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Discípulos de Cristo: ¡No dejemos de mirar el cielo!

Toma de posesión Pbro. Rodolfo Antonio García Martínez / Parroquia San Rogelio, Monterrey, N.L.

 

Hermanas y hermanos les agradezco que se hayan dado un tiempo para venir a celebrar la Eucaristía. He venido a presentarles a su nuevo párroco, el padre Rodolfo, por lo pronto, nombrado Administrador Parroquial. También agradezco la presencia de los hermanos sacerdotes muy amigos al padre Rodolfo y al diácono David que colaborará con el padre Rodolfo. Gracias a todos por acompañarnos en esta parroquia. Estoy muy contento de participar con ustedes. Quiero animarlos a seguir en este camino de Dios, como siempre lo han hecho.

Ustedes comprenden cuál es la misión de esta parroquia, siempre sus tres responsabilidades, es decir, predicar, anunciar a Cristo, el cual se hace de muchos modos, a través de la predicación de la catequesis, a través de los ministros extraordinarios de la comunión. La segunda, celebrar la fe en los sacramentos, de modo muy privilegiado en la Eucaristía. No hay parroquia si no hay Eucaristía. Lo que hace que haya una parroquia es que se celebre la Eucaristía y, desde luego, los demás sacramentos. La tercera es animar en la caridad, es decir, juntos ayudar a los que están más necesitados.

Hoy, al escuchar la lectura del Deuteronomio, me impresionó lo que le pasó a Moisés. Dice la Escritura que Moisés era amigo de Dios, podía platicar, cara a cara, con Él. Sin embargo, aunque su amigo, no pisó la tierra prometida. El Señor le dijo, “la vas a ver desde este monte, pero tú no vas a pisar la tierra” (cfr. Dt 34, 1-12). Es una gran enseñanza para nosotros los cristianos. Dice el autor de la carta a los Hebreos, “la fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de las realidades que no vemos” (Heb 11,1). En la parroquia trabajamos en el presente, pero sabemos que hay un futuro. Queremos trabajar en esta ciudad de los hombres, pero estamos pensando en la ciudad del Cielo. Desde la experiencia fraterna de fe nos unimos, como Moisés a un monte y podemos mirar a lo lejos. Dios nos ha prometido el cielo. Para eso es la parroquia para subirnos al monte y que miren a lo lejos el cielo. Porque es lo único que puede mantenernos siempre fieles, como san Rogelio mártir. Los mártires dieron su vida porque miraron más allá. Si solamente hubieran visto su presente, tal vez, la búsqueda de seguridades los hubiera detenido para dar testimonio de Jesús. Los mártires miraron el horizonte más lejano. El Señor les abrió las puertas del cielo para contemplar anticipadamente a Dios. Esa es la tarea de su parroquia. Ésta no es una simple organización de personas, aunque esté conformada por ellas. Es la Iglesia de Dios que está llamada para ser la Jerusalén celestial. Hay que estar siempre mirando al cielo, porque si no, los pequeños problemas nos agotan y no nos permiten vivir con alegría la esperanza. Como Moisés todos estamos llamados a contemplar la patria celestial.

En la segunda lectura, el Señor nos hace pisar el suelo. Los humanos peleamos por mucho. Unos se portan muy mal, otros más o menos, y unos poquitos se portan bien. El Señor llamó a la corrección mutua. La corrección no de alguien que presume ser bueno, sino que ve que su hermano tiene que mejorar. Esta corrección que hacen ustedes papás con sus hijos, su párroco con ustedes y ustedes con su párroco. Tenemos que ayudarnos a ser buenos. No podemos decir “allá él, que haga lo que quiera; no me importa”. Nos importa la vida de cada persona. No podemos suplir al ser humano en lo que le toca hacer, pero sí lo podemos animar a hacer el bien. Esta parroquia está llamada a vivir esta corrección mutua, a ayudarse a cumplir la ley de Dios.

Así pues, hermanas y hermanos, estas dos cosas les invito a vivirlas en su comunidad. Vamos a trabajar muy duro para que Jesús sea conocido, amado y servido por esta comunidad. Dios los bendiga.

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