dios y con la luz del Espíritu Santo esta obra será una obra grande de caridad.
Vamos a pedir por la comunidad sacerdotal de los misioneros de la Natividad de María, de modo especial por el director de esta casa. Ellos necesitan mucho la gracia de Dios, el apoyo de todos ustedes. Porque esto ha sido asignado a la comunidad de misioneros, pero ellos no pueden hacerlo todo. Sé que cuentan con el apoyo de la comunidad que quiere colaborar para que esto siga adelante.
Vamos a poner en las manos de Dios esta obra y estoy seguro que tiene mucho futuro, el futuro de Dios y el futuro del amor de esta comunidad. Hagamos nuestras las oraciones que oímos de Salomón y, sobretodo, la oración de Cristo, “gracias, Padre, porque has revelado estas cosas a la gente sencilla, este ha sido tu beneplácito”.
Esto es lo que quiere el Señor, esto es lo que también nosotros queremos realizar. Que Dios los bendiga y deseamos con todo nuestro corazón que está cada hogar siga adelante derramando misericordia, ternura, cariño a tantos niños y niñas que están aquí entre nosotros.