Confirmaciones parroquia la Natividad del Señor, Cumbres / 19 de mayo del 2018
Estimados hermanas y hermanos, estimados niñas y niños, jóvenes que hoy reciben el sacramento de la confirmación: qué bueno que celebramos esta eucaristía casi en víspera de pentecostés.
La comunidad integrada por nosotros vamos a tratar de vivir la misma experiencia de casi hace 2000 años de aquel primer pentecostés, pidiéndole a Cristo el regalo del Espíritu Santo.
Quiero hacer una sencilla reflexión. Ustedes han oído un dicho muy conocido, “no se pueden pedir peras al olmo”, “no se cosechan higos de un espino”, para indicar que hay cosas, que hay realidades que no se dan fácilmente.
Es imposible que un olmo pueda dar peras. Impensable que un espino dé higos. No se puede simplemente. Hoy el profeta Isaías nos hablaba de otro imposible, que un tronco seco pueda retoñar, imposible. Sin embargo, Dios hace una promesa, que lo imposible es posible. Pero que la única condición de que le permitamos actuar a Dios.
¿Quién no quiere un mundo mejor? Quisiéramos que haya paz, que haya sabiduría, inteligencia, amor. Pero eso no nos sale naturalmente a nosotros. Estamos heridos por el pecado y no podemos dar peras si somos olmos; imposible.
No podemos pedirle a la humanidad, a los demás, algo que no pueden dar, que ustedes y yo no podemos dar; imposible. Pero el Señor ha hecho una promesa, que Él puede cambiar radicalmente a las personas, como de un árbol puede haber un retoño.
Y esta es la esperanza que nos reúne en esta eucaristía, que Dios puede cambiar las cosas, que Él puede dar lo que nosotros no podemos obtener por nosotros mismos.
Hay virtudes que se llaman teologales que solo Dios regala y que hay que pedirlas: la fe, la esperanza y la caridad. Hoy san Pablo nos decía en la segunda lectura, a cerca de los dones de Dios. El Señor es el que da el don de la sabiduría, de la ciencia, de la fe, etcétera.
¿Queremos cosas buenas? Hay que pedirlas a Dios. ¿Queremos gente buena? Hay que pedirle a Dios. ¿Queremos cambiar, ser mejores? Hay que pedirle a Dios. Porque Él es el que regala eso que, humanamente, uno no puede obtener.
La mayor parte de las cosas son regalo de Dios. Como las cualidades que se tienen humanamente. El que tiene el carisma de la música, pues aprende rápido, le pongan el instrumento que sea. Porque tiene el carisma, tiene el don de la música.
Hay otro que puede pasar diez años en un conservatorio y no tocar la nota de “fa”. ¿Por qué? Porque no tiene el don. Tiene que pedir a Dios el regalo, el don.
Ninguno de nosotros puede ser más de lo que, humanamente, puede ser. Y por eso hay que pedirle al Señor, “quiero ser bueno”, “quiero ser amable”, “quiero ser respetuoso”, “quiero amar a quien me ama”, “quiero amar a quien me ofende”.
Hay que pedirlo a Dios, nosotros no podemos, tenemos un límite, una fragilidad que, por más que lo hagamos, no podemos.
Es cierto, no podemos esperar aquí el paraíso, no podemos esperar que toda la gente que nos rodea sea buena. Pero tenemos que pedirle a Dios que nosotros sí podamos ser buenos, que podamos hacer que la faz de la Tierra sea de otro modo.
Hoy le pedimos a Dios para que estos niños, estas niñas, reciban el don del Espíritu. Ustedes, papás y padrinos, no pueden heredar la fe, no pueden heredar el amor, no pueden heredar la esperanza.
Hay cosas que sí heredan, como el ADN, las características físicas, tal vez, el temperamento. Pero hay realidades que no se heredan, que vienen dadas por Dios a cada uno.
En la confirmación tenemos la oportunidad de pedirle a Dios. Hay cosas que nadie les va a regalar sino solo Dios, la sabiduría, la ciencia, la fe, los buenos modales, el buen carácter, la amabilidad, el respeto, el saber perdonar. Todo eso lo da Dios.
Hay que pedir. Ustedes papás y padrinos, vienen aquí a pedirle a Dios por sus ahijados, por sus hijos, para que sean buenas personas, para que puedan producir los frutos que ustedes quieren en sus niños y niñas.
Los tiempos no son buenos. No es fácil que las cosas salgan bien, que las influencias que recibe uno no siempre son las mejores. Con mayor razón hay que pedirle a Dios.
A Dios hay que pedirle lo imposible, siempre lo imposible, porque tenemos la garantía de que, desde casi 2000 años, muchos, antes que nosotros, y con nosotros, le han pedido a Dios y su vida ha sido feliz de acuerdo con el Señor.
Que Dios los bendiga. Yo sí creo que los espinos pueden producir higos, que de un árbol seco puede haber un retoño. Porque Dios me ha concedido ver milagros. Muchas personas que han recibido de Dios el don de la fe, de la esperanza y la caridad.
Y ¿por qué no nosotros? Hay que pedir. Recen mucho, todos los días, hay que decirle al Señor, “que crea, que espere y que ame”. Siempre esas tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.