Este martes en la Parroquia de San José de la Diócesis de Torreón, se llevó a cabo la Misa Exequial de Mons. Guadalupe Galván Galindo, Obispo Emérito de Torreón, quien fuera originario del clero de Monterrey.
La Eucaristía fue presidida por el Obispo de Torreón, Mons. Luis Martín Barraza Beltrán y concelebrada por obispos y sacerdotes de diversas diócesis.
La homilía fue compartida por padre Ignacio Mendoza Bueno, quien fuera Vicario General de Mons. Guadalupe Galván.
“Es la vida de Don Lupito, lo que hoy nos ha convocado, la manera como el entendió y asumió su existencia, como un don de Dios, pero también como una vocación a la que respondió con todo su corazón cultivando desde su niñez y adolescencia el amor indivisible por el Reino de Dios”.
“Apenas cumplidos sus 13 años con su inocencia y pasión de un niño cautivado por este Reino Nuevo, se lanzó para alcanzar la perla preciosa y buscar y encontrar el tesoro escondido”.
“No tengo duda de que la Buena Nueva fue el alimento que le hizo crecer y enamorarse todos los días del plan de Dios que sin duda era inmensamente más grande que todas sus posibilidades humanas”.
“Sin temor a equivocarme, recogiendo el testimonio de muchas personas puedo decir que las virtudes que adornaron la vida de Don Lupe fueron herramientas que él supo poner al servicio de la edificación del proyecto de Dios. El anuncio del Reino de Dios constituyo el centro del mensaje de Jesús de Nazaret, para Él vivió y entrego su vida, el reinado de Dios en el corazón de las personas y en el centro de la sociedad humana, fue la única pasión del Maestro, siguiendo el testimonio de los evangelistas descubrimos como el Señor Jesús mostró la novedad de este Reino”.
Antes de concluir la celebración, el Arzobispo de León Mons. Alfonso Cortés Contreras, quien fuera amigo y compañero en el ministerio en el seminario y en la Arquidiócesis de Monterrey dirigió unas palabras a la comunidad.
“Nuestro hermano fue llamado y recreado por la Palabra de Dios y eso lo mostró en su vida y en su escucha, fue ungido por el Espíritu Santo como hijo de Dios y pastor Bueno, y eso lo mostró en su silencio y en su amor fraterno, también fue enviado a la misión y esto lo demostró con la generosa presencia”.
“En la Iglesia de Monterrey fue un pastor querido y un hermano sacerdote que ayudo y fortaleció con su trabajo, con su oración y también con su capacidad de administrar las estructuras y la labor evangelizadora de la Iglesia de Monterrey, En la diócesis de Ciudad Victoria fortaleció las estructuras diocesanas, visitó las comunidades y tomo café con los amigos. En esta diócesis de Torreón estableció el trabajo pastoral conociendo a sus ovejas”.