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Dios nos regala todo, pero con Jesucristo

Misa consagrados y consagradas / 25 de febrero del 2018

Me da mucho gusto venir con ustedes en este tiempo de Cuaresma a celebrar la Eucaristía y a oír con ustedes la Palabra del Señor. Este segundo domingo de Cuaresma pone el acento en escuchar. Escucha el hijo a su papá. Esta es la enseñanza de este domingo segundo en esta bella catequesis bautismal que recorre todo el tiempo de Cuaresma.

Pero hoy algo bien importante para ustedes consagradas y consagrados. Desde luego todo el Evangelio, toda la Escritura ilumina la vida consagrada. Pero hay algunos pasajes que han adquirido una especie de relieve para comprender, valorar y vivir mejor la consagración.

Y este pasaje de hoy del Evangelio es uno de ellos muy apreciado, como lo es el relato del camino de Emaús. Todos los consagradas del mundo y de América latina han ido siguiendo la espiritualidad del camino de Emaús.

Pero este relato tiene un especial significado, porque el Papa san Juan Pablo II, cuando escribió la exhortación sobre la vida consagrada, fruto de un sínodo, partió de este relato de la Transfiguración.

Voy a fijarme solo en un pensamiento. El relato es bellísimo, tiene todo aquel pasado espiritual del pueblo de Israel, el pueblo que camina en el desierto y que, en un momento determinado, el Señor les habla, les cambia la vida.

Y ellos, siglos posteriores, lo convertirán en una gran fiesta la fiesta de las tiendas. A eso alude el Evangelio, las fiestas de las tiendas, de los tabernáculos. Lo que dice Pedro no es una ocurrencia. Están viviendo las fiestas de las tiendas.

La fiesta de las tiendas tiene una parte muy significativa. Una vez al año todo fiel judío sale de su recamara, deja su cama y duerme en el patio poniendo una choza, una enramada. Y de esa manera recuerdan algo que no deben olvidar, que fueron un pueblo peregrino, que caminaron en el desierto, en la providencia divina.

No había comida, no había bebida, pero en ese camino del desierto les acompañó una certeza en el corazón, de que Dios provee tal como había provisto cuando el Señor, en el sacrificio de Abraham cuando ofrece a su hijo Isaac. Dios provee, les da el cordero en lugar de sacrificar a su hijo. Y precisamente el monte se llamaba Moria, el lugar donde Dios provee.

Esa memoria de la providencia divina acompañará siempre al pueblo de Dios, a Israel, a la Iglesia. La vida no la caminamos solos, sino siempre en la providencia de Dios. El Señor va dando una palabra a lo largo del camino.

Como también Jesús para atender su propio camino tuvo que conversar con Elías y con Moisés. Porque él, como verdadero hombre, también tiene interrogantes de la vida, tiene que responder al sufrimiento, tiene que responder a la cercanía de la muerte.

Como los que caminan por el desierto cuando están en situaciones límite, saben que lo que sigue es la muerte. No hay comida, no hay agua. El pronóstico dice “muerte”. Y en ese pronóstico de muerte hay una palabra providente, Dios les habla. Aunque estás en situación de penuria, “eres mi hijo, yo te amo, yo te ayudaré”.

Por eso este relato de la Transfiguración, de la metamorfosis, como se dice en griego, es también la experiencia de todo consagrado, de toda consagrada, es ir viviendo en la propia vida este cambio.

Esta metamorfosis, este ir adquiriendo, la blancura de Dios. Ese es el camino de quien se consagra a Dios, una metamorfosis, hacia lo mejor, hacia la gloria, hacia el Cielo. Pero que se tiene que hacer pisando el barro, pisando la suciedad del mundo.

Porque solo en Cristo, solo por el poder de Dios, lo que es rojo y escarlata, lo que es café, lo que es tierra, lo que es pequeñez, puede ser cambiado por el Señor. Esa es la metamorfosis de la que el Señor quiere para ustedes, para todos.

No es la metamorfosis de aquella historia de Kafka, la metamorfosis. Cuenta que una mañana siente que es un escarabajo, encerrado en su propia limitación. Todo lo oye, todo lo escucha, pero no puede hacer nada, está encerrado. Esa angustia lo atormenta porque no sabe qué hacer. Quiere comunicarse, pero no puede, quiere comer, pero no hay quien le dé de comer. Se siente angustiado, esa no es la metamorfosis de la que habla el Evangelio.

Es la metamorfosis a la apertura, al camino abierto, al despoblado, donde podemos siempre tener la ayuda, el apoyo de otros. La comunidad que, junto con cada uno, nos permite caminar.

Eso es posible si uno escucha, si uno oye, si uno obedece. Porque la palabra obediencia viene de “escuchar”, atender, discernir, aceptar los mejores caminos para uno y para los demás. Si el Señor les ha llamado a vivir en comunidad no es para atormentarlas, no es para encerrarlas, no es para crear en ustedes una angustia que grita.

Sino para respirar, para compartir, para hacerle la vida mejor al otro, para escuchar el llanto aquel, el grito de auxilio, sabiendo que Dios está de nuestra aparte. Hoy san Pablo lo dice con preguntas que parecen un grito. “¿Quién nos va a juzgar? ¿Quién nos va a condenar? Nadie. Porque todo se nos ha dado junto con Jesucristo”.

Dios ha provisto este regalo todo, pero con Jesucristo. Este es el regalo que el Señor hace a sus hijos, a la Iglesia y a la comunidad. Si no van junto con Cristo todo lo demás puede convertirse en algo tormentoso, en algo no agradable, que no satisface.

El Señor tiene un paquete completo y en un paquete completo no puede quitarse el mejor regalo que es Jesucristo no podemos creer. Una comunidad alegre, una comunidad donde se comparte, una comunidad donde se es solidario, no podemos tener los regalos de la alegría y de la satisfacción de vivir si no es con Jesucristo. Porque así lo ha querido Dios, nuestro Padre. Nos regala todo, pero con Jesucristo.

Quiero animarles a este camino propio de la vida propio de la Cuaresma. La cosa está muy difícil para todos. No caminamos en alfombra roja, sino en medio de la vicisitud, en la incertidumbre, puede ser que también en medio de la incomprensión.

Este Evangelio fue relatado por san Marcos para iluminar el momento de la persecución. Para eso fue el relato, para los cristianos perseguidos. No para los que están sentados y cómodos, sino para aquellos que sienten cerca la amenaza. Un león te va a comer, te van a desollar, te van a llevar, está ahí el espectro de la muerte violenta.

Y es así como el Señor les habla a sus hijos, a los fieles a los creyentes. Jesús ya pasó antes que tú, él ya supo de la persecución y de la muerte. Pero tuvo una garantía de sentirse Hijo amado del Padre.

Esa garantía fue lo único que le pudo ayudar a soportar el camino. “Padre si es posible pasa de mi este cáliz, pero si no es así que se haga tu voluntad”. Esta es la enseñanza de este domingo, que toda la Iglesia escucha, especialmente los cristianos que están perseguidos, que se sienten confundidos, pero que nosotros también les acompañamos desde esta trinchera, haciendo de nuestra vida un camino con el Señor, un camino de escucha, un camino de compartir, un camino solidario.

Es así como el Señor llama a los consagrados. Por eso los consagrados tienen una llamada muy especial a vivir en comunidad. Esta invitación que estoy haciendo en este plano de Plan de Pastoral de este año 2018, cómo ser buen hermano de comunidad y cómo ser buenos ciudadanos. Pero ya el Señor nos dice cómo se camina en medio de turbulencias, en medio de dificultades.

Pero un cristiano siempre mantiene la esperanza y con la esperanza mantiene la alegría. Vamos, pues, a esta metamorfosis, a este cambio, a este revestirnos de Cristo, a este ser otros. Pero sin nunca abandonar esta pobreza y esta limitación nuestra, porque el Crucificado es el Resucitado, es el mismo.

Cristo no dejó su naturaleza humana, ya la abandonó. Él sigue siendo el Hijo de Dios, el Hombre-Dios. Y tenemos la esperanza que, nos sabemos cómo, que algún día nos encontraremos con él.

Vamos a tener presentes a todas y todos los hermanos, consagradas y consagrados, que son muchos. Es importante que ustedes, las que acuden a las reuniones, vayan generando también este interés de los demás para el encuentro.

Nos ayuda mucho compartir en este asunto inter-congregacional. Que escuche cada uno las historias de los demás, porque eso fortalece mucho la narrativa evangélica. No nada más saber cosas. Esta posibilidad de saludarse, de verse, de compartir el gusto por la consagración. Que se animen, que las jóvenes no abandonen la vida consagrada. Por eso hay que pasar por estas experiencias de mucha cercanía. Vamos a pedir por todo esto.e

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