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Dios nos pide ser humildes para llegar a la santidad

Misa Acredítate en la Natividad del Señor en Monterrey.

3 de noviembre de 2018

Participaré en un momento en un evento en el que cada año ponen en común sus preocupaciones en torno a la evangelización en esta, su parroquia. El año pasado también vine con este motivo y ahora lo hago nuevamente.

Hoy la Iglesia celebra a san Martín de Porres y mañana celebra a san Carlos Borromeo, hago esta anotación para que ustedes vean como es el camino de la santidad, siempre, vidas sencillas pero que no ha sido un impedimento para alcanzar la santidad.

San Martín de Porres, un hombre mulato, hijo de una mamá fuera del matrimonio, viviendo en Lima, la crudeza de la colonización, el desprecio de la raza negra, vivido en carne propia.

San Carlos Borromeo, otra historia, hijo de una familia noble, su tío era el Papa, lo hizo cardenal, cada uno con riesgo de perder la santidad, San Martín que fuera amargado e infeliz, el otro en el palacio, con todas las comodidades, con el aprecio y prestigio de la Iglesia, san Martín nunca pudo ser religioso, fue un donado por ser hijo de una madre sola; en cambio, san Carlos Borromeo, privilegiado en la Iglesia, pero cada uno con un riesgo de perderse.

Los dos alcanzan la santidad por un camino distinto, pero con el mismo objetivo, ser fieles a Dios, amar a Dios, llevar una vida congruente con el Evangelio, qué no enseña eso hermanos. que no hay condición que puede impedir el camino de santidad.

El Papa Francisco escribió hace poco una encíclica, sobre la santidad, explicando cómo es posible que todos sin excepción, podemos llegar a la santidad, como la madre de familia que es su vida cotidiana, puede ser santa.

Pero tenemos que librar un riesgo, pero cada uno de distinto modo. Hoy la Palabra de Dios nos hace pensar en dos cualidades del camino de la santidad, la primera, la humildad, aprender a ocupar el último lugar, eso lo aprendió san Martín, tal vez obligado, socialmente, qué hacía en el convento, barrer.

Pero también, san Carlos Borromeo, aprendió a dominar su deseo de poder, salirse de la lucha del poder y del prestigio y ocupar el último puesto.

Lo mismo que nos decía Jesús en la parábola, cuando te inviten a una fiesta, no te sientes en las filas de enfrente, no sea que te pidan irte a atrás por que no sea ese tu lugar.

Que difícil no ocupar el primer lugar, para ustedes y a lo mejor más difícil para mí.

Lo segundo, nos lo decía el apóstol Pablo, la alegría, la alegría de vivir y la alegría de morir, para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia, los santos han amado la vida que Dios les ha regalado, con todas sus implicaciones, contentos con Dios, pero entendiendo que éste no es el lugar definitivo.

Todo esto se convierte en una llamada de fe, llamada de humildad, el que no es humilde, no se asocia al bien, que importante es aprender a darse el último lugar, pero también, la alegría de saber aceptarlo.

El Señor nos llama a rescatar en medio de las dificultades, el gozo y la alegría, san Martín de Porres, nos enseña esto.

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