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Cristo reina desde la Cruz. Reinamos con Él cuando amamos y servimos

Fiesta patronal Parroquia Cristo Rey, Juárez / 26 de noviembre del 2017

Con gusto he venido a acompañarles en la fiesta patronal. Hoy celebramos a Cristo Rey. En el siglo pasado se instituyó esta fiesta, allá por el año 1925, cuando apenas habían transcurrido la primera Guerra Mundial. Hacía pocos años, se había aparecido la Virgen de Fátima a los pastores. El Papa, oyendo la voz de los obispos de todo el mundo que le pedían que instituyeran esta fiesta, accedió y, desde entonces, se celebra la fiesta en todo el mundo.

Quiero hacer una consideración. Cuando hablamos de Dios todas las cosas que podemos decir de Él se quedan cortas, inclusive, algunas pueden ser mal entendidas. Por eso, Cristo, frecuentemente, corrigió o completó para que pudiera tener la correcta interpretación.

Por ejemplo, Cristo es Pastor, es Maestro, Dios es nuestro Padre. Son verdades, pero tenemos que decir que, si se entienden al estilo humano, quedan muy cortas. Porque Cristo, de modo excelente, ha llevado esos títulos a su mejor expresión.

Recuerdan el pasaje cuando Cristo le dice a sus discípulos, “no se dejen llamar maestros porque hay uno solo. No se dejen llamar “padre” porque hay uno solo, el del Cielo” (Mt 23, 8-9). Nuestro lenguaje es un lenguaje analógico, es decir, en algo se parece, en algo no se parece.

Cristo es Rey. Un rey, ¿qué características tiene? Leyendo el primer libro de Samuel, cuando el pueblo le pide a Samuel que le regale un rey, él les previene. Les dice, “el rey va a quitarles a sus mujeres y a sus hijas, se va a adueñar de todo. Los va a hacer de ustedes súbditos y esclavos. ¿Quieren eso? Dijeron, “sí” (1 Sam 8, 10-20). Ese es el concepto humano de rey, el que está enjoyado, el que viste lino y purpura, el que se sienta en su trono y gobierna con cetro de hierro.

Cristo gobierna de otra manera. El Crucificado tiene una corona de espinas. ¿Qué vestiduras tiene? ¿El vestido es, acaso, de lino y púrpura? No, está desnudo. ¿Tiene un cetro de hierro? No, tiene las manos clavadas. Este es el Rey.

Dijo Pilato cuando mandó inscribir el letrero de la cruz, que estaba en latín, griego y hebreo, decía: INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum), Jesús Nazareno Rey de los judíos. Piloato lo mandó poner en tono de burla. Dice el evangelista San Juan que los judíos, cuando vieron el letrero, le dijeron, “quítalo, porque eso no es cierto. Mejor escribe: este dijo, “soy rey de los judíos”. Pero Pilato dice, “lo escrito, escrito está” (Jn 19, 21-22). Este es el Rey.

Fíjense la contraparte. Un Rey ¿qué cualidades debería de tener? Ser inteligente, ser justo y tener el poder para defender a su pueblo. Cuando Pilato le dice a Jesús, “¿tú eres Rey?” Jesús contesta, “sí, soy Rey, y para eso he venido, para dar testimonio de la verdad”. Le pregunta Pilato, “y, ¿qué es la verdad?” (Jn 18, 37-38). Jesús no le responde porque Él había dijo antes “yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).

¿Cómo se presenta Cristo? Como Rey, el más inteligente, pero juzgado como tonto. Lo dice San Pablo a los Corintios, “nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los paganos” (1 Cor 1, 23). Cristo parece que no tiene inteligencia. A veces, uno cree que el tramposo y el malvado es más listo. Hasta decimos, “¡qué abusado es! ¡qué listo es!” Pero Cristo es más inteligente que todos, porque hay más inteligencia en hacer el bien que hacer el mal.

Revisen un poco la historia de la gente, los que parecían listos terminan destruidos. Solo triunfa la inteligencia aplicada al bien. Cristo parece impotente, pero es el más poderoso de todos los hombres. Porque su poder no depende de la fuerza física, sino de la fuerza moral. Dijo, “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi Reino no es de aquí” (Jn 18, 36).

Por eso, Él muere, prácticamente, solo. Dice el Evangelio, “estaban su Madre, y la hermana de su Madre, María, la mujer de Cleofas, María Magdalena y el discípulo amado” (cfr. Jn 19, 25-26). Ahí no hay un ejército que lo defienda, pero es el más poderoso que no necesita ejército. Porque la verdad no se defiende con la fuerza, la verdad tiene su propio poder.

Este es Cristo Rey del universo. Él dice, “el que quiera seguirme que tome su cruz de cada día y me siga” (Mt 16, 24). Lo han seguido muchísimos. Una multitud de mártires y santos han seguido al Crucificado. En nuestro país, muchos han sido crucificados con palabras de ¡Viva Cristo Rey!

En mi lema episcopal decimos, “esta es nuestra victoria, nuestra fe”. No hay otra, todas las victorias de los hombres son pasajeras, no marcan la historia humana. El Crucificado, sin tener ejército ni tener dinero ni poder, ha difundido en el mundo el mensaje de este Reino, el Reino de Dios, que es Reino de la verdad, del amor y la justicia.

Hermanas y hermanos enamorémonos de este Rey, el único que perdura para siempre. No hay otro, es Cristo el Rey del universo. Nosotros estamos aquí en esta Iglesia y vamos a celebrar el misterio Pascual de Cristo, gracias a ese acontecimiento, gracias a que Jesús murió en la cruz y mostró, desde la cruz, en qué consiste ser Rey.

Que Dios los bendiga y acompañe, y, como hoy nos pedía Jesús, hay que imitarlo () porque este Reino no tiene esclavos ni enemigos, ama a todos sin excepción, desde el más insignificante, al pobre, al que no tiene donde dormir, al que está en la cárcel, el que anda migrante de un lado para otro. Por eso nos hizo la recomendación: atender al último de todos. Muy difícil mirar a Cristo en los necesitados.

Tenemos una instrucción de Jesús: visiten a los que estén en la cárcel. No dijo que solo a los que sean inocentes, sino, dijo al que esté encarcelado, sin ninguna condición. Querer al que tiene hambre, al que está en la cárcel, al enfermo, no es sencillo. Al final de nuestra vida Dios nos juzgará por ello.

Hay que pedirle a Dios la gracia de ser indulgentes, de ser misericordiosos con todos los que son considerados los últimos de la sociedad. Porque, al final, el Señor nos dirá, “vengan, benditos de mi Padre,”(Mt 25,34). Si no, ¿qué nos va a decir? “Váyanse, malditos, al fuego eterno” (v. 41).

Vamos a pensarlo a bien. No podemos jugárnosla de modo superficial. Cuando encontramos a alguien que no tiene que comer, hay que ver cómo ayudarle, porque Cristo, Rey del universo, nos juzgará según el trato que hacemos a sus hermanos los más últimos.

Que Dios los bendiga y ánimo, porque las palabras de Cristo son para motivarnos a ser humanos, sensibles, caritativos, reyes al estilo de Jesús. El día del bautismo cuando el padre nos ungió con el aceite nos dijo: eres profeta, sacerdote y rey. Este es el sentido del reinado. Que Dios los bendiga.

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