50º Aniversario Sacerdotal Pero. Hector Viejo, San Juan Bautista de La Salle – 22 de mayo de 2017
Estimadas hermanas y hermanos fieles laicos, amigos, hermanos sacerdotes y hermanos obispos, Padres Maco y Padre Héctor. Nos unimos a este gozo, a este jubileo de oro, y queremos desearles muchas bendiciones de parte del Señor.
Un jubileo de cincuenta años evoca cosas muy bellas que Dios nos enseña en las Escrituras. El número cincuenta habla de perdón, habla de un nuevo comienzo, habla de Pentecostés. Eso tiene que ser para ustedes dos, agradecerle a Dios su amor que significa perdón. También este jubileo es querer empezar porque Dios hace siempre nuevas todas las cosas; pero también jubileo significa pentecostés, aquellos cincuenta días de la presencia Pascual de Cristo que culmina con el regalo del Espíritu. Jubileo es por lo tanto amor, pero este es un jubileo de oro, y ustedes saben que el oro se va apreciando en la medida que se purifica, el oro se purifica en el crisol, y así es la vida de todos nosotros, se va purificando en medio de gozos, de tristezas, en medio de sueños y realidades, en medio de éxitos y fracasos, es así como Dios purifica nuestras vidas. Este jubileo de oro es también un acontecimiento de purificación y quiero invitarlos a los dos, Padre Maco y Padre Héctor, quiero animarlos a vivir así estos cincuenta años de vida sacerdotal.
Cuando nos ordenamos nos dijeron que era “ad eternum”, hacia la eternidad. Cuantos más años pasan más cerca estamos del cielo, más cerca estamos del Resucitado, más cerca estamos de Dios. La Palabra de Dios que se proclamó nos da dos enseñanzas muy importantes para nosotros que tenemos el sacramento del sacerdocio: la vida de un sacerdote consiste en escuchar y dar la vida, su vocación es escuchar, su misión es dar la vida. Escuchamos la vocación de Samuel, lo único que le dice su maestro es “cuando Dios te hable dile «habla, Señor, que tu siervo te escucha»”, y culmina el relato de manera formidable “Samuel crecía”, permanecía en Dios, y todo lo que escuchaba se cumplía. Escuchar, una tarea inacabable, un sacerdote oye, escucha a Dios en primer lugar, escucha su Palabra; pero también escucha al pueblo de Dios. Y, ¿cómo va afinando el Señor nuestros oídos? cuando rezamos las primeras horas de la liturgia, dice el salmo “si hoy escuchas su voz no endurezcas el corazón”, siempre escucharlo, incansablemente escuchándolo, y eso nos prepara para dar la vida.
Dice el Señor “Yo soy el Buen Pastor, y doy la vida por mis ovejas”. Nuestro ministerio es aprender a dar la vida, algunos lo han hecho a través del martirio, como la expresión mayor de dar la vida; otros tenemos que hacerlo en este batallar cotidiano, en esas caídas y levantadas y aveces sentirnos egoístas, pero el Señor siempre pidiéndonos que demos la vida por los hermanos. Así es la vida de un Sacerdote: dar la vida con ganas o sin ganas, con o sin entusiasmo, pero siempre el Señor nos está pidiendo dar la vida en este ministerio tan grande y tan sencillo centrado en la Eucaristía, oyendo a los fieles en la penitencia, reuniendo a los fieles, preocupándose por los más pobres, y esto nos permite vivir la misión.
Padre Maco, Padre Héctor, den la vida, no se cansen de hacerlo, siempre hay hechos nuevos que el Señor ilumina, pero también en la sencillez cotidiana, en el cansancio de la vida. Que Dios los bendiga y cuentan siempre con nosotros, que la presencia de amigos y familiares, de nosotros que nos sentimos sus amigos, sea siempre intercesora por ustedes. A escuchar y a dar la vida.