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Decir “Sí” con amor, eso es la vocación

Cierre de año escolar, Curso Introductorio, Seminario de Monterrey, Allende N.L. – 1 de junio de 2017

Me da mucho gusto venir esta mañana a concluir con la Eucaristía este año, en el cual seguramente Dios les ha permitido madurar su decisión encaminada al ministerio sacerdotal.

La Iglesia, hace aproximadamente cincuenta años, pidió que antes de ingresar al Seminario Mayor hubiera este curso Introductorio, propedéutico, a mí me tocó ser de la segunda generación del curso Introductorio de Querétaro, dejando muy claro cuál era el objetivo: dedicar un tiempo suficiente al discernimiento vocacional, los superiores tienen que presentar a los jóvenes el proyecto salvifico de Dios, por eso la materia principal es la historia de la salvación, y luego en ese ambiente de una mirada histórico-salvifica nosotros nos preguntamos delante de Dios cuál es mi vocación y cuál es mi misión, y Dios, que nos deja siempre en libertad, tomamos la decisión. Muy contento de que todos ustedes van a continuar su formación en el Seminario.

Así ha sido este año, de discernimiento, pero hay algo que oímos providencialmente en la Palabra de Dios: la vocación de Pedro. Esta vocación que no es un sí único e irrepetible, sino un sí que en cada momento crucial de la vida se tiene que reiterar, se tiene que escuchar el “sígueme” de Jesús. A Pedro lo llamó Jesús junto con su hermano Andrés y otros discípulos al inicio de su misión, por primera vez escuchó la palabra “sígueme”, pero era necesario que después del acontecimiento que estrujo sus decisiones, la muerte y Resurrección, era necesario volver a preguntarse y volver a escuchar el llamado de Jesús. El Señor le dice “sígueme”, pero antes le hace unas preguntas, un escrutinio; el Señor quiere conocer el corazón de Pedro y le pregunta tres veces “¿me quieres, me amas?” al final reconoce sus limitaciones y le contesta “tú lo sabes todo, sabes que te quiero”. Nuestras decisiones tienen que ir acompañadas de la humildad, reconociendo que tenemos un corazón en vaivén, a veces estamos entusiasmados, otras veces no; a veces afirmamos nuestra fidelidad a Jesús y en otras lo negamos, pero en este torbellino histórico el Señor nos reitera su apoyo, cariño y llamada.

En la vida todos vamos sintiendo cuando el Señor nos pide reafirmar. En esos momentos más importantes de nuestra historia vocacional, cuando decidimos ingresar, cuando decidimos continuar avanzando en las etapas formativas, cuando pedimos ser aceptados como diáconos y desde luego como presbíteros. Nos decía nuestro obispo en Querétaro, cuando era seminarista, que uno sabe que tiene vocación hasta el día de la ordenación, pero la llamada el Señor la hace en momentos importantes de la vida, como lo hizo con Pedro.

Este pasaje es el paradigma, el modelo de toda formación permanente, porque en la vida no hay una única vez que le digamos al Señor “sí, quiero”; sino ese “Fiat” tiene que estarse reiterando sobretodo en nuestras crisis, cuando salimos de ellas es cuando le decimos al Señor “sí, quiero, estoy para hacer tu voluntad”, cuando dejo de mirarme solo a mí mismo y descubro el proyecto de Dios para mí y el proyecto de Dios para la Iglesia. Porque la vocación, aunque es un asunto personal en el que cada uno toma la decisión, es también un asunto eclesial, me siento parte de un cuerpo, me siento parte de la Iglesia y del mundo y yo le digo al Señor “aquí estoy para hacer tu voluntad”; como lo dice la historia de los profetas, Dios pregunta “¿a quién mandaré”, y el profeta responde “aquí estoy Señor”.

Siempre Dios pregunta por los hechos del mundo y de la Iglesia, pregunta si hay algún voluntario. El mejor voluntariado es el del ministerio sacerdotal, el que acepta la llamada en su voluntad acepta también las consecuencias de haber dicho que sí, acepto el camino, este esfuerzo vocacional, porque ¿de qué serviría que dijera “aquí estoy”, pero no asumo las consecuencias? Acepto el paquete completo de la llamada. Ustedes Dios mediante continuarán su formación. Que aunque esta formación es de su vida, cuando uno está claro hacia dónde va, todo se puede sobreponerse, como el que quiere ser campeón en alguna disciplina atlética hace esfuerzos para poder llegar a ella.

Decir “sí” con amor, eso es la vocación, es un voluntariado de amor aceptando todo lo que implica, decirle al Señor “aquí estoy”. Quiero animarlos a que ustedes con mucha firmeza puedan decirle “aquí estoy” al Señor, y Dios les irá señalando los caminos, pídanle a Dios su gracia para poder corresponder y hacer todo lo que se tiene que hacer para que Dios haga su obra entre ustedes.

 

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