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Dos cosas bien importantes: saber oír y saber hablar

Domingo de Ramos en Ce. Re. So. de Cadereyta –  9 de abril de 2017

Esta Misa la ofrecemos por todos los que viven aquí en este lugar. Me da mucho gusto ver a las familias que los visitan, reciban este ánimo, ese gozo de ver a sus hijos, a la esposa, de mirar a sus papás. Vamos a decir que estamos rezando de dos maneras, nosotros aquí en la capilla pidiendo por ellos, pero también lo que están haciendo afuera es muy bonito, y Dios lo bendice; pero nosotros que hemos tenido el gusto de venir a Misa nos toca pedir por ellos, para que las bendiciones que reciben por motivo de la visita de sus familiares den fruto espiritual; y ustedes que tienen oportunidad de venir a Misa que se lleven también todas las bendiciones.

Quiero solamente que hagamos nuestra una enseñanza: Dios nos regaló a todos cinco sentidos, la vista, el oído, el olfato, el gusto, que es también poder hablar y el tacto; cinco sentidos todos bien importantes. Hoy, en este domingo, nos habló el Señor especialmente de dos: oír y hablar. Dos cosas bien importantes: saber oír y saber hablar. El profeta Isaías le da gracias a Dios y dice “me diste oído de discípulo”, es decir, del que oye para aprender, es una de las cosas más importantes, oír para aprender. Es lo que pasó en su casa, cuando sus papás, y ahora ustedes que tienen hijos, les gusta que les escuchen, que aprendan; se oye para aprender, para ser discípulo.

También el profeta le dice al Señor “me diste una lengua experta para consolar al abatido”, me permites hablar y hacer un bien, porque a ustedes y a todos nos puede ocurrir que hablamos para lastimar, hacer daño. Dice el apóstol Santiago en su carta que “la lengua siendo un miembro tan pequeño produce incendios”, puede hacer mucho daño, por eso dice el profeta “me diste una lengua experta para consolar al abatido”. Qué importante son estas dos cosas que el Señor nos regaló: oír y hablar. Pero fíjense bien, uno habla lo que oye, es decir, uno habla lo que aprende, por eso es bien importante que en los lugares que nos encontramos todos oigamos cosas buenas. Es muy bonito que al Evangelio se le llame Buena Noticia, oír una cosa bonita; qué agradable es oír que te digan que te quieren mucho, que te aman, que te perdonan, vamos a echarle ganas, apoyémonos uno al otro; son palabras como un bálsamo que nos caen muy bien en el corazón, pero si uno quiere oír cosas bonitas, cosas que lo animen uno también debe de hacerlo, uno también debe decirle al compañero, al amigo, a la esposa, a los hijos, también decirles cosas buenas.

Tienen ustedes la oportunidad de estar un ratito con su familia, no pueden estar veinticuatro horas, solo un momento: aprovéchenlo para oír y para hablar bien, esto es muy sano, porque si yo llego y comienzo a escuchar puros reclamos me hago sordo, quiero la paz y la tranquilidad. Fíjense bien, ahora que leyeron la Pasión del Señor lo hicieron entre tres: el seminarista Rafael, el hermano Rodolfo y el Padre Agustín; el que menos habló fue Rodolfo y el Padre Agustín sólo dijo una frase en todo el tiempo que estuvo ahí. ¿Qué quiere decir esto?, que Jesús hablaba poco y bueno, Rafael iba contando la historia del pueblo y el Padre hacia la participación de Jesús, pero dice muy pocas cosas, y la palabra que dijo fue estando en la cruz “Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?”; el evangelista tradujo “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, palabras que Jesús tomó del salmo. El Hijo de Dios tuvo una oración por ustedes también, Él dice ¿por qué me has abandonado? ¿Quién no se siente solo; quién no siente que lo abandonan cuando le cometen una injusticia, cuando parece que se pierde el amor de la familia? Jesús dijo cosas muy breves, pero las dijo en nombre de nosotros, fue todo lo que dijo. Lo que decía al principio, qué importante son las palabras que uno dice, por eso venimos a la Misa, para escuchar cosas buenas, las cosas que Dios dice; ¿para qué?, para que aprendamos a hablar bien. Uno aprende a hablar lo que oye.

Gracias porque están aquí, porque están rezando por sus compañeros. Independientemente como sea cada quien cuando rezamos, rezamos por todos, como Jesús en la cruz hizo la oración por toda la gente, inclusive por los dos que están a su lado que eran ladrones. No se olviden de esta enseñanza que nos dejó el profeta Isaías: “el Señor me dio una lengua experta para consolar… y me dio oído de discípulo”. Que Dios los bendiga y no dejen de rezar, crean en el poder de la oración, ya que nos da también paz y tranquilidad, nos apacigua el ánimo, nos da buenos sentimientos; alguno podría pensar ¿a qué voy a rezar; a qué voy a Misa?, si todo dependiera de uno probablemente tendría razón en decir eso, pero ustedes y yo creemos que Dios tiene poder, y que algo va a hacer, aunque no sé ni cómo, ni cuándo, pero hoy les pide Dios esas cosas tan sencillas: oír y hablar bien, de ese modo también las relaciones de familia, las relaciones entre sus compañeros que viven aquí todos los días, podrían ser buenas. Aunque todos hablan mal de los Ceresos, yo no hablo mal, porque creo que Dios sí puede ayudar, suceda lo que suceda Dios sí puede, solamente vamos a pedirle a Él que nos ilumine, que nos anime y que nos de mucha fortaleza, y ustedes amigos y familiares no abandonen a los que quieren. Gracias porque están aquí con sus familias y me dio mucho gusto también que hay tantos que son visitados, pero no vamos a olvidar a aquellos que no los visitan por distintas razones, nuestra oración suplirá esa necesidad.

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