En un ambiente de fe, esperanza y profunda devoción mariana, la Arquidiócesis de Monterrey celebró el pasado 18 de diciembre la solemnidad de la Virgen del Roble, Madre y Patrona de esta Iglesia local, en una Eucaristía presidida por Mons. Rogelio Cabrera López, arzobispo de Monterrey, en la Basílica dedicada a la advocación mariana.
Durante su homilía, el Arzobispo destacó que quienes se congregaron en el templo representaron a toda la Iglesia de Monterrey, expresando de manera comunitaria el cariño y la gratitud del pueblo fiel hacia la Virgen del Roble. “Le decimos que la queremos mucho, interpretando los sentimientos de tantos que hubieran deseado estar aquí”, señaló.
Mons. Cabrera subrayó que esta celebración adquiere un significado especial al encontrarse la Iglesia inmersa en el Jubileo por los 2025 años del nacimiento de Jesucristo, que culminará el próximo 25 de diciembre. En este contexto, invitó a contemplar el misterio de la Sagrada Familia de Nazaret, donde María, José y Jesús revelan el rostro cercano de Dios que se hace presente en la historia humana.
El Arzobispo recordó también la conmemoración de los 1700 años del Concilio de Nicea, en el cual la Iglesia proclamó la fe en Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre, misterio que eleva la dignidad de toda la humanidad al hacernos hijos de Dios. En este horizonte, destacó el título de María como Madre de Dios, profundamente ligado al misterio de la Encarnación.
Al reflexionar sobre la figura de San José, Mons. Cabrera resaltó su ejemplo de justicia, discreción y ternura. Explicó que, a la luz de Cristo, la justicia ya no se limita a lo legal o distributivo, sino que se manifiesta como amor, misericordia, respeto y capacidad de guardar el secreto y la buena fama del prójimo, valores especialmente necesarios en la sociedad actual.
Asimismo, el Arzobispo enfatizó que la salvación cristiana es siempre cercanía, recordando que el nombre de Jesús —Emmanuel— significa “Dios con nosotros”. “No hay salvación a larga distancia; Dios nos salva acercándose a nosotros”, afirmó, destacando la Encarnación como el acto supremo del amor divino.
Finalmente, en el contexto de la fiesta de Nuestra Señora de la Espera, el Arzobispo invitó a los fieles a poner en manos de la Virgen del Roble sus necesidades personales y comunitarias, pidiendo su intercesión para aprender de María la ternura, de José la discreción y de Jesús la verdadera justicia.
La celebración concluyó con un llamado a vivir la próxima Navidad con un corazón dispuesto a acoger al Dios que se hace cercano y que, a través de María y José, continúa acompañando y salvando a su pueblo.