Misa Exequial Pbro. Pedro Mora / Casa Sacerdotal / 18 de marzo del 2018
Estimados, hermanos y hermanas, un saludo respetuoso y cariñoso a toda la familia del padre Pedro, a sus papás, a sus hermanos, que están con nosotros celebrando esta Eucaristía. Gracias a sus amigos, a los fieles laicos, gracias a mis hermanos sacerdotes y diáconos.
Miren, delante de nosotros tenemos un triángulo grandioso: el altar, el ambón y el cuerpo sin vida de Pedro. La Palabra ha sido proclamada y pasó de ser un libro muerto a ser vida en nuestros corazones. Lo mismo pasará dentro de un momento, el pan y el vino eucarístico, se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Lo mismo nuestro hermano Pedro sin vida, recobra vida gracias a la Resurrección que el Señor le comparte.
Cuando lo ordené diácono, le entregué los Evangelios, y le dije que esa sería su norma de vida. El día que lo consagré sacerdote, además de imponerle las vestiduras propias, la casulla y la estola, le entregué el pan y el vino eucarístico. Porque el sacerdote está al servicio de la Palabra y al servicio de la Eucaristía. Somos servidores de Cristo, siervos del Señor.
Y por eso, nuestro ministerio tiene valor y tiene sentido siempre. Aunque solo minuto fuéramos sacerdotes o fuéramos un año o más años, es el mismo misterio de Cristo sacramento.
Cuando iba a ordenar a Pedro, él me informó que estaba enfermo, que tenía cáncer. yo lo ordene, no obstante esa realidad. Cuando el equipo que me lo presentó me dijo esto, les dije yo, “aunque un día sea solo el que viva para el ministerio, y si Dios le concede un año o más años, porque nunca sabemos lo que ha de venir, vale la pena ordenarlo sacerdote”.
Un ministerio breve, cuatro meses en la parroquia de las Palmas en Zuazua, y otro tanto, casi proporcional, enfermo en el hospital. Pero vale la pena.
Dios ha querido que así fuera su historia personal. Nadie sabe el término de su vida, siempre es misterio de Dios. Y por eso, hoy quiero animarlos a todos a decirle al Señor, como lo hace el pueblo de Israel cada noche pascual.
Los israelitas cantan un canto bellísimo, “eso me basta”. Dice el pueblo de Israel “si solo hubiéramos cruzado el Mar Rojo y no nos hubieras dado tus mandamientos, eso nos hubiera bastado; si no nos hubieras llevado a la tierra prometida, eso hubiera bastado, si no hubiéramos entrado a la tierra prometida y solo hubiéramos recibido los mandamientos y cruzado el Mar Rojo, eso nos hubiera bastado”.
Siempre los creyentes le decimos al Señor, “eso nos basta”, es más que suficiente. El momento que el Señor nos conceda, es grande, es suficiente.
Humanamente, es normal que digamos o pensemos, “el Señor le hubiera dejado más tiempo en el ministerio”. Yo también lo hubiera querido así, pero el Señor es el que conoce los destinos de cada uno, y eso basta.
Eso le ha bastado a Pedro esos pocos meses de vida sacerdotal, esa fue su plenitud, esa fue la gracia recibida por el Señor.
Por eso ahora, que está aquí frente a nosotros, muy cerca del altar, muy cerca del ambón, donde el sacerdote, expresa la gracia de Dios. Podemos estar, aunque tristes, contentos porque Dios todo lo hace bien.
Le regaló el ministerio sacerdotal. Sus familiares saben cuántos años de esfuerzo, de trabajo, de interés, de lucha, y el Señor le concedió el ministerio sacerdotal.
Por eso, cuando ya se iba a ordenar de diacono, le informan de su enfermedad, nunca dudé en ordenarlo diacono, ni ordenarlo presbítero, porque él tenía también el deseo de ser sacerdote. Y el Señor le cumplió ese sueño, aunque fugas, aunque breve, pero igualmente grandioso.
Vamos a pedir por nuestro hermano Pedro. Hoy, en el Evangelio nos ha hablado acerca de la muerte de Cristo. “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, permanece infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.
La muerte no es un final, no es una tragedia, no es un sinsentido. Es siempre el modo como el Señor nos hace florecer y nos hace fructificar.
Que Dios acompañe a todos, especialmente a los papás y a los hermanos. Pedro por la ordenación sacerdotal es verdaderamente nuestro hermano. La fraternidad sacramental no es solo una idea teológica, es una realidad. Y nos duele que haya muerto, pero también, estamos contentos porque Dios fue grande con él y decimos como Israel “esto nos basta”.