XV años María Fernanda Oyervides, Catedral de Monterrey / 30 de junio del 2018
Hermanos y hermanas, amigos y familiares de María Fernanda. Hoy damos gracias a Dios por tus quince primeros años, María Fernanda. Un breve consejo: que siempre que vayas a tomar una decisión pregúntales a tus papás si eso es lo mejor para ti, y hacerlo siempre en un ambiente de oración. Porque cuando hacemos oración se ilumina nuestra inteligencia y se aclaran nuestros sentimientos.
Hoy la Palabra de Dios que acabamos de oír, nos presenta diversas situaciones por las cuales las personas tenemos que atravesar. Hay situaciones que nos agradan y quisiéramos que siempre permanecieran en nuestra vida. Pero la vida tiene siempre otro lado de la medalla, las tristezas, las dificultades, e incluso, las enfermedades.
Y la fe consiste en confiar en Dios. Por eso, cuando estamos muy bien, muy contentos, cuando todo sale como nos gusta, hay que agradecerle a Dios. Nunca creer que el bienestar que tenemos es por nosotros mismos, sino que Dios nos permite gozar los momentos agradables, para prepararnos también a los momentos complicados.
Hoy el Evangelio nos habló de los enfermos. Es importante que tú, ya desde ahora, tengas en tu mirada no solo lo que es exitoso, sino también ir conociendo aquello que hace sufrir, para experimentar, para prepararse en el camino.
Qué importante, Fernanda, es saber mirar todo, lo bueno, lo agradable, lo exitoso, pero también ver la otra parte de la vida, que no queda bajo nuestro control, las dificultades, los no éxitos, los problemas, e incluso, las enfermedades.
Oímos un relato del Evangelio, un hombre que le pide a Jesús que le sane a uno de sus trabajadores, y Jesús le dice que sí. Pero cuando Jesús está por ir a su casa él le dice, “yo no soy digno de que entres en mi casa. Dime una sola palabra y mi criado va a quedar sano”. Y el Señor lo curó.
Pero dijo algo muy bonito Jesús, “en verdad les digo que no encontré una fe más grande que la de este hombre en todo Israel”. Porque fueron palabras de confianza, de seguridad y, sobretodo, de humildad.
La vida la tenemos que ver y sentir con humildad. Siempre con humildad. El que es humilde trata buenas amistades, la mujer que es humilde encuentra un marido que le va a respetar y le va a amar.
El que es humilde le va bien en la escuela, le va bien en el trabajo. Porque cuando uno es humilde trabaja, se esfuerza, colabora, y mira a los demás como personas amigas y cercanas. El soberbio no tiene amigos, el soberbio es siempre negativo y no encuentra nunca su lugar en ningún lado.
Hoy la Palabra del Señor, a todos los que estamos en la misa y, de modo especial, a ti, Fernanda, te hace esta invitación concreta, ser una mujer humilde, es decir, que te mires como eres, pero que también aceptes a los que están contigo como amigos.
Que te Dios bendiga. Hoy vamos a pedirle a Cristo y a la Virgen María que te ayuden en lo que ahora viene por delante. Sin duda, más difícil. Porque nuestra niñez es muy bonita, estamos muy arropados por nuestros papás, estamos muy cuidados, mucho cariño, gracias a Dios. Pero en la medida en que vas creciendo, vas siendo una mujer más libre y responsable y también con más dificultades.
Estoy seguro que hoy vienes a dar gracias a Dios y a llenar tu ánimo para vivir con intensidad la vida que Dios te regala y poner en Él, y solamente en Él, tu futuro. Porque el futuro mejor para todos es un futuro según Dios.
Que el Señor te bendiga y también a tus amigos. Porque nos hace falta unos buenos amigos, los que nos llevan a hacer el bien. Cultiva la amistad con aquellos que te quieren, con aquellos que buscan lo mejor para ti.
El que te diga cosas negativas o te quiera empujar a hacer cosas que es contrario a lo que te dicen tus papás y, sobre todo, a lo que te dice Jesús, ese no es tu amigo. El amigo quiere nuestro bien y solo nuestro bien.
Que Dios te bendiga. Y ayúdense todos en el camino de la vida, cuídense uno a otro para que el Señor les proteja y a todos les vaya muy bien.