Misa exequial del padre Abramo
21 de noviembre de 2018
Estimadas hermanas y hermanos fieles de esta comunidad, unidos en el afecto y la fe en el padre Abramo , hermanas religiosas, hermanos sacerdotes, hermanos obispos.
Iluminado por el titular de esta parroquia, Jesús nazareno, nos da un fortalecimiento en la fe.
En esta ocasión nos obliga a hablar de Jerusalén, porque Jerusalén es nuestra casa, nuestra ciudad, nuestro destino. El Evangelio concluye “Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén”.
El destino es Jerusalén, a la Jerusalén del cielo. El apóstol San Juan nos anima diciendo que la puerta está abierta, porque Jesús a eso vino, para abrirnos las puertas del cielo, crear la esperanza en una vida futura, el deseo de llegar hasta el cielo.
Cuando un hermano muere nos ayuda a recordarnos como peregrinos. Por eso hoy le decimos al padre Abramo , hasta luego, nos veremos allá en el cielo.
El Señor nos da ese tiempo, la vida ,pero a todos nos ha dado el mismo regalo y la misma misión, hacer valer su Palabra.
El Evangelio lo hemos oído para dar frutos de buenas obras, pero nuestra vida es limitada y nuestra respuesta muy pequeña.
En la Eucaristía exequial pedimos perdón a Dios, pedimos perdón por el padre Abramo.
Rezamos por él y le damos nuestro afecto, hay dos cosas que nos hacen mucho bien, la oración por los hermanos y el afecto sincero.
Vemos en el padre Abramo un amigo, un compañero de camino.
Caminamos hacia la Jerusalén del cielo de la cual cristo ya abrió la puerta con su pasión y su resurrección.
Muchos de nosotros gozamos de la amistad del padre Abramo, le agradecemos a
Dios, le pedimos al Señor que sea misericordioso con él.
Que le dé el cielo que nadie merece, nosotros que aun caminamos en este mundo aspiremos también en Jerusalén.
Padre Abramo, nos vemos en Jerusalén.