Misa con algunos bienhechores de la diócesis – 28 de marzo de 2017
Estimadas hermanas y hermanos. No podemos decirles a ustedes “gracias” de manera completa, si no es en este ambiente del agradecimiento de Jesús. Por eso agradecemos en la Eucaristía, para asociar nuestras palabras al acontecimiento más grande de la fe católica: la Santa Misa, en ella damos gracias, aprendemos a agradecer como Jesús.
El conocimiento que nosotros tenemos de Dios es siempre analógico, es decir, de Dios hablamos a partir de lo que nosotros somos y de lo que nosotros vivimos, y Dios ha querido hablarnos al estilo como nosotros podemos entenderlo. Decir que el lenguaje de la fe es lenguaje analógico, o metafórico, no quiere decir que no sea real. Al mismo tiempo que tomamos lo humano, sin desprendernos de él, abarcamos lo divino, como pasa en el misterio principal de la Eucaristía: el pan y el vino antes de la consagración, la realidad física de ser pan y de ser vino, después, por las palabras de la consagración y la acción del Espíritu Santo el pan se convierte en el cuerpo de Cristo y el vino en sangre de Cristo; no se pierde la realidad física, seguimos viendo el pan y el vino, saboreando pan y saboreando vino, pero al mismo tiempo ocurre algo ahí que solamente la fe nos permite captar, vivir en realidad. Por eso, los sacramentos tienen estos dos elementos inseparables: la materia y la forma, que no se puede quitar una y destruir la otra.
La Palabra de Dios que acabamos de escuchar nos habla acerca del agua, y cuando hablamos de ella lo mismo pasa que con la Eucaristía. En el sacramento del bautismo ahí está el agua, por el misterio de Dios esa agua se convierte en causa de vida, no deja de ser agua pero en el momento sacramental tiene una propiedad nueva, ya no sólo es señal de la vida física y humana sino de la vida Divina. Cuando el Señor habló con Nicodemo le dijo que había que bautizar con agua y con Espíritu, ahí está el agua y el el Espíritu, algo que se ve y algo que no se ve; la fe es creer en lo que no se ve. Por eso alguien que no cree le parecería una significación. Está la realidad visible y la realidad invisible, ninguna puede opacar a la otra, una se entiende con la otra, una es más grande con la otra; una adquiere una significación nueva con la otra.
Las aguas que dan vida y que dan fertilidad. El agua que es un elemento vital y trascendente también se convierte en señal importante que la vida que no la da sólo el mundo, sino que la da Dios: naces según el Espíritu. Se fijaron como en el Evangelio este hombre va creciendo en un proceso de fe, primero recibe el don de la vida y la salud, pero no sabe quién se lo dio, hasta un segundo momento que se encuentran personalmente con Jesús y se da cuenta que es Cristo, el Mesías.
Quiero invitarles a esta experiencia de fe y a mantener siempre ese criterio de nuestra fe en la que se conjuntan en el misterio de Cristo dos realidades que parecen irreconciliables: Cristo es verdadero Dios y también verdadero hombre, y todo lo que celebramos tiene lo humano y lo Divino, la materia y la forma, y cada una nos aporta para nuestra experiencia de fe los dones de Dios. Que el Señor los bendiga y sigan con esta actitud de agradecer.
Una Iglesia-Empresa no funciona, la Iglesia desde los primeros tiempos hasta hoy ha vivido de la ofrenda de los fieles, no ha habido otra manera y nosotros tenemos que molestarlos a ustedes, pero así tiene que ser, no hay otra manera en la vida de la Iglesia. Así, los fieles comparten los dones que reciben para la evangelización. Uno que quisiera no pedir, pero lo hacemos únicamente por la finalidad que queremos alcanzar: que la gente conozca, que ame y que sirva a Jesús. Si nos salimos de este objetivo tendrían razón en no ayudarnos. Vale la pena el que ustedes sigan compartiendo lo que Dios les regala y esperemos no serles gravosos y molestos. Les digo, al menos como buen propósito, usaremos bien lo que ustedes aportan para nuestra Iglesia, procuro de modo muy consciente que las ayudas que nos dan se utilicen bien. Tengan esa garantía: hago todo lo que está de mi parte para administrar bien los recursos que vamos recibiendo, y estamos siempre a la raya pero al mismo tiempo Dios es providente; como aquella viuda que compartió con el profeta su último pan y nunca le faltó aceite y pan. Gracias por ayudarnos y no se impacienten porque el que da, que lo de con alegría. No tiene sentido dar si no lo da con alegría. Reciban mi agradecimiento, extiéndanlo a su familia, el patrimonio es de su familia: de su esposa e hijos, les agradecemos a ellos también, porque los donativos son de toda la familia.