Misa de fin de año / Catedral Metropolitana de Monterrey / 31 de diciembre del 2017
Gracias, hermanos y hermanas, por venir en esta vigilia de la fiesta de la Maternidad de María. Esta noche que también significa el paso de un año a otro. Dejaremos el 2017 y entraremos al 2018.
En esta octava de Navidad, la Iglesia nos pide contemplar el misterio de Cristo en relación al misterio de la Virgen Madre. A los 8 días, dice el texto bíblico, circuncidaron al Niño y le pusieron por nombre “Jesús”. Este ritual, instituido en tiempos de Abraham, significaba la pertenencia al pueblo de Israel al pueblo de Dios. Porque la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo, en primer lugar, hace referencia a una familia, a la familia de María y José. Pero también su pertenencia al pueblo de Israel.
La Iglesia nos pide en esta solemnidad contemplar a la Virgen Madre, a la Virgen María que, como dice el Evangelio que acabamos de oír, ella guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Esta es la Madre de Dios, la Madre de Jesús, que sabe estar atenta a todo, que no se le pasa nada, y que sabe ver, escuchar y meditar. Así ella nos enseña cómo hay que contemplar los hechos, la historia y la vida. La vida hay que contemplarla, hay que meditarla.
Así en esta noche tenemos que hacer lo que la Virgen María, guardar todo y meditar. Con ella quiero invitarles a tres cosas: primero, con la Virgen María hay que alabar a Dios. Lo primero que tenemos que hacer es alabar a Dios. Alabarlo por todo el bien que nos hace con su presencia y su misericordia amorosa por la humanidad. Esta noche hay que mirar positivamente las cosas. Solo el que ve lo positivo entra en comunión con Dios. Es una noche de alabanza. Alabar a Dios por ser tan bueno, por ser tan amable, por ser misericordioso.
Pero también, con la Virgen María, agradecer. Aprender a agradecer, aprender a decir a Dios “muchas gracias”. Qué bueno que terminamos este año celebrando la Eucaristía, la acción de gracias. Y cuando se vive la vida de manera gratuita, es decir, sin exigir nada y teniendo siempre una actitud agradecida, hace mucho bien al corazón. Agradézcanle a Dios todo, lo bueno y lo no tan bueno, porque, de una u otra manera, el Señor nos hace siempre el bien. Por eso agradezcámosle a Dios el año 2017 y con este espíritu que estamos a la expectativa y esperanza del año 2018.
La tercera actitud que les sugiero que iniciemos el año 2018 es pedirle a Dios. Hay que pedir a Dios, hay que orar, hay que presentarle al Señor nuestras necesidades. Primero, alabarlo, segundo, agradecerle, tercero, le pedimos. Porque necesitamos muchas cosas, necesitamos de su amor, paz y armonía, necesitamos deseos de vivir, necesitamos animarnos con esperanza en la vida. Ustedes y yo no podemos vivir la tragedia de una a otra de aquellos que sienten fastidio por todo. Nosotros miramos el futuro con esperanza. Los días y los años que el Señor nos quiera regalar necesitamos vivirlos siempre en su presencia.
Así pues, hermanas y hermanos con la Virgen María Madre de Dios alabamos a Dios, con ella le agradecemos y con ella le pedimos a Dios muchos bienes para nosotros. Que Dios los bendiga a cada uno y a sus familias y que el año 2018 los mantenga mirando siempre a Cristo Redentor y a la Virgen María, nuestra Madre, con estas miradas tendremos esperanza y mucha fuerza interior para seguir adelante en nuestra vida. Que Dios los bendiga.