Ciudad del Vaticano (www.pastoralsiglo21.org).- 8 de abril del 2018.- En la celebración del Domingo de la Misericordia este año el Santo Padre celebró la Eucaristía en el atrio de la Basílica de San Pedro.
La fiesta de la Divina Misericordia se celebra II Domingo de Pascua y fue instituida oficialmente por San Juan Pablo II durante la canonización de Santa Faustina Kowalska, el 30 de abril de 2000.
Esta celebración nace de un pedido de Cristo a una religiosa polaca del siglo XX, santa Faustina. Es una fiesta para manifestar en el mundo su inmensa compasión por los Hombres: «Deseo que la fiesta de la Misericordia sea un recurso y un refugio para todas las almas y sobre todo para los pobres pecadores. En este día, las puertas de mi misericordia están abiertas, yo les daré un océano de gracias a las almas que se aproximarán a la fuente de mi misericordia» le dijo Jesús a santa Faustina.
El día de hoy durante la Misa que celebró el Santo Padre recordó qué , en los momentos de tristeza, en el sufrimiento de la enfermedad, en la angustia de la persecución y en el dolor por la muerte de un ser querido, todo el mundo busca una palabra de consuelo. Sentimos una gran necesidad de que alguien esté cerca y sienta compasión de nosotros. Experimentamos lo que significa estar desorientados, confundidos, golpeados en lo más íntimo, como nunca nos hubiéramos imaginado.
Miramos a nuestro alrededor con ojos vacilantes, afirma el Papa, buscando encontrar a alguien que pueda realmente entender nuestro dolor. La mente se llena de preguntas, pero las respuestas no llegan. La razón por sí sola no es capaz de iluminar nuestro interior, de comprender el dolor que experimentamos y dar la respuesta que esperamos. En esos momentos es cuando más necesitamos las razones del corazón, las únicas que pueden ayudarnos a entender el misterio que envuelve nuestra soledad.
Ya que el poder del amor transforma el sufrimiento en la certeza de la victoria de Cristo, y de nuestra victoria con él, y en la esperanza de que un día estaremos juntos de nuevo y contemplaremos para siempre el rostro de la Trinidad Santísima, fuente eterna de la vida y del amor.
Con información de: Vatican News / AVC