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¡Dios llama por amor y con los dones necesarios!

Siervos de nuestro Señor Jesucristo / 14 de mayo del 2018

Primero, me da mucho gusto volverlos a visitar. Cuando venía en el camino, venia pensando que son muy atrevidos ustedes, fundar una comunidad en tiempos de sequía, cuando todo nos dice que no hay vocaciones.

Una palabra del Papa ha sido muy oportuna. Recuerdan cuando le dijeron de la crisis vocacional, dijo, “no me salgan con ese cuento chino, no es que no haya vocaciones, es que Dios tiene el modo de llamar en cada momento, de modo distinto, pero siempre llama”. Porque Dios no deja de llamar.

Entonces quiero animarlos, a ustedes muchachos, como ustedes las hermanas, a caminar sin miedo. En muchos pasajes de la Sagrada Escritura, en el Antiguo y Nuevo Testamento, nos motivan a creer en los milagros.

Recuerdan el milagro de la pesca milagrosa, no habían podido pescar en toda la noche y Jesús les pide hacer algo que parece no lo más recomendable. ¿Quién pesca en la mañana? Solamente los que no saben. La pesca se hace en la noche, es cuando los peces están atarugados y se les puede pescar.

Y Jesús le dice a Pedro, en el día, “vamos a pescar”. El Señor le dice para dónde y Pedro le cree y lo hace. También los profetas, sobretodo, Isaías, cuántas veces animaron a ver de modo positivo el futuro. El Señor puede hacer que un desierto se convierta en jardín, que ahí donde no hay agua haya caudales y manantiales.

Así es que corrijo mi pensamiento, en el sentido que hay que ponerse en las manos de Dios. Está re-difícil iniciar una fundación en estos tiempos, pero quiero animarlos. Dios hace lo más, a nosotros nos toca lo menos, pero no podemos dejar se hacer la partecita que nos toca.

Jesús dijo, no me eligieron ustedes, yo fui quien los elegí”, “ya no los llamo siervos, los llamo amigos”. Y esta es la llamada que Dios les hace a ustedes, hermanas y hermanos jóvenes.

Así es que con mucha esperanza hay que echar las redes, porque el mundo necesita a Jesús y esta es la razón de ser de esta obra. Hay que predicar en el desierto y el Señor los quiere como predicadores llenos del Espíritu, no solo hablar por hablar, de aprovecharse del discurso, no.

Es predicar con el Espíritu, es decir, que la Palabra no quede como palabra, sino que sea realidad. Así como Cristo, la Palabra hecha carne, la predicación tiene como fin que la Palabra se haga carne en la gente. Que la Palabra no quede en una idea, sino que pase siempre a la vida. Y este es el momento que vivimos, tanto en el mundo, como en la Iglesia.

La segunda cosa que quería comentar, es hoy la fiesta de san Matías. San Matías que es apóstol por una rifa, por unas suertes. ¿Qué quiere decir esto? Que no lo merecía y que así es el llamado de Dios. No es porque tú lo merezcas, sino porque Dios, de algún modo no voluntario de las personas, lo ha querido. Fíjense qué inteligentes los apóstoles. Cuando uno toma una decisión es muy peligroso, porque uno puede parecer que se pone de parte de uno y desprecia a otro.

Eran dos candidatos. José, con mucho, tenía una fama más grande que Matías. Los dos eran buenos, pero José era más famoso, hasta le decían “el justo”. Y hacen el sorteo entre José y Matías con la única condición de que ambos tuvieran la experiencia de Jesús. Y queda al final Matías.

Se ganó la rifa. Esto nos hace pensar a nosotros cómo los caminos de Dios, aunque parecen casualidades, circunstancias, ocasiones, es así como Dios actúa. Y uno se pone a pensar cómo la vida de uno tiene muchas circunstancias que en el mundo pasarían como meras casualidades, pero que en el proyecto de Dios nosotros les llamamos “providencia”.

Conocimos a alguien sin haberlo planeado, oímos una predicación sin haberla esperado, hubo un acontecimiento de nuestra vida que no hubiera ocurrido. Así la vida está cargada de estas cosas no intencionales. Todo parece así de casualidad, pero esto nos ayuda también a no exigir un reconocimiento y un mérito, que la llamada de Dios es siempre gratuita, porque ellos no compraron boleto para la rifa.

Les tocó y le tocó a Matías. Siempre me llama la atención esta elección de Matías, y yo creo que ilustra nuestro camino. Todo parece accidental, pero es providencial. Todo ocurre como sin haberlo planeado, pero Dios sí tiene un proyecto. Pero, abusados, porque también nosotros podemos salirnos del carril, porque Dios nos dio un gran regalo, la libertad, porque nos ama.

Hoy en el Evangelio hablo del amor. El amor no es imposición, el amor es en libertad, porque libremente somos amados y libremente también amamos. Recuerdan aquellas palabras de Cristo cuando dijo, “yo doy la vida, no porque me la quiten, sino porque quiero darla”.

Entonces también en esto de la vocación asumimos una grande responsabilidad, que el papa Francisco llama “el discernimiento”. Pero para que el discernimiento sea como Dios lo quiere, tenemos que hacerlo en la gracia.

Yo les decía a los seminaristas, si se van a ir váyanse del seminario el día que estén contentos, porque es una señal que es una decisión bien tomada. Si te vas cuando te enojaste ya tu mente y tu corazón no tienen la libertad para tomar la mejor decisión, se requiere la gracia, es decir, el amor.

Y por eso en el discernimiento cuando nos preguntamos y le preguntamos a Dios qué quiere de nosotros, tenemos que hacerlo en gracia, reconciliados, con mucho fervor.

Y el Señor, aunque algunos ya tomamos una decisión y hay una señal objetiva de que el Señor nos llamó. El padre Salvador, a un servidor, a las hermanas que traen su escapulario negro, ya hay una señal objetiva de que el Señor nos llama.

Y si nosotros queremos modificar la decisión, ya es una cosa muy costosa, que yo no culpo a quien haga lo contrario ni lo veo mal, pero es algo muy serio. Tiene que ser muy duro modificar una decisión de esa naturaleza. Respeto, pero, gracias a Dios, yo ya estoy más para allá que para acá.

Lo he dicho también cuando me preguntan de mi vocación, tuve muchas dudas antes de ordenarme, por todo lo que veía por todos lados. Me tocó una época crítica de la Iglesia. Precisamente en el pontificado del Papa Pablo VI, fue una situación muy especial. El Concilio cimbró a la Iglesia y entramos en un proceso bien complicado.

Qué complicado los años 65 al 75, por poner un periodo de tiempo. Yo tuve muchas dudas de ordenarme sacerdote, pero digo también que, desde el día que me ordené sacerdote, Dios me dio el regalo de jamás dudar de esa decisión.

Esto es lo que le tenemos que pedir hermanas que son perpetuas y nosotros sacerdotes, que nos dé fuerza para permanecer. Hoy hablaba el Evangelio de permanecer, que podamos librar los escollos, las dificultades. Porque el camino de Dios nunca es un camino en alfombra roja. Es siempre en empedrada, en complicaciones.

Pero también con muchas cosas bellas que Dios nos regala sin merecer. Cómo Él nos da la alegría como un don no merecido, el gozo de vivir, el gozo de compartir la Palabra. Cómo Dios se vale de uno para llevar cosas que nadie puede dar sino solo Dios.

Entonces, ánimo, échenle ganas, pórtense bien, porque es lo que dice el Señor, el que me ama cumple mis mandamientos. Pórtense bien y el Señor les indicará si este es el camino. Ustedes que están en proceso formativo, pídanle al Señor la luz Uno qué quisiera que todos seamos sacerdotes, que ellas sean religiosas hasta que la muerte llegue. Pero el Señor también respeta libertades, pero hay que hacerlo con mucho cuidado, con mucha serenidad.

Ya saben que cuentan siempre con mi apoyo, con mi bendición. El carisma que Dios ha suscitado, Él también lo acompañará. El carisma de la Palabra, de la alegría, que hoy hace tanta falta a la gente. Una palabra llena de gozo, llena de esperanza, una palabra cantada, como María que canta siempre la Palabra del Señor.

El Señor quiere que vivamos la experiencia de comunidad, de familia, inclusive, aquellos que se van de anacoretas. No se van porque rechacen vivir en comunidad, sino porque querían tener una experiencia de soledad como lo hacía Jesús también. Hay momentos en los que te las tienes que ver en un momento personal con Dios.  Pero el Señor nos quiere en comunidad, nunca piensen que es mejor estar solo.

Las primeras palabras que dijo Dios, fue, “no es bueno que el hombre esté solo”. No sol palabras solo para el matrimonio, son palabras para todo el ser humano.

Y lo tercero es encontrar cuál es el lugar que Dios nos da en la Iglesia, cuál es el carisma recibido, primero, como comunidad, pero también como persona. Descubrir que, aunque algunos pareciera que no tuviera una cualidad, ahí hay una cualidad que el Señor nos da, solo hay que descubrirla y no querer la del otro.

Nunca hay que querer lo que a otro Dios le ha regalado, sino valorar lo que el Señor nos da y que nunca es poquito, solo que a veces uno piensa que es poquito, siempre nos da muchísimo.

San Pablo cuando habla del cuerpo, dice, “imaginen que todo fuera ojo”. Gracias a Dios está este intercambio, y que uno tiene que valorarlo y no apocarse, nunca apocarse. Los complejos de inferioridad no son de Dios, siempre ver con optimismo nuestra vida.

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