Seminario mayor / 27 de noviembre del 2017
Con gusto vengo a celebrar con ustedes y recordar mis 39 años de ordenación sacerdotal. Desde el día de mi ordenación no he puesto en duda esta seguridad de que Dios me llamó para servirle en el ministerio sacerdotal. Hasta el día de hoy estoy muy contento de haber aceptado este regalo de Dios del ministerio sacerdotal.
Quiero animarlos a que hagan un discernimiento en el cual está de por medio una toma de decisión. No se puede ordenar un sacerdote cuando hay muchas dudas. Uno puede tener dudas por la propia debilidad o porque uno no domina el futuro, pero cuando uno acepta, tiene que aceptarlo con todas las consecuencias ser ministro toda la vida.
La Palabra de Dios abona a este sentimiento que tenemos. El Señor quiere que demos todo lo que somos. La viuda dio todo lo que tenía para vivir (Lc 21, 1-4), es decir, no escatimó nada para sí misma y lo arriesgó todo. Así debe ser la vida de un sacerdote, tiene que entregarlo todo, sin reservarse nada para él.
En la historia de Daniel (Dn 1,1-6.8-20), cuatro jóvenes, en un proceso formativo ponen como principal razón de su vida la fidelidad a Dios. Cuando se es fiel a Dios todo cambia, incluso físicamente. Vieron cómo Daniel, que encabeza al grupo, quiere ser fiel a la ley de Dios y no acepta contaminarse con el banquete del rey. Decide llevar una vida austera comiendo legumbres. El Señor está con ellos y salen adelante.
Estas lecturas nos ayudan a vivir con mayor intensidad nuestro proceso formativo y vida sacerdotal. La vida nos exige esfuerzos, pero con razones, con motivos superiores, que hoy, en este tiempo, el Papa ha insistido a todos los creyentes y a todos los sacerdotes dejar a un lado la mundaneidad y llevar una vida austera, una vida ordenada y de acuerdo como Dios la quiere para nosotros. Hay que ponerle todas las ganas para salir adelante.
Con agradecimiento por estos 39 años de ministerio sacerdotal, soy consciente que tengo que intensificar mi camino de conversión, tengo que prepararme para bien morir. Pero este tiempo quiero poner lo mejor de mí mismo, como la viuda o cómo los jóvenes que acompañan a Daniel. Dedicar y poner, como primer punto de mi mirada, el ser fiel a Dios y a sus mandamientos.
Pídanle a Dios por mí, porque tengo que echarle ganas en esta Iglesia diocesana. Si hablo de este último segmento no es para flojear, sino es para tomar conciencia de que el tiempo es precioso, hay que aprovecharlo y dar lo que uno puede, como la viuda que dio todo lo que tenía para vivir.