Novenario Parroquia de la Santa Cruz, Monterrey / 28 de abril del 2018
Estimados hermanas y hermanos: me da mucho gusto venir a visitarlos en este quinto día de la novena. Durante estos días ustedes han ido, como lo hacen cada año, descubriendo la belleza del significado la Cruz de Cristo, la Cruz redentora, la Cruz de la victoria del Señor.
Este signo que ha acompañado a la Iglesia, el signo que nos hicieron en la frente el día de nuestro bautismo como sello que no se borra de nuestras vidas.
La Cruz que significa nuestra vocación, “el que quiera seguirme que tome su Cruz de cada día y me siga”. Así lo dijo el Señor cuando llamo a los apóstoles, cuando llamó a sus discípulos y al llamarnos a nosotros a la fe.
La Cruz no puede estar separada de nuestras vidas. La Cruz está hecha al tamaño de nosotros. Por eso la Cruz es como el perfil de un ser humano. Es nuestra identidad, es lo que somos los seres humanos.
La Cruz hay que aceptarla con buena voluntad valor y confianza. Por más que queramos no la podemos desechar, nos acompaña toda nuestra vida como nuestra sombra. Como decimos, nadie puede quitarse su propia sombra. Así es la Cruz, nos acompaña.
La Cruz tiene un doble significado: puede significar dolor y desgracia, pero también puede significar victoria y vida. Y eso es lo que el Señor Jesús realizó, transformó el signo negativo en un signo positivo.
Y a nosotros nos llama también para que, en nuestras vidas, aquello que nos destruye, aquello que no nos hace felices, con la gracia de Dios, se transforme en algo bueno y positivo.
Hoy la Palabra de Dios ilumina muy bien este sentido. El Señor habla hoy de permanecer, estar ahí. Así como el brazo de un árbol no se puede quebrar y si se rompe se seca, así dice el Señor, “yo soy la vid y ustedes los sarmientos; yo soy la parra y ustedes las ramitas”. Si una rama se corta, se seca. Y para lo único que sirve es para la lumbre.
Permanecer. Estas palabras Jesús las decía siempre, “sean fieles, estén conmigo, permanezcan conmigo”. Recordarán aquellas palabras que dice san Juan cuando Cristo estaba en la Cruz. Dice, “estaban junto a la Cruz María la Madre de Jesús, la otra María, María Magdalena y el discípulo amado. Ellos estaban ahí, no huyeron, no escaparon, permanecieron.
Por eso dice el Señor, “el que permanece en mi ese da mucho fruto”. El que escapa, el que huye, se seca, se destruye. Desde el día de nuestro bautismo quedamos incorporados a este árbol de la Cruz. Hay pinturas muy bonitas donde la Cruz es un árbol con raíces, con frutos.
Porque así es la Cruz del Señor, no es una Cruz seca, marchita o estéril, no. Es una Cruz que da fruto, fruto de santidad y de amor.
Oímos cómo lo explicaba san Juan en la primera carta, “el que cumple los mandamientos permanece en mi”. Eso es lo que significa permanecer. El que ama está ahí, acompaña, está siempre a nuestro lado.
El que no nos quiere, escapa, huye, no está junto a nosotros. El Señor nos pide permanecer unidos a Él en la Cruz, clavados en la Cruz, sabiendo que, de esa manera, nosotros nos realizamos como personas y como cristianos.
Por eso, dice el Señor, “mi deseo es que ustedes den fruto”, fruto de amor, fruto de cariño, de respeto. Es la manera como permanecemos con Dios. Dice el apóstol san Juan, “no amemos de palabra, sino con las obras, con los hechos”.
Ustedes que, con toda la Iglesia, estamos preparando la a celebrar el 3 de mayo la Cruz de Cristo, no hay que olvidar lo que nos dijo el Evangelio, hay que permanecer con Cristo, ser crucificados con Él, estar apegados con Él, adheridos a Él. Y el modo como lo hacemos es viviendo el mandamiento de la caridad.
Pero como somos pecadores, débiles, ingratos, hay que pedirle a Dios su gracia. Que yo pueda creer, esperar y amar. Hay que pedir las virtudes teologales, virtudes que solo Dios sabe regalar a sus hijos.
Les invito a que sigan en esta alegría de la fiesta de su comunidad parroquial y quédense con lo que el Señor nos dijo, “permanezcan”. Permanezcan en el amor a Dios, permanezcan junto a Jesús, permanezcan para que den fruto y fruto en abundancia.
Que Dios los bendiga y disfruten los regalos que Dios les da en esta fiesta de su comunidad parroquial. La Cruz de Cristo es victoria, la Cruz de Cristo es vida.
Dice una historia que, cuando al emperador Constantino se le apareció la Cruz de Cristo, su esposa será la que la encuentra en Jerusalén, dice que cuando el Cielo estaba en la batalla vio la Cruz tenía un letrero que decía, “en este signo vencerás”.
Cuando vemos la Cruz de Cristo siempre recordemos esa promesa, “en este signo venceremos”. No hay otro camino, no hay otro destino, porque la Cruz está echa a nuestro tamaño. Pero no la podemos cargar si no es porque Cristo nos ayuda, porque Él ha querido ser el Cirineo que ayuda a los hombres a cargar con la Cruz de cada día.
El Señor nos bendiga y mucho ánimo porque hay que caminar con la Cruz cada día, pero muy pegaditos al Señor, pero con la ayuda de la experta en el dolor que es la santísima Virgen María.